Sí, lo sé, para muchos hablar de disciplina es casi como nombrar a la bicha o al chamuco. Ahora que hay atajos y recetas rápidas para conseguir prácticamente cualquier cosa imaginable, la disciplina es vista por muchas personas como una cosa casposa, caduca. Tan pasada de moda que ninguna persona que se considere mínimamente cool debería atreverse a mencionarla, mucho menos plantearse la posibilidad de incorporarla a su vida.
Aún a riesgo de delatar mi escasa sofisticación, me gustaría romper una lanza en favor de esta habilidad personal. No sólo porque gracias a la disciplina cualquier persona «normal» puede convertirse en «genio» si se lo propone —ya lo decía Paco de Lucía: «Cualquiera puede ser el mejor guitarrista del mundo si está dispuesto a pasarse los siguientes 30 años practicando 10 horas diarias los 7 días de la semana.». También porque la disciplina es libertad, aunque muchos se nieguen a reconocerlo.
Disciplina significa decir no a muchas cosas que te apetecería hacer en este momento, es cierto. Pero también abrir puertas a infinidad de posibilidades futuras que jamás hubieras soñado tener a tu alcance. Como dice Jim Rohn, «la gente no consigue resultados porque prefiere hacer lo cómodo antes que lo necesario». Ser disciplinado te hace libre, porque te permite avanzar en la dirección que quieres, en lugar de ir deambulando a golpes de suerte. Ser disciplinado consiste en dejar de hacer cosas por hacer, y empezar a hacer cosas que tengan sentido para ti, en un contexto que vaya mucho más allá del simple aquí y ahora.
El objetivo último de todo ser humano es ser feliz, tanto en este momento como durante el resto de su vida —el carpe diem está sobrevalorado. Por eso, a la hora de tomar la decisión de qué hacer en un momento dado debemos tener amplitud de miras. Porque lo que muchas personas llaman destino es en realidad el resultado de todas sus decisiones pasadas. O dicho en términos budistas, tu destino es en gran medida la suma de los efectos de todas las causas que has ido creando a lo largo del tiempo.
La disciplina, dirigida adecuadamente gracias a metodologías de productividad personal como GTD®, o de efectividad personal como OPTIMA3®, es lo que te permite generar las causas «correctas» para llegar a donde desees llegar. En la sociedad del atajo puede que el esfuerzo y el compromiso parezcan poco cool. O puede que sí lo parezcan, al menos para unos cuántos frikis. Pero eso da igual. Porque lo que caracteriza a las personas que tienen éxito en lo que se proponen no es que hacen cosas más cool que los demás, sino que cultivan la autodisciplina necesaria para hacer las cosas que saben que tienen que hacer, durante el tiempo que sea necesario, hasta conseguirlo. Todo lo demás está muy bien, pero difícilmente te ayudará a obtener resultados relevantes.