La diosa Furtuna es una diosa de amor y dignidad, cuyo placer es ayudar a aquellos que se preparan para recibirla. No se encuentra en las mesas de juego o en las apuestas del azar, donde los hombres pierden más dinero del que ganan sino en otros lugares; se encuentra en los sitios en los que los hombres han trabajado inteligentemente para hallarla.
No es una diosa caprichosa como nos han dicho los romanos en la antiguedad, sino que, así como acudía al llamado de los guerreros más osados y valientes, así acude hoy al llamado de los hombres más astutos.
Adjunta a Fortuna estaba la Ocasión (muchas veces confundida con
la misma Fortuna), la cual se representaba casi totalmente calva, con
sólo una guedeja o un mechón pequeño, ya que una buena Fortuna era
entendida como una Ocasión difícil de atrapar (como es difícil de
atrapar de los cabellos a alguien calvo).
Hoy -como siempre lo ha hecho la humanidad- invocamos a la diosa Fortuna, pero no nos damos cuenta de que la diosa fortuna es diosa tanto de la buena como de la mala suerte, e igual siempre que la llamamos viene, pero casi nunca estamos preparados para atrapar su faceta buena.
Hay un mito respecto a Fortuna, con una gran enseñanza, y es el que a mi más me gusta:
Fortuna era hija de Zeus, de hecho era su favorita, así que le pidió a Mercurio que le
enseñara a correr, de tal suerte que Fortuna corría más rápido que cualquier humano, e incluso,
más rápido que el mismo Mercurio.
El néctar y la ambrosía, sustancias que mantenían a los
dioses jóvenes, sanos e inmortales, eran destilados del fruto que
aparecía cada mañana. Pero los rayos del sol
deterioraban los frutos para que ningún humano pudiera consumirlos. Y por eso hacía falta alguien que recogiera los
frutos muy rápidamente antes que fueran dañados por los rayos solares, esa era la tarea de Fortuna, la favorita de Zeus.
Lo bonito de este mito es que si uno atrapaba a la diosa Fortuna en su camino, los
dioses se asustaban mucho, temerosos de perder su alimento, y para que fuera liberada concedían cualquier deseo a su captor.
Así pues, atrapar a la diosa Fortuna significaba
tener lo que uno quería. Pero había dos razones por las que era bastante difícil: Primero porque la diosa Fortuna era muy veloz; segundo porque -como odiaba que su pie pisara sus propias huellas-,
jamás pasaba dos veces por el mismo lugar.
Los sabios de la época llegaron a la conclusión de que era imposible atrapar a la diosa fortuna
persiguiéndola desde atrás porque era muy veloz y por eso hay que verla venir. Además, era inútil quedarse parado en un lugar
esperándola, ya que si había pasado antes por allí, jamás lo volvería a hacer.