Oscar Wilde
El acto educativo centra su interés en el conocimiento que pueda ser aprehensivo, valorado, enriquecido. Los que no pueden observar el acto gradual de la educación intentan simplificarla con conceptos vagos de academia que pretenden entenderla, explicarla y lo que resulta risible y utópico, pretenden enseñarla.
Estos orates de la disertación son pobres infortunados que no tuvieron una enseñanza trasformadora, una “educación libertaria” y que en su delirio por alcanzarla han creído ya que ésta hace parte de sus humanidades como el carro último modelo que llevan diariamente a la Academia sin detenerse a pensar si en verdad aquello que gastan todos los días en cada uno de los espacios de las ensoñadas y prometedoras Universidades es o no la alocada o trágica desventura que no han sido capaces de reconocer.
Sí, estamos inmersos en una educación bancaria-problematizadora. Leemos esta sentencia con el mismo desgano que nos han inculcado los domesticados profesores y a la vez intentamos crear o diseñar un discurso plausible que satisfaga las expectativas educacionales refiriéndonos a nuestras intenciones con términos de “podemos”, “a lo mejor”, “es que el gobierno”, “somos oprimidos”, etc., y así seguimos escupiendo lamentaciones que con lo único que comulgan es con la alentadora frase de “estamos jodidos” que jamás logra escabullirse más allá de nuestros temores.
Hemos sido moldeados a imagen y semejanza de nuestros corruptos defectos sociales. Sabiéndolo, de todas formas nos levantamos y procuramos llegar todos los días paso a paso a terminar una profesión que justifique nuestros actos.
Somos los “oprimidos” y los opresores, somos esponjas y a la vez meros pitillos huecos, nos reconciliamos cada noche con el consumo y en las mañanas alteramos nuestros sentidos con la esperanza de querer cambiarlo todo. Proverbial dicotomía con la cual nos enfrentamos. La educación que nos toca vivir se divierte de nosotros desde su antro socio-político, somos no objetos que van a una institución educativa bancaria, no pertenecemos a la educación que se impone y que funda su precepto en la verdad absoluta del conocimiento infundado, no asistimos a un banco de conocimiento estático y retrogrado, sino lo que es aún más frustrante, asistimos con fe al mercado total de nuestros cerebros; somos meras piezas abstractas que rivalizan entre el fenómeno de ser producto o desecho.
Sin embargo, creemos aún en la educación de nuestro siglo como algo vivo, que se nutre y que le falta, soñamos aún con educadores humanistas revolucionarios que no esperen la posibilidad de ser, sino que proyecten su luz a través de nuestro escepticismo trasformándolo todo a su alrededor.
Es claro que sólo deseemos observar lo que nos gusta. Tanto para “las élites dominadoras”, como para nosotros, nuestra empobrecida educación se convierte en un problema que hay que solucionar lo más pronto posible.
Al intentar idealizar nuestra educación teóricamente reconceptualizable, lo que hacen algunos torpes es convertir el sueño educativo latinoamericano en un buen y vistoso y hasta predecible banquete de moscas dejando que la sociedad juzgue y condene sin lastima alguna.
Nos dañan por así decirlo el ansia de problematizar nuestra propia humanidad, nos niegan el derecho de seres comunicadores e informados, nos niegan el acto pedagógico por simple razón ontológica rebelde.
Acaban con el idealismo y con la ideología, matan el sueño, y crean la decepción.
Estamos en un ambiguo mundo donde el que desea asistir a una educación bancaria tan sólo tiene que terciarse la maleta, entrar en un salón a esperar a que llegue cualquier troglodita de esos que andan por la universidad creyéndose amos y señores de lo que es y no es, pero también es curioso observar lo siguiente; podemos, si nos da la condenada gana asistir al encuentro tácito y beligerante de una revolución que teje no la problematización de la educación sino la discusión seria sobre la cadena de problemas verdaderos que aquejan a la educación, no me rectifico sobre lo que acabo de decir, creo que esto que sólo se da en ámbitos tan singulares como en las Universidades Públicas tan sólo puede ser elogiado con palabras que designen heroísmo, temeridad y academia.
Estamos ante la era que está dejando atrás la educación bancaria y la problematizadora porque estas tan sólo buscan enfrentarse la una con la otra, porque ambas nos han cansado ya con su mutua exclusión y servilismo, porque ambas predican una desaforada ilusión de pertenencia y cambio; la una hacia el pasado, la otra hacia un futuro que ya no existe.
