La era de la (in) comunicación

photo credit: Cristiano Betta

Me gusta la posibilidad de criticar aquello que tengo siempre disponible. Me fascinan esas conversaciones en las que criticamos la necesidad autoimpuesta de Internet o del móvil para, acto seguido, una vez terminado el sainete, volver a Facebook para subir la foto de nuestra última cerveza. Me parece una de las características más importantes, más reseñables, del ciudadano medio de hoy. Alguien que no busca problemas y no quiere perder la oportunidad de comunicarse, de aprovechar todas y cada una de las bondades que el Sistema, y esto no es una ironía, ha preparado para nosotros. A mí, particularmente, me seduce ese nerviosismo con el que regreso a casa después de una jornada de trabajo para comprobar quién me ha escrito. Para comprobar si me ha escrito. Y a veces me escribe. O me envía un SMS o, tal vez, me deja una canción Facebook, siento que Internet es necesario, que me hace falta, porque no sé si podría vivir sin él, si tendría acceso a esa gente que apenas veo si no fuera por esto. ¿Cómo lo hacían antes? ¿Allá en 1993 o quizá en los 60? Puede que me tome otra cerveza y critique todo esto, pero la única verdad es que esos nervios, esas ganas de comunicarme contigo, hacen que nos sintamos vivos.