Revista Economía

La historia oculta de la España gay.

Publicado el 13 julio 2014 por Emarblanc

España gay
La historia de la homosexualidad en españa todavía está por escribir. Presentados en el pasado como pecadores, sodomitas, y enfermos mentales, los homosexuales se han convertido hoy en un colectivo cada vez menos estigmatizado y más socialmente aceptado.
Desde mediados del siglo XX, se ha llevado a cabo una revisión de la cultura y de la historia homosexual, aunque la disparidad de criterios sobre cómo abordarla es aún problemática. Mientras algunos historiadores han incorporado los estudios homosexuales en el campo amplísimo de la cultura, profundizando en la consideración social del homosexual en las diversas épocas, otros han efectuado una revisión de esta historia desde la perspectiva de la condición homosexual, con una finalidad reivindicativa, que reclama el valor de la diferencia y retoma orgullosamente el término queer para sus planteamientos.
Esta historiografía gay influida desde los años 80 por el surgimiento de las teorías feministas, la superación definitiva del binomio cultural-natural, las reacciones homofóbicas conservadoras ante el surgimiento del sida, etcétera¿ ha dado en el caso español obras de referencia, como ¿Entiendes?, Hispanisms and Homosexualities o Queer Iberia. Sin embargo, la historia de la homosexualidad hispánica es aún un horizonte por descubrir y persiste un gran desconocimiento sobre aspectos como el lesbianismo o la transexualidad. En esta ocasión, este artículo aborda únicamente la cuestión histórica de la orientación homosexual masculina en España.

Sodomitas y ¿desviados¿

El término homosexual nació en el siglo XIX, con motivo de la reforma del Código Penal prusiano y de la publicación de una obra clásica en la historia de la sexualidad como fue el Estudio médico-legal: Psychopathia Sexualis (1886) de R. von Krafft-Ebing. Fue solo entonces cuando se definió con precisión esta conducta sexual como aberrante y determinante, pues acababa por desviar absolutamente la vida del individuo. La visión del homosexual como persona con una identidad sexual peculiar, lo que implicaba padecer una enfermedad para la que la medicina comenzaba a buscar tratamiento, no tenía nada que ver con la de los siglos anteriores. En el mundo medieval y moderno, la relación homosexual masculina quedaba incluida en el concepto de sodomía, junto con otras prácticas sexuales consideradas como pecaminosas (sexo oral, masturbación, bestialismo...) independientemente de que se practicaran con hombres, mujeres o niños. En consideración a una tradición europea marcada por el cristianismo, la lógica del pecado cristiano marginó toda sexualidad no reproductiva. En estas épocas, pues, no se consideraba relevante analizar la propia conducta del implicado en el crimen de sodomía, en el pecado innombrable y nefando, ni indagar en su biografía cotidiana, más allá de ejercer los procedimientos necesarios para demostrar la culpabilidad, lo que nos ha privado de valiosas informaciones.

Poetas, artistas e intelectuales

Las persecuciones periodísticas contra Rubén Darío, considerado el prototipo del artista modernista ¿¿un degenerado o un histérico, y hasta sodomita a menudo¿¿, muestran la intolerancia de una intelectualidad resentida hacia los autores homosexuales que han jalonado la historia de la cultura contemporánea en castellano. La lógica variedad de situaciones personales ha comportado una mayor o menor naturalidad para asumir libremente la propia condición homosexual. La propia generación de 1927 contó con figuras que se convirtieron en referentes fundamentales de un modo de vivir y amar: García Lorca, Cernuda, Falla y Aleixandre.
El paréntesis del franquismo, salvado por autores como Gil de Biedma o Gil-Albert, dejó pasó con la democratización a la aparición de una narrativa de temática homosexual plenamente aceptada por el mercado cultural español. Paralelamente, se ha ido construyendo un espacio de divulgación de esa otra realidad hasta entonces ocultada. La iniciativa de la Biblioteca Renacimiento, auspiciada por Gregorio Martínez Sierra, que tradujo las obras de Freud y publicó varios libros de autores españoles de temática homosexual, ha llegado hasta el presente tomando como relevo en los mass media el espacio fílmico, con la labor de directores como Eloy de la Iglesia o Pedro Almodóvar.

