Mi malsana curiosidad culinaria no suele verse satisfecha, así que la vieja del visillo que llevo dentro disfrutó locamente leyendo La cocina de la Moncloa. Porque lo tiene todo: malos malísimos, buenos no tan buenos, un héroe esforzado y mucho cotilleo. Y también tiene recetas, sí, nada menos que 64 y bastante interesantes.
"La cocina de la Moncloa" garantiza horas de entretenimiento llenas de aspavientos. Sus 239 páginas (que yo me leí en una tarde porque leo a velocidad supersónica) están repletas de anécdotas que os dejarán picuetos, y recomiendo encarecidamente tener a alguien cerca para irle comentando a voz en grito lo que leéis.
- ¡Qué fuerte!
- ...............
- ¡Qué fuerte qué fuerte! ¿Te lo cuento? ¿Sí, no?
- ....... Bueno, venga...
- Bla bla blá ... ¿Pero esta gente qué se cree? ¡Ni que estuviéramos en la era de la esclavitud! Mira lo que pone, mira...
- ... Ajá.
- Será zorrupia la tía... ¿Y te puedes creer lo del helado de café?
Para mí, un libro es disfrutable y disfrutón cuando no puedo refrenar las ganas de leer en alto algunos trozos a quien se sienta al otro lado del sofá. Y con éste lo hice, leí páginas enteras con tono indignado por las perrerías que sufrió Julio González de Buitrago, santo varón y jefe de cocina de Moncloa.
fotografía de El Mundo
Que don Julio, ya jubilado, eche de menos su trabajo y lo recuerde con inmenso cariño dice mucho de la paciencia que gasta y de su gran amor por las cazuelas. Porque un trabajo en el que empiezas a las siete de la mañana y terminas a la una de la madrugada, todos los días más vacaciones y fiestas de guardar, es duro. Y más si no sólo tienes que encargarte de dar de comer al personal de Moncloa, preparar menús, ir a comprar y guisar para tropecientas personas, sino que además tienes que lidiar con las exigencias y manías de la familia presidencial de turno.
Don Julio ha cocinado para seis presidentes del gobierno: Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y Zapatero. Cada uno de ellos es protagonista de un capítulo del libro sin una palabra de desperdicio. Claramente se nota quién le caía bien y quién mal, o mejor dicho, quiénes eran mínimamente amables con el personal y quiénes no. Lo más curioso de de "La cocina de la Moncloa" es entrar en los pasillos y cocinas del palacio, descubrir cómo funciona y lo mucho que se parece, más que a una relación de jefe-empleado, a una situación de servidumbre en tiempos de "Arriba y abajo".
el helado de Aznar
Cocineros que viajan con la familia presidencial a su casa de vacaciones y pasan horas en las tiendas de Baqueira buscando servilletas rojas porque a la señora se le han antojado. Oh sí. O que son apartados del trabajo por echar cebolla al arroz. Oh, sí, también. Por no hablar del famoso helado de café de Häagen-Dazs que le ha costado a los españoles un ojo de la cara.Que Jose María Aznar pudiera tomarse su helado preferido con la comida y con la cena se convirtió en asunto de Estado. Impepinablemente tenía que degustarlo dos veces al día y en un viaje a Jaén mandaron a un funcionario a buscarlo sin éxito por toda la provincia. "[...] En alguna ocasión, el helado llegó a enviarse desde Madrid por avión para evitar sobresaltos".
Las personas tiquismiquis a la hora de comer me parecen bastante repelentes, pero al fin y al cabo cada uno en su casa es libre de hacer lo que le dé la gana. Imponer manías y obligaciones estúpidas a quienes trabajan para nosotros ya no me parece de recibo, sobre todo si son a costa del contribuyente. En tiempos de los Aznar (cómo no), por ejemplo, todas las compras de alimentos e ingredientes debían hacerse en El Corte Inglés, aunque tuviera precios más caros y en contra del criterio de calidad del jefe de cocina. Adolfo Suárez, de gustos más austeros, era de cocidos y cremas de legumbres; Felipe González de rabo de toro y jamón, y Zapatero sufría la tiranía de la dieta sana impuesta por su mujer. Pero el libro no habla sólo de los gustos peculiares de cada presidente, también explica el funcionamiento de las cocinas de Moncloa, el ambiente de trabajo que hay allí, cómo se preparan las comidas de gala y se tiene en cuenta cualquier detalle que pueda parecer ofensivo o de mal gusto para los visitantes y mandatarios que visitan España, las reuniones informales, los vinos ...
Las recetas son tradicionales, quizás un tanto alejadas (para mi sorpresa y satisfacción) de las esferificaciones y espumitas modernas. Platos de alta hostelería que sabían igual de bien hace 80 años y ahora: charlota de paloma y berenjenas, faisán estofado al marrón glacé, lenguado relleno de cigalas, merluza con almejas en salsa verde, osobuco a la milanesa, bavarois de café, etc. Entre las más curiosas, el ajoblanco del que Miterrand pidió la receta y las pastitas de canela especiales para la reina Isabel II de Inglaterra.
En resumen, "La cocina de la Moncloa" es un libro muy recomendable y bastante sorprendente para los que gusten de encontrar algo más que fórmulas y pasar un buen rato saciando al cotilla que todos tenemos dentro. Eso sí, no os encrespéis demasiado leyendo ciertos pasajes: ciertos personajes merecen insultos en voz alta pero tampoco os llevéis un sofocón.
Para saber más:
- "La cocina de la Moncloa", editorial Espasa. 19,90 €. ISBN 978-8467040975. Aquí podéis leer el primer capítulo.
- Entrevista en vídeo a Julio González de Buitrago. El Mundo.
Otros cocineros presidenciales:
- Danièle Mazet-Delpeuch, cocinera francesa del Elíseo en tiempos de Miterrand. En su historia se basó la película "La cocinera del presidente" (2012) que es puro vicio visual. Para quienes dominen el francés, tiene un libro muy interesante: Carnets de cuisine : Du Périgord à l’Elysée.
- Roland Mesnier fue jefe pastelero de la Casa Blanca durante veinticinco años, y publicó sus memorias en All the Presidents' Pastries: Twenty-Five Years in the White House
- Para que alucinéis, sabed que hay una asociación de cocineros de jefes de estado, "Le Club des Chefs des Chefs", fundado en 1977. Se reúnen en una cuchipandi internacional una vez al año, básicamente para cotillear. Eso sí, al español o no le invitan o no le apetece ir.