Revista Opinión

La Iglesia y la política

Publicado el 28 julio 2017 por Jamedina @medinaloera

La Iglesia y la política

El Papa Francisco.

Ahora que se inicia el ciclo sexenal para la renovación de los poderes políticos de México, es oportuno recordar lo que al respecto dicta la doctrina social de la Iglesia Católica, que es la de mayor influencia en el conjunto del electorado nacional.

En primer lugar, es necesario tener en cuenta el pensamiento que sobre el particular ha reiterado en diversas ocasiones el Papa Francisco, quien recomienda a los fieles “entrometerse” en la actividad política, ya que lo contrario no es un buen camino.

La política –asegura el Papa–, es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común, y ante esta grave responsabilidad –agrega—no se vale lavarse las manos, ya que todos debemos aportar algo.

El católico sí se mezcla en política
Cuántas veces hemos escuchado –dice el Pontífice—que el católico no se mezcla en política, y esto no es verdad, no es buen camino, porque hay que participar dando lo mejor de sí para que los gobernantes puedan gobernar bien.

Tenemos la costumbre –apunta—de hablar mal de los gobernantes y sobre las cosas que no van bien, haciendo énfasis en lo negativo, siempre en contra. Sin embargo, pocos piensan en colaborar con su opinión y con acciones correctivas para bien de la comunidad.

Esta es en esencia la doctrina social de la Iglesia que ha venido promoviendo el Papa Francisco.

Es evidente que cuando él recomienda a los fieles “entrometerse” en política, se refiere desde luego a la buena política, en su concepción clásica, que es la que busca el bien de los demás, no sólo el provecho personal o de grupo.

Proselitismo político
En este contexto, vale la pena aclarar que una cosa es promover la buena política, y otra muy distinta hacer proselitismo en favor de determinado partido, actividad que en nuestro país está limitada para el clero católico y para ministros de otras religiones, en razón de la separación Iglesia-Estado.

Los sacerdotes en su mayoría, no obstante su calidad ciudadana, han tenido el cuidado de acatar la disposición constitucional que les impide declararse abiertamente en favor de tal o cual partido, para no inducir el voto; de paso muestran con ello respeto al credo político de sus feligreses.

Además, la experiencia histórica ha demostrado que cuando los líderes religiosos se apartan de sus funciones para dedicarse a la política militante pueden provocar serios problemas. La Guerra Cristera, por ejemplo, tuvo su origen en el desacato a ordenamientos constitucionales, que si bien eran discutibles, no tenían por qué desembocar en tan grave conflicto.

En conclusión, católicos y no católicos podemos y debemos hacer política durante los meses que se avecinan para lograr la renovación pacífica de los Poderes de la Unión y de los demás niveles de gobierno, sin ánimo de dividir a los mexicanos, pero sí aportando lo mejor de nosotros mismos para que sean los ciudadanos mejor calificados quienes ocupen los cargos públicos, y desde luego apoyarlos en todo lo posible para combatir los grandes males del país.

javiermedinaloera.com

Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 4 de junio de 2017.


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