Sugerencias


Bibliografía

¿ Bruquetas de Castro, F., Reyes que amaron como reinas. De Julio César al duque de Windsor, La Esfera de los Libros, 2002.
¿ Carrasco, R., Inquisición y represión sexual en Valencia. Historia de los sodomitas (1565 -1785), Laertes, 1991.
¿ Escohotado, J., Sexo e Inquisición en España, Temas de Hoy, 1992.
¿ Mira, A., Para entendernos. Diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica, Ediciones de la Tempestad, 1999.

Internet

¿ Web de Daniel Eisenberg, con importantes artículos de este historiador de la homosexualidad hispánica: http://users.ipfw.edu/jehle/deisenbe/ index.htm
¿ Queeremos saber. El fanzine maribollo de Internet: http://www.hartza.com/QUEER.html


La homosexualidad en la España medieval

Si bien al hablar de homosexualidad en España podemos remontarnos al período clásico ¿y hacer mención de emperadores y poetas hispanorromanos como Adriano, Marcial o Juvenal, y a las primeras disposiciones persecutorias de Justiniano¿, no es hasta el período visigodo ¿especialmente a partir del Concilio de Toledo de 693¿ cuando se puede realizar un mejor seguimiento. Las leyes visigodas establecieron la castración de los sodomitas e impusieron castigos severos que aunaron las disposiciones eclesiásticas y civiles, especialmente en el caso de los prostitutos. La trayectoria represiva del derecho visigodo se prolongó a lo largo de la época medieval.
El castigo capital del pecado contra natura también fue habitual en los reinos cristianos y acabó recogido en algunas ordenanzas castellanas de mediados del siglo XIII en las que se disponía la castración y la posterior condena a muerte de los inculpados. Las Partidas, una compilación de textos jurídicos promovida por el rey Alfonso X el Sabio, estipularon la pena de muerte en la hoguera y la pérdida de bienes, aunque perdonaban a los sodomizados por violación y a los menores de 14 años. En la Corona de Aragón, Jaime I también estableció el castigo máximo por estas prácticas.
Por supuesto, al margen de esta ofensiva represora en la que el cristianismo impuso sus códigos de conducta moral y sexual, hay testimonios diversos de homosexualidad en España, como las acusaciones, con clara intencionalidad política, vertidas sobre Juan II, con la implicación de su valido Álvaro de Luna, y sobre Enrique IV de Castilla, injuriado como impotente y contrapuesto por afeminado a su hermana y sucesora, la viril Isabel.

Efebos en Al-andalus

Durante la Edad Media, la península Ibérica no era un espacio uniforme en lo político ni en lo religioso. Los mundos musulmán y cristiano vivieron franqueados por fronteras difusas y cambiantes a lo largo de varios siglos. Ciertamente, la consideración religiosa de la homosexualidad que se dio en el Islam también fue tajantemente prohibitiva, pero la vida cotidiana de la sociedad andalusí proporciona abundantes ejemplos de una cierta aceptación de estas prácticas sexuales, que contrasta con la tendencia hacia la intolerancia que se daba en los reinos cristianos. Ibn Hazm, autor de El collar de la paloma, es solo el principal ejemplo de los muchos poetas que elogiaron las relaciones homosexuales y reflejaron en sus versos la naturalidad de determinados comportamientos, como la bisexualidad. Por ejemplo, el hawi (en plural, hiwa), joven efebo, fue un personaje habitual en la esplendorosa corte cordobesa, pero también de las calles de la Sevilla del siglo XII, cuando comenzaba la etapa de decadencia del poder musulmán.
Ante esta situación del mundo andalusí, en el que se llegó a ensalzar la superioridad de la sodomía sobre el sexo heterosexual, la sociedad cristiana reaccionó creando el arquetipo del musulmán sodomita, que ha persistido hasta la actualidad. Uno de los hitos fundamentales de este rechazo fue la conversión de al-Andalus en un retablo de depravación, mediante recursos como la figura del adolescente mártir san Pelagio, muerto tras rechazar las proposiciones sodomíticas de Abderramán III en 925.

