Queda una semana para que se dispute uno de los partidos más seguidos a nivel mundial, unos 1.000 millones de audiencia televisa (ver post Real Madrid-Barcelona: un clásico de macrocifras), que este año adquiere unas connotaciones especiales si tenemos en cuenta que el Barça vive uno de los mejores momentos de su historia y el Real Madrid parece resurgir con la figura de Mourinho. Pero más allá de lo deportivo, ¿por qué el interés por este partido y la rivalidad entre ambos clubes?
En mi libro Fútbol: Fenómeno de Fenómenos relato parte de ello. Comprender lo que representa el “gran clásico” implica darse un paseo por la propia historia personal de Cataluña y del estado español. A finales del siglo XIX, Barcelona era una región industrial con una importante actividad mercantil. Tan sólo EEUU, Inglaterra y Francia podían competir con la producción textil catalana. No obstante, si bien Cataluña contaba con un protagonismo económico notable, el poder político estaba concentrado en Madrid, con lo que los intereses del gobierno central y los de los capitalistas catalanes chocaban frontalmente. Para los nacionalistas, Cataluña era símbolo de la modernidad y el progreso, mientras que Madrid era símbolo del subdesarrollo y el retraso. Mientras el centro luchaba por salir adelante, la burguesía catalana abría sus puertas a las influencias extranjeras a través del comercio.
Esta supremacía catalana no era del agrado del Estado español que la veía como una región de ideas separatistas. Por su parte, los catalanes acusaban al Estado de falta de sensibilidad ante la realidad social. En este contexto histórico surgió el Barcelona Football Club que fue fundado oficialmente el 29 de noviembre de 1899 por el suizo Joan Gamper. Un año después, el 28 de octubre de 1900, a iniciativa de Ángel Rodríguez, nacería la Sociedad Española de Football, que más tarde pasaría a llamarse Club Español de Football, y en 1912, con la concesión del título de “real” por parte de Alfonso XIII, Real Club Deportivo Español. El club blanquiazul, compuesto por castellanos, nació como reacción al club catalán, formado en su mayoría por extranjeros. Pronto, la rivalidad entre ambos equipos se dejó notar. El nombre de “español”, en primer lugar, y el título de “real” después, no eran del agrado de la hinchada culé que veía ambos símbolos una provocación a lo que Cataluña representaba. De este modo el RCD Español se convirtió en el gran rival del FC Barcelona, “el espectro del centralismo en su propia casa” y, en consecuencia, “el enemigo interior a combatir”. El diario Marca recogía en sus páginas: “Mientras el Español era un equipo patriota formado por buenos y sanos españoles, el Barcelona era catalanista hasta la médula haciendo propaganda de un régimen insoportable”.
Asimismo, el club blaugrana desde sus orígenes manifestó activamente sus simpatías políticas participando en numerosos actos para reivindicar la causa catalana, algo que el club blanquizaul no hizo: “El Español y el Barcelona llevaban una mascarilla demasiado pequeña para que no se adivinara enseguida el verdadero sentido de ellas. El deporte era la careta que cubría el sentido político. Uno, el Español, dirigido por personalidades de un matiz conocidísimo como español y patriota y que, arrastrados a la lucha, procuraron de su peculio engrandecer al club y a su nombre, para mostrar al rival de lo que eran capaces un buen puñado de buenos españoles fuesen de dónde fuesen. Otro, el Barcelona, ocupado constantemente en dar en el seno de la sociedad el tono catalanista hasta en su correspondencia, acudía con banderas de colores a actos políticos catalanistas”.
El 14 de junio de 1915, el Barcelona y el Júpiter disputaban en Les Corts –antiguo estadio del club culé– un partido de homenaje al Orfeó catalán. La banda de música de un buque británico atracado en el puerto aprovechó el descanso del partido para interpretar el himno español. Los 12.000 asistentes catalanes presentes comenzaron a abuchear. El desprecio le costó al club una sanción, el estadio se clausuró 6 meses y Gamper tuvo que exiliarse.
Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923–1929) se eliminó la bandera catalana y la lengua oficial fue abolida. Con los dos principales modos de expresión eliminados, muchos vieron en el barcelonismo una forma de manifestar su reacción contra el régimen y un símbolo de resistencia nacionalista, por lo que se afiliaron al club culé. La bandera del Barça sustituyó a la senyera en las manifestaciones políticas de la época, lo que sirvió para reforzar más la vinculación del equipo con la autonomía catalana: “El fútbol español ha jugado ciertos protagonismos políticos en determinados momentos. Sus socios y simpatizantes se han servido muchas veces del poder de convocatoria de la entidad para convertirla en banderín de enganche. Algunos clubes han sido en sí mismos la representación más evidente de un movimiento político en los momentos en que éste ha estado perseguido”.
