La botella de ron

De vez en cuando me gusta cambiar el rumbo, virar a babor con un golpe de timón y aventurarme en aguas turbulentas porque es allí, en esas negras y misteriosas aguas, donde se pueden encontrar los más suculentos tesoros.

Oooh, la botella de ron!!!!

Pues bien, hablaré de la piratería pero nada de lo típico de si es malo para la industria, de si mata a tus héroes¹ y bla, bla, bla. Hablaré de las experiencias desde el punto de vista de uno de los actores de este conflicto naval. Dejemos de lado el punto de vista del bucanero con pata de palo y pasemos a hablar de aquel que se queda en Port Royal y se gasta las monedas conseguidas en un trabajo honrado² en aquellos productos de lujo que tanto nos gustan, los videojuegos.

De primeras nos encontramos con el conflicto humano que se produce cuando tu entorno más cercano está lleno de piratas que, no solo no ocultan este hecho, sino que se regodean en ello como un cerdo disfrutando de un revolcón en su propia mierda. El sin sentido alcanza tal extremo que estos bucaneros, a los que una vez llamaste amigos, llegan a mirarte como un bicho raro e incluso a indignarse por el hecho de que pagas por algo que ellos consiguen gratis. Frases como “eres tonto porque pudiendo jugar gratis…” o directamente un “eres un pringado…” te dan ganas de romper esa amistad³. Y a veces, solo a veces, se me pasa por la cabeza un “creo que tienen razón” y es que la industria del videojuego no ayuda precisamente a la causa.

Pues pasa que la propia industria interesada, las propias compañías que distribuyen los juegos no nos lo ponen fácil. Por un lado tenemos las dichosas protecciones, el denostado DRM que tiene como máxima expresión de tocada de pelotas la obligación de mantener una conexión a Internet permanentemente⁴ si no queremos que el juego se reinicie, vuelva al menú y perdamos todo el progreso. Como ya se ha dicho muchas veces en Game Over, ¿no os dais cuenta que a los únicos que fastidia esto es a los que os pagamos por nuestra copia?

Me gustaría ser pirata, para robarte el tesoro que tienes entre las pat...

La coña de las distribuidoras no acaba ahí. No contentos con eso se atreven a realizar la cuadratura del círculo con la distribución y fecha de salida de un título. Se ha puesto de moda la infame “tradición” de que días, si no semanas, antes de la llegada a las tiendas de las copias de los juegos veamos como ciertos forajidos de la más baja estofa ya están jugando a los mismos gracias a una copia que se han bajado de algún lugar cavernoso y húmedo de Internet. A uno se le queda cara de gilipollas a parte de exudar envidia corrosiva por todos los poros de su piel. Vale, esto no es culpa de las compañías pero, y ahora viene el momento del odio, resulta que en la tienda del barrio traen y te venden el nuevo Duke Nukem Forever⁵ un día antes de la fecha oficial de salida y vas a tu casa con el ansía después de ver como hay gente que lleva días jugándolo, lo instalas y, cuando te dispones a jugar el servicio de Steam te dice que no puedes jugar antes de la fecha oficial de salida. ¿Me estás diciendo que si me lo bajo pirata puedo jugar, pero si pago por él no? ¡Pero qué cojones! ¡He pagado por él, maldita sea!⁶.

Recordarás este día como el día que casi atrapas al capitán...

En fin, ese es el castigo que ahora me toca vivir debido a mis pecados anteriores porque, sí, yo también fui pirata y tuve una edad oscura. Una época en la que jugué a muchos juegos, en la que no llegué al final de casi ninguno y en la que, en resumen, no encontré satisfacción alguna jugando apenas quince o veinte minutos por juego⁷

Por cierto, otro día hablaré de los corsarios, ya sabéis, esos cuyo objetivo es colaborar con revistas de videojuegos a las que las compañías les regalan los juegos para que realicen análisis de manera poco objetiva y así la droga le salga gratis⁸.