Valencia, ciudad abierta

La práctica de la homosexualidad en la Edad Moderna continuó duramente reprimida. Los Reyes Católicos ratificaron su condena en 1497, aunque introdujeron ciertas garantías en las pruebas periciales para determinar el grado de inculpación. Pero en 1598 Felipe II, a la vez que confirmaba el castigo de la quema, eliminó la necesidad de la prueba plena para la condena, y consideró suficiente el testimonio de tres testigos, aunque fueran participantes del delito. Si bien algunos autores como Juan Huarte de San Juan intentaron contrarestar esta conducta, las posturas más intransigentes acabaron por triunfar. Huarte creía que los homosexuales eran personas destinadas originalmente a nacer con el sexo opuesto, pero que ¿a causa de una variación de la temperatura durante la gestación¿ habían sufrido una transmutación genital. Dentro de las instancias represivas de la época, en Castilla fue la justicia ordinaria la que se hizo cargo de la jurisdicción sobre estos delitos, mientras que en los reinos de la Corona de Aragón fue la Inquisición la exclusiva responsable de perseguirlos .
Gracias a la documentación proporcionada por esta actividad represiva, se ha podido establecer un perfil de los acusados. Destacaron las denuncias contra extranjeros, miembros del clero y aquellos grupos sociales, especialmente de edad joven, con dificultades de acceso al sexo femenino (marinos, estudiantes, criados, esclavos...). Estas fuentes nos hablan también de la existencia de casos de sodomía colectiva en algunos conventos e, incluso, de un barrio en el que se reunían clandestinamente los homosexuales, en la Valencia del siglo XVII. Las acusaciones de sodomía también alcanzaron a personajes prominentes de la corte y la cultura del momento, como Antonio Pérez, secretario real de Felipe II; el maestre de Montesa Luis Galcerán de Borja; el conde de Villamediana (ver el recuadro sobre don Juan), o el poeta Luis de Góngora y Argote, entre otros.
Entre 1581 y 1595 se registraron en Madrid nueve causas contra presuntos sodomitas, y fueron 37 los reos juzgados en el período comprendido entre 1665 y 1766. Mientras que en Valencia, durante los años que van de 1570 a 1775, el Santo Oficio entabló 259 procesos, con un total de 168 reos juzgados (37 de los cuales acabaron ejecutados). Sin embargo, los castigos habituales comenzaron a ser los azotes y las condenas a presidios y galeras. En Valencia el último condenado a la hoguera murió en 1631, aunque todavía fue ejecutado un sodomita en Madrid en 1775.

Los peligros del sexo en la España burguesa

A lo largo del siglo XIX la homosexualidad comenzó a ser considerada la manifestación de un desequilibrio mental, que podía remediarse mediante una terapéutica específica. Ello no comportó una mayor tolerancia, pues, entre las nuevas formas de sociabilidad burguesa, el comportamiento homosexual continuó formando parte de lo prohibido y lo marginal, si bien paulatinamente se extinguió la atrocidad del castigo. El primer Código Penal moderno (1822) ya no incluía el delito de sodomía, como tampoco los sucesivos de 1848, 1850 y 1870, aunque persistió la pena de prisión para aquellas conductas que supusieran un ultraje al sentido del pudor de la sociedad tradicional.
Producto de esta visión alarmista en torno a la cuestión homosexual fue la sospecha a lo largo del siglo XX de la existencia de un ambiente específicamente homosexual, con un código de relaciones difícilmente interpretables. ¿Nos reconocemos enseguida con una simple mirada, jamás me he equivocado tomando alguna precaución. En el Righi, en Palermo, en el Louvre, en las montañas de Escocia, en San Petersburgo, desembarcando en Barcelona, yo reconozco en un segundo a pederastas que no había visto jamás¿, relataba un paciente del médico austríaco J.L. Casper.
Esta inquietud produjo una prevención social exageradamente púdica. En Alemania, manuales de medicina legal, como el de A. Schwartz, recogían las observaciones de un anónimo médico madrileño sobre el onanismo: ¿este vicio es muy común en España, donde el uso de los abrigos lo favorece de tal manera que no es raro verlo practicar en los paseos públicos¿. De este clima, surgiría una represión efectiva, que censuraría socialmente de manera irremisible la conducta homosexual, represión lógicamente menor en la elite de la época, como fue el caso de Francisco de Asís de Borbón (esposo de Isabel II), o de poco efecto entre librepensadores como Francisco Giner de los Ríos, cercano al helenismo clásico e importador del pensamiento europeo a través de la Institución Libre de Enseñanza.

