El pasado sábado 29 de julio se inauguró la exposición La intimidad es política en los distintos espacios del Centro Cultural Metropolitano de Quito (MET). En ellos resuena un discurso crítico compartido entre 17 artistas y colectivos provenientes de diversos países del mundo: la intimidad es política y, por lo tanto, contestataria, resistente y disidente. Mediante instalaciones, performances, dibujos, pinturas, esculturas, videos e intervenciones site-specific, las obras que se presentan en el MET celebran la diferencia y ponen en desequilibrio las formas de poder que oprimen a los cuerpos diversos. La intimidad es política es una exposición curada por la española Rosa Martínez -quien fue la primera mujer directora de la Bienal Internacional de Venecia, en 2005- y presenta las múltiples maneras en las que se expresa el deseo, la clase, la raza y el género.
“Hay artistas que exponen sus diferencias de forma muy clara, radical. Veremos a artistas gais, lesbianas y trans que buscan otras formas de estar en el mundo y expresan esa voluntad de ser feliz según lo que cada uno siente”, dijo Martínez durante una visita guiada en los patios, salas y terrazas que contienen las obras. En la primera sala se exhiben las imágenes de la artista sudafricana Zanele Muholi, quien es una fotógrafa que mediante su trabajo defiende la alegría y las diversidades sexogenéricas, desde una mirada que cuestiona la colonialidad y los prejuicios de raza. En la serie Bellezas valientes’, Muholi retrata a sus amigos que reinventan sus cuerpos, mientras que en la serie Salve la leona negra, ella se hace autorretratos que trastocan los mitos que se han creado sobre la negritud. En el mismo salón están las obras de los ecuatorianos Juana Córdova y Santiago Reyes. El trabajo de Córdova se relaciona con el entorno natural donde vive, en la cima de un acantilado de la costa ecuatoriana.
La artista presenta Lluvia de semillas, un conjunto escultórico que representa las semillas y hojas del mangle rojo, una especie amenazada por la tala y la construcción industrial de piscinas camaroneras. En la instalación Vuelo de rutina, la artista dispone sobre un camino de arena plumas de fragatas y pelícanos, formando un mapa que indica los puntos de anidación y alimentación de esta especie animal. Santiago Reyes propone la obra ‘Eric et moi dormant’ (Eric y yo durmiendo), una imagen que originalmente fue creada para instalarse como valla en el espacio público de Cuenca, en la Bienal de 2007, pero que no obtuvo los permisos institucionales para ser exhibida al aire libre. En este trabajo se muestran dos hombres durmiendo en una cama. Uno de ellos tiene el torso descubierto y el otro, representado por Reyes, viste una camiseta del equipo ecuatoriano de fútbol. La segunda sala está dedicada al trabajo del colectivo de las artistas y activistas feministas estadounidenses Guerrilla Girls, quienes desde 1985 cuestionan la ausencia de mujeres creadoras en las instituciones culturales y las representaciones arquetípicas que hacen de ellas. Su crítica arrancó cuando el MoMA (Museum of Modern Art) hizo una exposición, en 1985, titulada An Internacional Survey of Painting and Sculpture. De los 169 artistas que estaban en aquella muestra, solo 13 eran mujeres. Desde esta realidad, Guerrilla Girls, quienes siempre visten máscaras de simios o pasamontañas, hacen grafitis interactivos e intervenciones visuales con mensajes que revelan la desigualdad entre géneros.
Al final de esta sala hay un cuarto pintado de negro que tiene la leyenda “No soy feminista, pero si lo fuera, de esto es de lo que me quejaría”. El espectador está invitado a escribir con tiza sobre lo que le incomodaría si fuera feminista. En el segundo piso del MET está la obra de Santiago Sierra, quien es de origen español pero se define como apátrida. El artista presenta ‘146 mujeres’, de 2005, un trabajo realizado en India y que consiste en una serie de 146 retratos en blanco y negro de mujeres fotografiadas de espaldas. Las imágenes fueron tomadas en Vindraban, conocida como la ciudad de las viudas por el elevado número de mujeres que emigran allí tras morir sus esposos. La muestra continúa en ese mismo piso con el trabajo de Marina Abramović titulado Family Portrait (2008) y que forma parte de la obra 8 Lessons of Emptiness with a Happy End. Esta pieza -que juega con el video y la fotografía- fue realizada en Laos y aborda el problema de la excesiva representación de la violencia en los medios de comunicación contemporáneos. “Ella es la abuela de la performance; una mujer radical, valiente, cuyo trabajo tiene su origen en el cuerpo, en su propio cuerpo”, dijo Martínez.
La artista guatemalteca Nora Pérez propone las obras Cuerpo desbordado, Duna, Asunción, Transacción, y Frontera, las cuales reflexionan “sobre el cuerpo como lugar en el que se ejercen el poder y la violencia colonial y política; (la artista) explora también las contradicciones sociales y juega críticamente con la cultura popular”. La española Cristina Lucas llega al MET con la video proyección ‘Habla’, de 2008, en la cual ella parece armada con un mazo y empieza a destruir una reproducción en yeso del Moisés de Miguel Ángel, tomando como referente literal y filosófico el texto de Friedrich Nietzsche, El ocaso de los ídolos, o cómo se filosofa a martillazos. En esta obra la artista cuestiona al patriarcado y al monoteísmo. En las terrazas del MET aparece la propuesta del colectivo boliviano Mujeres creando, quienes realizaron un mural denominado ‘Milagroso Altar Blasfemo’, en el cual reinterpretan desde la ironía y la crítica mordaz la función colonial que tuvieron los altares instalados históricamente en América. Mujeres creando pintaron cuatro vírgenes a las que llamaron: Virgen protectora de las aborteras, Virgen trans, Virgen dolorosa del feminicido y Virgen pecadora. “Los altares tienen una tradición importante en la época colonial para instaurar a través del catecismo una visión colonial de los cuerpos, de la sexualidad: Nosotras cuestionamos esa historia y la descomponemos”, dice María Galindo, integrante del colectivo y una de las feministas más reconocidas de América Latina.
En el otro extremo de la terraza del MET, Regina José Galindo, quien en 2005 recibió el León de Oro a la mejor artista joven en la Bienal de Venecia, presenta la obra No violarás, una instalación que originalmente fue realizada como una valla en la Calzada de Roosevelt, en Guatemala, donde operaba una banda de violadores. Una serie de grandes cubos con la frase No violarás fueron instalados en las calles de Quito, como un llamado de atención ante la violencia machista. En el resto de salas de la institución se exhiben las obras Expoliada 2, Colorando / Decolorando y Nudo Gordiano, de Sandra Monterroso. El trabajo de esta artista guatemalteca de ascendencia indígena y mestiza es una crítica hacia los procesos de colonialidad acentuados en su territorio. En la obra ‘Flujo’, instalada en el patio sur del MET, la artista Priscilla Monge hizo que el agua que fluye de la fuente central se tiñera de color rojo, como una forma de expresar tanto el fluido vital que se renueva y da vida, así como la violencia de la sangre derramada en actos de guerra y barbarie. Otros de los artistas que integran La intimidad es política son Núria Güell, con ‘La feria de las flores’; Katia Sepúlveda, con Pascha Revolution!; Amal Kenawy, con ‘El silencio de los corderos’ y ‘El bosque artificial púrpura’; y testimonios visuales de las mujeres y hombres de comunidades indígenas zapatistas de Chiapas. En el día de la inauguración la artista Saskia Calderón hizo el performance ‘Mater’. La muestra estará abierta hasta el 29 de octubre.
Fuente: Diario EL TELÉGRAFO