Estamos ya no invitados a ser participes de un cambio, sino que somos ya actores anónimos de una metamorfosis de la educación.
Ya los estudiantes se han cansado de opinar y razonar problemáticamente acerca de nuestra condición, ya sabemos que irrevocablemente no somos ni oprimidos ni opresores, sino lo que es aún más triste, somos abandonados de nuestro destino, desamparados.
Porqué hacernos los sordos cuando sabemos que es cierto, cuando cada vez que hablamos de lo que somos nos enorgullecemos tristemente no de lo que somos sino de lo que nos gustaría ser, porque desmentir ese reflejo que nos ausculta desde la ventana de los buses o de las vitrinas de las tiendas como preguntando por algo que hemos dejado de hacer, ¿pero qué es eso que nos hemos permitido dejar? Refresquemos nuestra memoria, acaso ya olvidamos el acto de educarnos mutuamente o es que hasta ahora empezamos a sentir que nos hace falta comulgar con el otro en nuestra propia forma, en esa que se halla en nosotros innata y libre.
Indudablemente creo que nos hemos abandonado a nuestro verdadero recurso y arma, por querer ir al paralelo con aquellos que se amamantan en las piernas de nuestra amada patria. Por querer ser contemporáneos de un presente que nos inventaron, hemos olvidado lo verdaderamente necesario.
Ya empezamos a reconocer que no somos oprimidos ni opresores, que no intentamos una cultura de educación bancaria de eso ya nos dimos cuenta hace mucho y también que ya no somos de una revolución traslucida por que se ha infectado.
Ahora es cuando podemos recomenzar nuestra historia no como “Aquel lugar no existe” tal como es la utopía definida por Quevedo. No, a esa clase de creación no debemos llegar, para que ensuciarnos con migajas cuando lo que tenemos a nuestro alrededor son diamantes.
El gobierno a olvidado algo, quizá nosotros también.
Todos los que nos hallamos aquí estamos porque somos seres privilegiados, tenemos el maravilloso don de aprender, queremos aprender, tenemos habilidades, potencialidades, sabemos acceder a algo que intentaron ocultar los poderosos y que ahora hace parte del patrimonio mundial, estamos en la era de la informática y, aún así, nos damos por vencidos, aún así creemos que no podemos, que no somos capaces. Acaso a fuerza de creer que este es el único mundo que existe, hasta también nos hemos olvidado y alejado de él, volvamos a ser, hay una educación en crisálida que espera ser puesta de mano en mano, de cerebro en cerebro, seamos autodidactas de nuestra propia historia, no dejemos que tejan más nuestro destino, vamos, ensayemos quizá aprendamos a tejer mejores cosas.
Estamos ante las puertas abiertas del regreso triunfal, desde hoy les profetizo que llegará la Educación del Trueque. La educación que busca acomodo en cualquier parte, que se comparte con el mendigo, con el condenado, con la cárcel o la marihuana, la que se viste de discoteca o se metamorfosea en cerveza, quizá muchos estarán pensando en la educación del cropolito, la que sólo sirve para hablar mierda.
Mas no es así, estamos en el preciso momento en que podemos quitarnos todas las mentiras y empezar a buscar, a cultivar, no tengamos miedo, que la educación del trueque no nos deje en silencio, algo hay para cambiar, algo deseamos que nos cambien, algo queremos compartir, algo queremos que nos compartan.
Dónde ya no somos invitados sino dueños de nuestro propio conocimiento, donde no existe la conversación sino el libre comercio de las ideas, dónde aprender es un arte y es una diversión.
Qué desean plasmar en los cerebros el juego o la forma de jugar, qué desean que aprendan los demás: a callar, a reír, a gritar; a amar a Stalin o a Mao, a Freire o a Bandura, a Einstein o a Hawking, vamos hablen de lo que quieran, al fin de cuentas todo en la vida es un trueque
Y como dijo alguna vez mi padre cuando bote un tornillo oxidado que creía inservible.
- No lo botes hijo, “todo sirve”.
Recojan sus corotos y vayan ya a este mercado de pulgas, escojan aquí dónde todo se trueca en debátalo y píenselo y no esperen que se les llame ya bien lo afirma el refrán popular: “El que quiere besar, busca la boca”.
Y no se quede callado, usted sabe algo, tiene el conocimiento, expréselo!!!... ahora que puede.