Con la proclamación de la República, el 14 de abril de 1931, se abría un nuevo episodio en la historia de España. En 1932, se reconocía el carácter diferencial de Cataluña al tiempo que el RCD Español era despojado del título de “real”. Sin embargo, la guerra civil (1936–39), la derrota de la República y la llegada del Generalísimo al poder, marcó una nueva etapa. El invento del Barça como “el ejercito sin armas de una nación sin estado” o “la sublimación épica del pueblo catalán en un equipo de fútbol” se hizo más evidente con Franco en el poder. Por si fuera poco, el presidente del Barça, Josep Sunyol, había sido fusilado en 1936 cerca de la Sierra de Guadarrama por la Coalición Nacionalista: “El Barça fue el símbolo de la posición política de la burguesía nacional y de la pequeña burguesía catalana hasta la guerra civil; después, fue la única forma de expresión elíptica de un conjunto de sentimientos. La prueba principal de esta afirmación reside en el hecho de que los inmigrantes integrados son seguidores del Barça, los no integrados, del Español”.
Con el Caudillo, la rivalidad futbolística con un marcado carácter regional a través del enfrentamiento entre periquitos y culés, quedó en un segundo plano y se trasladó al enfrentamiento entre el Real Madrid –símbolo de la españolidad– y Barcelona –símbolo de la catalanidad–. Franco, al igual que Primo de Rivera, trató de eliminar cualquier brote nacionalista, pero mientras este último reaccionó también de manera aplastante contra el Barça, el primero, más inteligente, vio al club culé como un mal menor con el que convivir y por medio del cual los catalanes podían desahogarse: “[Franco] trató de borrar todas las rivalidades regionales en España, excepto en el fútbol. Promovió el fútbol como un medio saludable para que las regiones descargasen sus tensiones. Como los catalanes no tenían partidos políticos, ni gobierno regional, ni derecho alguno a usar su propia lengua, pusieron todo su orgullo cultural en el Barça. En un partido del Barça, la gente podía gritar en catalán y cantar canciones tradicionales cuando no podía hacerlo en ningún otro lugar”.
Pronto, el fútbol como catalizador de la oposición regionalista adquirió una dimensión mayor: “Lo que está muy claro en el fútbol español es que el deporte balompédico es, en realidad, un semanal enfrentamiento político. El Real Madrid representa algo, y el barcelonista lo sabe; el Barça representa otro algo también, y el madridista también lo sabe”. El presidente del Real Madrid, Santiago Bernabéu, refiriéndose al presidente del RCD Español entre 1967 y 1969, Juan Vila–Reyes, decía: “Le admiro porque preside en Cataluña un club que se llama Español. Eso sí que tiene mérito”. Para el escritor Vázquez Montalbán, “el Barcelona y el Real Madrid son algo más que un club porque asumen valores políticos añadidos. El Barcelona sería algo así como el ejército simbólico desarmado del nacionalismo catalán, y el Real Madrid, el representante del Estado español, papel que se le atribuyó en los tiempos de Franco”.
Durante la dictadura, el Barça sería fichado en los archivos de la Dirección General de Seguridad, como “elemento peligroso y hostil al régimen”. En el expediente abierto al club con el número 29708, se detallaba: “Este club explota su rivalidad con el Español para hacer política catalanista y le rodea un público apasionado, en su mayor parte de ideas separatistas”. Vázquez Montalbán escribió: “Cuarto en la lista de organizaciones que purgar, después de los comunistas, los anarquistas y los separatistas, se hallaba el Fútbol Club Barcelona”.
En 1943, ambos clubes debían medirse en partido de semifinales de la Copa del Generalísmo. En aquella época se había decretado una amnistía que amparaba a los exiliados durante la guerra. En el Barça militaban tres jugadores que habían permanecido huidos después de una gira por América con el club. El partido de ida en Les Corts se había resuelto a favor de los catalanes por 3-0. Antes del comienzo del encuentro de vuelta, uno de los máximos responsables de seguridad entró en el vestuario blaugrana y les recordó: “No olvidéis que algunos de vosotros estáis jugando gracias, únicamente, a la generosidad del régimen, que ha olvidado vuestra falta de patriotismo”. El club culé recibió una sonora goleada: 11–1. Del incidente dio cuenta Samarach en el diario La Prensa. La crónica fue objeto de felicitación por la directiva barcelonista pero el atrevimiento le valió una sanción ejemplar y tuvo que dejar de escribir. El artículo decía: “Quizá si la victoria hubiera sido 4–0 nos volcaríamos a reprochar a éste o aquel jugador del Barcelona. Pero un 11–1 son diez tantos de ventaja. Muchos, demasiados, para que no se busque otra razón que pueda explicarnos este resultado. Si los azulgranas hubieran jugado mal, francamente mal, el marcador no hubiera alcanzado esa cifra astronómica. Lo que pasa es que no jugaron”.