Vagos y sospechosos

Durante la Restauración se endureció la legislación represiva y en 1928 se incluyó el agravante de homosexualidad en el Código Penal, que se suprimió temporalmente durante la Segunda República. Este período político no significó tampoco una relajación de la moral censuradora que impregnaba la sociedad, aunque la liberal Residencia de Estudiantes acabó convirtiéndose en un punto de referencia de la vida homosexual de algunos de los grandes escritores y artistas del momento.
En 1954, la nueva Ley de Vagos del franquismo incorporó a los homosexuales en un sorprendente grupo de presuntos delincuentes o sospechosos que también incluía a ¿proxenetas, mendigos, enfermos mentales o tullidos¿. Sin embargo, el mundo estaba cambiando. Los disturbios de Stonewall del 28 de junio de 1969, en la zona gay del Village de Nueva York, en respuesta a los continuos abusos policiales, marcaron el nacimiento de las modernas conciencia y vivencia gays.
En el caso español, desde los años 70 también comenzaron a organizarse plataformas abiertamente reivindicadoras de los derechos humanos. En 1970, el anteproyecto franquista de la nueva Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que contemplaba la reeducación sistemática de todo homosexual masculino, fue censurado con éxito por protestas nacionales e internacionales, que obligaron al régimen a mitigar el texto, que pasó a castigar exclusivamente los actos y no la propia condición de homosexual.
En estas circunstancias apareció el primer grupo organizado, el Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH), en el que participó Armand de Fluvià, llamado a ser uno de los vertebradores del movimiento gay contemporáneo. En 1973, el MELH se convirtió en el Front d¿Alliberament Gai de Catalunya, que persiste hasta el presente y que asumió también las demandas de los grupos de lesbianas. Otras asociaciones surgieron en las diferentes provincias, hasta la creación en 1977 de la Coordinadora de Organizaciones y Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español, que se marcó como primer objetivo cuestionar la legislación represiva vigente.

Del escándalo público al "euro rosa"

La Ley de Peligrosidad se reformó en 1979 (Ley de Escándalo Público), y se suprimió el supuesto del delito homosexual, que fue completamente derogado en 1995. Con todo, el Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas de 1998 continúa penalizando determinados comportamientos que se entiende que atentan contra la dignidad militar. No obstante, actualmente, las reivindicaciones gays van encaminadas hacia el reconocimiento de la plena equiparación de derechos entre las parejas homosexuales y heterosexuales.
El fin de la dictadura franquista significó la salida a la calle del movimiento homosexual. El boletín mensual Aghois, nacido en 1972, fue el primer intento de una publicación homosexual en España, luego continuado por otras de mayor difusión, hasta llegar a la actual revista Zero, un escaparate para las salidas del ropero en España. En 1976, la novela finalista del premio Planeta fue Todos los parques no son un paraíso, un relato autobiográfico de la homosexualidad de su autor, Antonio Roig, un fraile carmelita que fue suspendido a divinis. El libro agotó ocho ediciones en pocos meses.
Esta presencia del homosexual en el espacio público ha sido un elemento decisivo que ha configurado una nueva identidad gay a fines del siglo XX: la del consumidor adinerado que crea una demanda específica y que genera una industria a su servicio. A comienzos del siglo XXI, los gays españoles gastan el doble que el ciudadano medio en ocio y cultura; anualmente se publica casi un centenar de títulos de literatura dirigida a homosexuales, que cuentan con premios literarios específicos, barrios y ambientes propios. El euro rosa, sin embargo, ha tendido quizás a etiquetar y uniformizar en exceso unos comportamientos y unas conciencias que habían tenido siempre en la disidencia frente al arquetipo (el sodomita, el homosexual) su única arma reivindicativa de un reconocimiento igualitario en la sociedad.

