El gesto de U2 de regalar su nuevo disco ha descolocado aún más
a la ya despistada industria musical
U2 ha regalado su nuevo disco (íntegro) a varios millones de usuarios de iTunes. Esta idea, además de provocar fuerte polémica, presenta un nuevo escenario para el negocio musical. Por un lado, algunos de los colegas de los irlandeses (desde Black Keys a Iggy Pop) los han puesto a caldo por ‘abaratar’ tanto los precios: “han devaluado la música”. Otros afirman que no es más que una estrategia publicitaria para meter mucho ruido y que se hable de ellos, lo que redundará en apetitosas ventas posteriores. Incluso da la impresión de que el propio Bono, que parece perder la cordura por momentos, no se entiende ni a sí mismo, pues ha reconocido que regalar todo un disco (que requiere miles de horas de composición, arreglos, ensayos, producción, grabación, edición…) fue un acto que estuvo entre la megalomanía y la generosidad, entre el marketing y el temor a que su trabajo no se convirtiera en éxito…; sí, el cerebro del veterano cantante ha debido sufrir lo suyo tras tantos años de decibelios. Además, los clientes de iTunes comprobaron cómo el álbum se les metió automáticamente en sus teléfonos sin pedir permiso, cosa que mosqueó a muchos (millones), que han protestado airadamente. Por cierto, el álbum en cuestión, ‘Songs of inocence’ (cuya portada es inexplicable), será recordado por eso, por el lío, no por sus canciones, que están a años luz de merecer entrar en su lista de grandes éxitos.
Por otro lado, varios importantes managers de algunos de los grupos y solistas más vendedores se han reunido ante la singular iniciativa de U2, lo que significa que la acción de regalar no ha dejado a nadie indiferente; algunos de aquellos representantes han afirmado que hay gente asustada ante tal ‘innovación’ (seguro que los ejecutivos de las grandes firmas también están cavilando sobre el asunto). Sea como sea, tanto los músicos como las discográficas y todos los que viven en este universo están confusos, inseguros, sin tener la más mínima idea de por dónde irá el negocio, y nada hay más preocupante que tener que caminar sin ver por dónde.
Es interesante recordar cómo la industria del disco empieza a tener verdadera relevancia a partir de la irrupción del rock & roll. El vinilo reinó de modo absoluto durante décadas y se reprodujo hábilmente (single, epé, elepé, maxi-single, edición limitada, fotodisco…), de modo que o se compraba o se escuchaba la radio; luego la casete pareció hacerle algo de sombra, pero lo cierto es que nunca fue lo mismo comprar un Lp que una cinta, e igualmente colocar una aguja sobre el surco era un rito de mayor empaque que pulsar el ‘play’, puesto que las C-60 venían a ser soportes de segunda división; y aunque la gente grabó mucho, los perjuicios causados no fueron realmente excesivos. Otros inventos como el cartucho o la bobina abierta para magnetofón apenas se usaron fuera del ámbito profesional. El cedé estaba destinado a destronar al disco tradicional, y así pareció durante un tiempo, sin embargo, hay indicios claros de su decadencia. Hoy, internet proporciona infinitas modalidades para escuchar, comprar, poseer o bajar música, y con ellas tienen que competir los soportes físicos. Por eso, el gesto del cuarteto irlandés viene a ser, entre otras cosas, un nuevo competidor, una nueva opción: además de vender, también se puede regalar. La maquinaria que lleva la canción desde el autor hasta el oyente-consumidor varía, evoluciona, y siempre lo ha hecho; el problema es que el nuevo medio ofrece tantas posibilidades que nadie se atreve a apostar decididamente. Será muy interesante comprobar por dónde irán los tiros: ¿quién se atreve a vaticinar qué pasará?, ¿quién puede prever cómo llegará la pieza a los altavoces de casa y cómo el dinero al músico?, ¿gestionará éste todo el proceso o recurrirá a intermediarios? Es posible que en los próximos años se puedan distinguir perfectamente dos tipos de consumidores de música: por un lado los que además de las canciones quieren tener algo en las manos, y por otro los que sólo quieren escuchar música sin más consideraciones; aunque en realidad ya existen estas dos vertientes, pueden llegar a separarse tanto que la industria opte por crear dos tipos de productos. De todos modos, las infinitas puertas que se abren con cada innovación tecnológica permiten pensar en la aparición de soluciones inimaginables a día de hoy que pueden cambiar todo el entramado.
Llama la atención leer que en Inglaterra se venden tantos discos de vinilo como hace casi veinte años: en lo que va del presente se han despachado 800.000 elepés…, y quedan las Navidades. Pero esto apenas es el uno por cien de las ventas totales, de las que aproximadamente dos tercios siguen siendo cedés y un tercio digitales; lo interesante del asunto es que las cosas parecen estar cambiando. ¿Volverán a venderse elepés hasta alcanzar cifras significativas? ¿Terminará por imponerse el modelo que acaban de ‘inventar’ U2?
CARLOS DEL RIEGO