Título Original: La Herida Director: Fernando Franco Guión: Fernando Franco, Enric Rufas Música: Ibon Rodríguez, Ibon Aguirre Fotografía: Santiago Racaj Intérpretes: Marian Álvarez, Ramón Barea, Manolo Solo, Rosana Pastor, Andrés Gertrudix, Ramón Agirre Distribuidora: Golem Fecha de Estreno: 04/10/2013
Pese a que La Herida sea el primer trabajo de Fernando Franco, un debut, con el que recientemente se llevo el premio especial del jurado en el festival de San Sebastián. Lo cierto es que su nombre lleva años sonando con fuerza en los circuitos cinematográficos. Franco, que ha sido montador de numerosas películas como Blancanieves o No tengas miedo, lleva años recogiendo premios en distintos festivales por todo el mundo con el trabajo realizado en sus cortos. En estos trabajos siempre apostó por el ejercicio de estilo, reflexionar a través del lenguaje cinematográfico aprovechando las nuevas tecnologías. En Mensajes de Voz asistíamos a como una pareja se deshacía a través de los mensajes de voz que se dejaban en el buzón. En Room, un plano fijo y una sala de chat, valía para asistir a la agonía de una chica que se acababa de intentar suicidar y la completa indiferencia de un mundo que lo veía sin prestar demasiado atención a lo que tenía en frente. Un paisaje desolador en el que todos cierran los ojos ante lo que tienen en frente, y lo comentan con la mayor banalidad e indiferencia existente, unos rasgos que siguen presente en La Herida, una película, para la que al contrarío que en sus cortos, ha optado por dirigir de una manera mucho más convencional. La Herida se acerca a Ana, tiene una enfermedad psicológica, ella no lo sabe y los que la rodean tampoco. El ser humano tiene la tendencia de quitar importancia a cualquier tipo de comportamiento, de excusarlo con motivos infantiloides, de evitar cualquier complicación y entender que puede estar tratando con una enfermedad. Simplemente, no lo quiere ver, lo cual, Franco, plasma con gran acierto. Por culpa de esta enfermedad, Ana, es completamente incapaz de entender el significado de la vida. Se aferra a ella, lesionándose, mutilándose, y pensando acerca del suicidio continuamente. Está harta de su trabajo, aunque realmente es lo único que consigue llenarla. Se comporta de forma cruel con su novio, con su madre y con todos aquellos que la rodean. La única liberación de Ana está en una sala de chat, dónde puede hablar con un desconocido, del que intuimos que tiene un trastorno similar al de Ana. Un sitio dónde puede permitirse ser ella misma y hasta bromear acerca de sus ideas suicidas. La única posibilidad que tiene para ser ella misma, es a través de un mundo que no es real. El lenguaje de estas conversaciones, sin intermediarios, directo y limpio, nos evoca mucho al del cortometraje Room. El problema que tiene Ana es el de no conocer que está enferma. Es por eso, que se muestra completamente incapaz de encajar en el mundo, de entender cómo funciona. Su depresión la lleva a un constante cabreo, una indignación con un mundo que no circula como ella se plantea en su cabeza que debe funcionar y la única forma de calmar toda esta rabia es la de mutilarse. Ana nunca llegará a suicidarse, es cobarde y no podría atreverse a tomar este camino que tanto ansía. Pero si necesita sentir el dolor para poder permanecer en sintonía. Cuando observe que por culpa de este comportamiento, todo el mundo que tiene construido a su alrededor, es incapaz de soportar el peso de su comportamiento, tratará de equilibrar la balanza. Dejará de automutilarse, intentará desconectarse de ese chat, pese a ser su único contacto real, y tratará de paliar todo su desorden con la droga y volviéndose cleptómana. Pero todo esto son meras excusas, como un envoltorio que intenta retener todo lo que dentro se contiene, hasta que finalmente revienta. Y es que por mucho que lo intente, es imposible equilibrar una balanza, cuando no sabes lo que tienes que hacer para que ésta funcione. Fernando Franco nos acerca a esta enfermedad, a esta herida, que está abierta, de una forma incómoda y dolorosa. Nunca plantea el tema de la enfermedad ni lo menciona, no le interesa, porque busca siempre que nosotros observemos el mundo de Ana como unos habitantes más. Quiere que el espectador entienda su sufrimiento, la compadezca, trate de comprenderla, y sufra cada vez que se pasa una cuchilla por su cuerpo o apague en él un cigarro. Y ahí reside la mayor parte de su mérito, Ana es un personaje tan difícilmente comprensible, que hubiera sido fácil convertirla en víctima o hacer que el espectador la repudiase, pero en lugar de esto, es capaz de mezclar su mirada con los de que están cerca suya, podemos ver como la cámara se acerca con ternura a ella, para verla después realizar un acto totalmente egoísta, con lo que la visión siempre es acertada. También ayuda en esto la inconmensurable actuación de una Marian Álvarez que es capaz de contagiar el dolor sin caer en excesos. La herida es una película dura y silenciosa, pero es todo un canto de alivio, al traernos a un cineasta capaz de debutar con una obra tan fantástica en el moribundo paisaje del cine español.