El origen de algunas palabras


Bujarrón: El diccionario del español actual identifica esta palabra con el sodomita activo o varón que busca lo femenino en otro hombre. Parece ser que procede del latín bulgarum, natural de Bulgaria, un país que fue cristianizado muy tardíamente. Durante la Edad Media equivalía también a hereje o pecador.
Gay: Palabra procedente de la lengua occitana que nombra a las personas llenas de alegría o que están predispuestas a ella. A la vez proviene del latín gaudium (¿alegre¿) y estuvo muchos siglos en desuso hasta que a inicios del siglo XX fue reivindicada por el movimiento homosexual para autodenominarse.
Lesbiana: Deriva de lésbico o lesbio, natural de la isla griega de Lesbos, en el mar Egeo, cerca de las costas de Asia Menor. Célebre por su fertilidad y por las costumbres licenciosas de sus habitantes, allí nació en el siglo VI a. de C. Safo, una poetisa cuya presunta homosexualidad (puesta en duda por la crítica moderna) determinó el significado de lesbiana.
Marica: Históricamente a los homosexuales se los ha comparado con las mujeres. De ahí procede la palabra marica, que en el pasado era sinónimo de mujer vulgar o maruja. De marica derivan maricón, mariconazo o mariquita.
Puto: Término muy usado en el castellano antiguo que asociaba prostitución y homosexualidad. Sigue muy difundido en América Latina.
Queer: Voz inglesa que significa raro, sospechoso o dudoso y, a la vez, califica despectivamente al homosexual. Sin embargo, en los últimos años ha sido retomada por algunos sectores homosexuales radicales para denominar al conjunto de gays, lesbianas, transexuales, travestis, drag queens, bisexuales, intersexuales...
Sodomita: Habitante de la ciudad bíblica de Sodoma. En las edades Media y Moderna calificaba a todo aquel que practicara la sodomía, es decir, el sexo anal.

El estigma del poder

Considerada una falta irreparable, cercana a la herejía, la homosexualidad ha sido un arma política y una fuente de sátira utilizada contra el poder. Algunos personajes no pudieron sustraerse de las acusaciones y hubieron de asumir el comentario rijoso de la calle. En otras ocasiones, las luchas se libraron entre los mismos poderosos, como en el caso del conde de Ampurias Ponç Hug, enfrentado a Jaime II a fines del siglo XIII y contra el que se lanzó la acusación de sodomía como argumento infamatorio. Lo mismo ocurrió con los panfletos maldicentes contra Alfonso el Magnánimo o Juan II de Castilla. Precisamente, en el marco de la crisis castellana de fines del siglo XV, el destronamiento, al grito de ¿¡A tierra, puto!¿, de Enrique IV de Castilla en la farsa de Ávila de 1465 planteó abiertamente, junto a los ecos de la denuncia popular, la lucha por la sucesión.
En la época moderna, la etiqueta se ajustó a ministros y secretarios del gobierno y volvió a alcanzar altura poderosa en la insinuada relación mantenida entre Carlos IV, su esposa María Luisa de Parma y el por entonces omnipotente Manuel Godoy. En el siglo XIX, Francisco de Asís de Borbón llegó a ser conocido por su esposa, la reina Isabel II, como doña Paquita, y fue notoria su convivencia con el duque de Baños en su exilio parisino.

Don Juan, ¿homosexual?

Don Juan Bautista de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, vivió en el Madrid del primer cuarto del siglo XVII y dio origen a la figura literaria del don Juan. Sin embargo, junto a una activa vida amorosa heterosexual, también fue un asiduo amante del entonces sexo prohibido. Sus sátiras y atrevimiento le valieron enemistades poderosas como la del viceprivado chochón (Olivares) o la del propio Felipe IV (Villamediana cortejó a Francelisa, doña Francisca de Tabara, amante del monarca). En 1622 varias personas cercanas al conde fueron encausadas por sodomía. Aunque Villamediana quedó impune, un criado y un mozo de cámara de su servicio fueron quemados. Otro personaje que se libró de la condena gracias a altas influencias fue el famoso actor Juan Rana.
La literatura pornográfica de fines del siglo XIX recordó la condición homosexual del personaje que Zorrilla había convertido en modelo de seductor. La obra anónima Don Juan Notorio. Burdel en cinco actos y 2.000 escándalos nos presentaba las andanzas italianas del personaje, cuyos servicios anunciaba: ¿Desde el duque más altivo / a aquel que pesca en ruin barca, / no hay hombre a quien deje vivo, / y a cualquier culazo abarca / y da del polvo recibo¿.

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