Filosofía culé
La filosofía del Barça viene definida por el lema acuñado por Cirici y Mercè Valera en 1975 “más que un club”, frase que sintetiza de manera explícita los valores que el conjunto blaugrana representa: “Casi nunca una frase tan corta ha podido significar tantas cosas. Cuando alguien ha dicho que el FC Barcelona era más que un club, estaba aludiendo a un fenómeno sorprendente, y creemos que único en el mundo, de una institución deportiva revestida de tanta trascendencia”. Otro presidente de la institución, Narcís de Carreras, lo expresaba en estos términos: “Somos lo que somos y representamos lo que representamos”; igual que el dirigente Agustí Montal i Costa (1969-1977): “El Barça es mucho más que un club. Uno de los éxitos del Barcelona es su poder como entidad integradora de la gente que llega a nuestra tierra y se identifica por medio de nuestro club con nuestra manera de ser”.
Uno de los acontecimientos más relevantes en la historia del club como institución, fue el memorable 5–0 en el Estadio Santiago Bernabéu la noche del 18 de febrero de 1974, con Cruyff como director de orquesta. Algunas crónicas apuntan peyorativamente que el proceso de transición hacia la democracia no comenzó en diciembre de 1973 con el asesinato del almirante Carrero Blanco sino aquella noche épica: “El Barcelona acababa de derrotar a sus mortales rivales del Real Madrid, y prácticamente todo el mundo, jóvenes y viejos, hombres y mujeres por igual, salió a la calle para celebrarlo. Aquella noche hubo más senyeras rojas y amarillas que banderas azulgranas del Barça, particularmente a lo largo de las Ramblas y en la plaza de Catalunya, y la canción que cantaba la multitud era el himno catalán proscrito, Els segadors”. La humillación sirvió para que algunos calificaran a ese año como el mil novecientos cero cinco. Hoy todavía la gesta se sigue celebrando: “Hay victorias tan gozosamente sentidas que son motivo de celebraciones en aniversarios señalados. Para el Barça es casi fiesta de guardar el 0–5 de 1974 en el Estadio Santiago Bernabéu. Los veinte años de aquella gesta no pasaron inadvertidos. Humillar al contrario, aunque sea con efemérides que no han vivido miles de socios, forma parte de la pugna permanente”.
Con la democracia en marcha
El 28 de diciembre de 1975, poco después de la muerte de Franco, el Real Madrid debía jugar en el Nou Camp. Los catalanes esperaban con ansia el encuentro. Numerosas banderas catalanas lograron colarse al interior del estadio. El equipo local venció por 2-1. La afición estalló de alegría y celebró la victoria deportiva con sabor político. Años más tarde y ya con la democracia más consolidada, en una final histórica de la Copa del Rey en 1983, el Barça se imponía a su eterno rival por 2-1, triunfo que el alcalde socialista de la ciudad catalana, Pascual Margall, calificó así: “Esta victoria satisface los deseos de todo un pueblo”.
El presidente del Barça hasta 2010, Joan Laporta, también hizo gala de su catalanidad durante su viaje oficial a Bosnia–Herzegovina en 2005. En el discurso ante las autoridades del país decía: “El Barça es un club de Barcelona, capital de nuestro país, Catalunya. Estamos orgullosos de ser catalanes y aquí podemos manifestar esos sentimientos con el mismo orgullo que vosotros decís que sois bosnios”. En una entrevista a El Mundo, el dirigente decía: “El Barça es un club poliédrico, promueve unos valores que son universales como el civismo, la deportividad y el hecho diferencial de que es un club catalán de fútbol que está muy vinculado y entroncado con la sociedad catalana. Para un catalán del Barça, la catalanidad del club es muy importante”. Y también: “La catalanidad del Barça es una realidad. Es entendida, comprendida y aceptada por todo el barcelonismo. Nuestra directiva es catalanista. El Barça ha tenido históricamente un papel extraordinario para promover los valores del catalanismo. A nivel político también ha tenido ese papel. Ya desde sus inicios, Hans Gamper, que era suizo, tuvo la habilidad de vincular mucho al club con Cataluña. En los años 20, la entidad ya se posicionó en cuestiones como el apoyo al Estatut y ya se consideró al Barça como el club de Cataluña. Ahora somos más que un club en Cataluña, más que un club en España y estamos en el marco de una estrategia corporativa para ser más que un club en el mundo”.
En la actualidad (y como siempre), en Can Barça los triunfos barcelonistas son celebrados por el soci culé con un “¡Visca el Barça!” seguido de un incondicional “¡Visca Catalunya!”, símbolo ideológico de la identidad del club con el regionalismo catalán.
* Hoy en el Blog de Aprende del Deporte (@aprendeldeporte) el post: No, así no, de cualquier forma no.