La dama de Shanghai, la película que nunca debió hacerse [Cine]
Publicado el 17 febrero 2015 por Ahoracriticoyo
@AhoraCriticoYo
Hay películas que no deberían haberse hecho nunca. No porque el resultado sea totalmente
nefasto, que no sería para tanto, pero si antes de empezar hay múltiples
señales de que no es una buena opción, es como para pensárselo. Este es el caso
de ‘La dama de Shanghai’, una película casi de serie B con un reparto de lujo con muchos problemas y carencias.
¿De qué va?
Michael O’Hara (Orson Welles) es un marinero en tierra que salva la vida
de Elsa Bannister (Rita Hayworth) durante un atraco. Esta manda a su marido (Everett
Sloane), un millonario abogado criminalista, para contratarle para su yate de
lujo como contramaestre y entre estos tres personajes se dibuja un triángulo
amoroso macabro, enfermizo e imposible de creer. Una historia, en definitiva, de difícil solución.
La crítica
Empecemos por explicar lo que dijo Harry Cohn, mandamás de
la Columbia con respecto a la película: “Nadie debe ser al mismo tiempo
director y productor de una película, además de actuar en uno de sus papeles
principales. Si le firmo a alguien un contrato así ¿de qué me sirve tener mi
propio estudio? Daría lo mismo que fuera
el conserje.” Añadamos que Welles fue además el guionista...
Todo
empezó mal, cuando Orson Welles necesitaba 50.000$ para retirar el vestuario de
una obra de teatro que estaba haciendo de la aduana. Le prometió a Harry Cohn
hacer la próxima película con él si le mandaba el dinero en una hora. “¿Cómo se
llama la película?”, preguntó el productor. Y Welles, mirando un quiosco que
había enfrente de la cabina desde la que llamaba y escogiendo una novelita al
azar le dijo “La dama de Shanghai”. El productor aceptó y ahí nació el (mal)
invento.
Quizá Orson Welles haya sido, por las películas que nos han
llegado, uno de los mayores blufs de la historia del cine. En una ocasión, ya mayor, dijo: “Empecé en la cumbre y desde entonces no he hecho más que caer”. Si tomamos
como cumbre 'Ciudadane Kane' (con permiso, dedicaremos más adelante una crítica
a 'Ciudadano Kane', que bien la merece... pero adelantamos que sería un montículo más que una
cumbre), es evidente que todo lo
siguiente fue peor, con alguna excepción en que no tenía más cargos que el de actor (o quizá por eso), como 'Moby Dick' o 'El largo y cálido verano'.
‘La dama de Shanghai’ es una película gafe desde su inicio,
ya que Welles escribió el guión basándose en dos novelas de segunda cogidas al
azar y mezclando los argumentos. Por los motivos que fueran, la productora
Columbia decidió financiarla. Pero el resultado es torpe, va dando bandazos sin
saber muy bien por dónde tirar para resolver las trabas que se va encontrando y
no ofrece ningún tipo de interés para el espectador, más allá de contemplar a
Rita.
Orson Welles tiene el mismo talento en la interpretación
(por lo menos en esta película) que una
lechuga pocha, su declamación es monótona y aburrida, su intento de contención
y turbación ante Hayworth y los actos de su marido, en lugar de mostrarle
dubitativo o desubicado, le hacen parecer más bien tonto. Es difícil
de creer que una mujer como Rita Hayworth caiga enamorada de este hombre nada
más verle. Aún así, en la vida real estaban casados y a punto de separarse. De
hecho, la actriz aceptó el papel como un intento de recuperar el amor perdido
con Welles.
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Rita Hayworth, que estaba en la cima de su carrera después
del rotundo éxito que supuso 'Gilda', aceptó el papel para
estar cerca de su marido e intentar hacer renacer el amor, en balde. Se ve que
Welles tenía más amantes que estrellas hay en el cielo. Quizá el mal momento
personal que vivía le afectó en la interpretación, donde su poder
interpretativo, que tampoco había sido nunca muy excelso, es nulo. Pero claro,
es Hayworth, y con lucir palmito en bikini en un par de escenas le valió
para confirmarse como mito erótico. Podría ser que el mito la superase incluso
a ella. La vemos cantar en una escena, pero no la oímos ya que fue doblada por
Anita Ellis, que ya le había prestado la voz en 'Gilda' y el resultado de su
actuación es paupérrimo.
