Revista Pareja

La empatía y la pareja

Por Cristina Lago @CrisMalago

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Para tener pareja, no hacen más falta que ganas y correspondencia. Para mantener una buena pareja, son precisos una serie de valores que permitan construir sin desfallecer, luchar sin sacrificarse y sobre todo…comprender sin juzgar. ¿Cómo desarrollar una buena empatía?

Hace algunos años, tuve la ocasión de  trabajar con un grupo de niños de edades comprendidas entre 3-5 años. Uno de los más pequeños tenía la malísima costumbre de morder en las piernas a los compañeros, a pesar de las riñas o los intentos de razonamiento de los adultos, que trataban de explicarle que aquello estaba mal y resultaba doloroso y molesto para los demás.

Pero un día, otro de los niños -seguramente harto del abuso- le propinó a su vez otro buen bocado en el brazo. La cara del chaval era un poema: simplemente, no podría creer que eso se lo pudieran hacer a él. Sobra decir que fue la última vez que recibimos quejas por los mordiscos. El crío había aprendido, por la vía rápida, una valiosísima lección sobre la empatía. 

¿Qué es la empatía? Cuando éramos pequeños y nos decía nuestra madre aquello de no le hagáis a los demás lo que no quisierais que os hicieran a vosotros, estaba definiendo a la perfección el arte de ponerse en el lugar del otro y sintonizar con lo que puede sentir o pensar.

¿Qué pasa cuando no entendemos a los demás? Que lo que hacen nos parece raro, condenable y absurdo. Y si una persona nos hace algo raro, condenable y absurdo, o está loca o es malvada. Y si está loca y es malvada, no tenemos salvación, somos víctimas de cosas que no comprendemos ni podemos controlar.  Conclusión: no tener empatía nos hace más débiles, nos aísla de los demás y nos aboca a relaciones de peor calidad.

Sin empatía, el diálogo de la pareja se convierte en un choque entre dos monólogos: mis necesidades contra las tuyas.

Sin empatía, la relación es una lucha de poderes. 

Sin empatía, el nosotros se diluye para resumirse en tú contra mí. 

Saber ponerse en el lugar del otro significa dar espacio tanto a lo propio como a lo ajeno e intentar establecer un centro entre ambas posturas para que ambas personas puedan salir ganando.

Significa ser capaz de arrancar unos instantes del ritmo frenético del día y consagrarlos al arte de no pasar del culo de la persona a la que proclamo querer.

Salvo casos extremos, la mayoría podemos reservar 15, 30 o 60 minutos diarios a invertir en tener una buena relación de pareja.

La empatía es una habilidad que está más presente en unas personas que en otras. A quienes carecen por completo de esta capacidad, se les denomina psicópatas. Pero en el mundo de hoy, en el que todo va tan deprisa que nuestra cabeza va cien pasos por delante del presente, muchas veces no dedicamos el tiempo suficiente para cultivar el ponernos en el lugar del otro. Todos nos podemos volver un poco psicópatas con los demás cuando nos perdemos en tareas, obligaciones y evasiones que nos apartan de la consciencia y nos reducen a la funcionalidad.

¿No sabes por dónde empezar?

Prueba con este ejercicio: cuando estéis en una conversación importante con tu pareja en la que sabes que hay puntos delicados y negociaciones pendientes, piensa que estás con un amigo. Apaga la televisión, comparte unas cervezas, ponte cómodo/a, abre la mente y olvida las prisas.

   La amistad es el mejor punto de partida para ejercitar la empatía sin que nos ciegue el ego, que es ese monstruo que todos tenemos en nuestro interior gritando: ¡quiero que hagas esto!

Este será una práctica de empatía: piensa en cómo te sentirías tú en un clima de agresividad, de desconfianza o de exigencias. Ahora imagínate la misma conversación con alguien que te acepta tal y como eres, cuyo bienestar no depende de lo que tú hagas o dejes de hacer y que está abierto a escuchar lo que tienes que decir.

Prueba a crear ese clima y si al hacerlo, cambia la forma en que os podéis comunicar.

¿Y qué sucede si mi pareja no tiene empatía?

Desgraciadamente, no podemos inocular habilidades a personas que no las tienen. Podemos predicar con el ejemplo, pero si el ejemplo no cunde, nuestra labor acaba aquí. No podemos dedicarnos a morder piernas para ver si el otro entiende nuestros sentimientos. Si nuestra pareja no tiene empatía ni muestra interés alguno en adquirirla, es momento de plantearnos si la aceptamos tal cual es (y si nos compensan sus otras cualidades) o bien evaluar si queremos estar el resto de nuestra vida con alguien que no puede ponerse en nuestro lugar. 


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