El
resto de actores no ayudan mucho, la verdad. Everett Sloane, que interpreta al
marido rico y estúpido de Rita Hayworth, era un actor de radionovelas que tenía
ciertas carencias en cuanto a expresión y movimientos comunicativos; tal era su
limitación que le pusieron un par de bastones al personaje, no previstos en
principio en el guión, para disimularlo. Glenn Anders, cuyo rol es el del socio
de Bannister, pone de los nervios de puro histrionismo sin medida. Ambos tienen
el único mérito de haber sido compañeros de Welles en el Mercury Theatre y ser
amigos suyos. Es que si no, no se entiende el mal reparto.
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Aunque si hiciéramos un listado de todos los errores de esta
cinta ordenados por gravedad, sin duda en la primera posición estaría su guión: pura verborrea y voluntad de trascender. Frases grandilocuentes sobre la vida, el amor y la muerte dichas con una soberbia y una jeta que tira de espaldas. Parece como si Orson Welles hubiera
sido el maestro de Jorge Bucay y Paulo Coelho. La mayoría de diálogos no son
más que (presuntas) grandes frases que no consiguen en el espectador más que
una sonrisa incrédula que dice: “¿Pero qué me estás contando?”.
La fotografía es justita, puesto que había tres directores
de fotografía cada uno con su estilo. Uno de ellos, Rudolph Maté, se encargaba
únicamente de las escenas en que aparecía Rita Hayworth, pues era exigencia de
ella que fuera éste el único que la retratara, convencida de que sabía sacar lo
mejor de ella como nadie. A decir verdad, ella está radiante y bellísima, pero
nada más.
Y para terminar de rizar el rizo, la banda sonora de Heinz Roemheld,
que se reivindicó como músico de segunda, podría conseguir el premio a la más
desafortunada banda sonora de la historia: desatinada, de aliño y como si se
hubiera hecho mucho antes que la película. Lo más remarcable de la película,
sería la escena final de los espejos, un juego visual bastante atractivo.
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En realidad, casi todo el film es un desacierto total, si
bien hay que decir que no todo fue culpa de Welles: Cohn estuvo un año
mutilando la película, que duraba más de dos horas y media originalmente, hasta dejarla en 84 minutos con
los que ha llegado (por suerte) hasta nuestros días. Además le cambió la música, la escena
de la casa de los locos, que pierde todo su sentido, y hasta el sonido ambiente
del viento y el agua al navegar: “¿para qué hemos rodado en escenarios
naturales, entonces?” , dijo el director. Incluso coló, sin que viniera a
cuento de nada, el tema “Amado mio”, para que la gente pensara en ‘Gilda’ y se
mirara esta dama de Shanghai de otro modo. Con tanto despropósito, seguramente
el resultado final se parece entre poco y nada a lo que había imaginado en un
principio Orson Welles.
Lo que sí fue culpa única y exclusivamente de Welles fue
este intento de colarnos a una Rita Hayworth rubia platino; decía que había que
hacer un cambio con respecto a su anterior carrera, que tenía que madurar. Ésta
se dejó hacer, convirtiendo lo que ella veía como una posibilidad de recuperar
a su marido, en un flaco favor a su carrera. Por amor...
Información de más
- De un presupuesto inicial de 700.000$ se pasó a un coste
total de más de 2.300.000$.
- Durante la grabación en México murió un miembro del equipo y otros
enfermaron por el calor y los males tropicales.
- El yate del film es el mítico Zaca, propiedad de Errol
Flynn. Se lo alquiló a Welles, pero no dejaba que lo capitaneara nadie más que
él, con lo que le tenían que esperar para zarpar. Flynn, entre borracheras y
escarceos amorosos no era, digamos, muy puntual.
- Tanto la crítica americana como el público en general,
huyeron de esta película. En cambio, la crítica europea la ensalzó como obra
maestra.
Nota final: 4
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