Revista Historia

La islamización del paraíso (1)

Por Tiburciosamsa

Cuando uno piensa en las islas Maldivas se le vienen a la cabeza imágenes de playas de arena fina, buceo y palmeras. Para actualizar la imagen, convendría que a uno se le empezasen a venir imágenes de mujeres en burka e imanes barbados.
Las islas Maldivas se islamizaron en el siglo XII cuando un santón musulmán que según unos venía de Sri Lanka, según otros del norte de África y según unos terceros de Irán (esto es lo más probable) convenció al rey Dharmavan de que Dios no había más que uno y Mahoma era su profeta. El rey ordenó a sus súbditos que se convirtiesen echando leches y a los monjes budistas del reino les dio la alternativa de separarse de su fe o de sus cabezas. Parece que la islamización fue rápida y posiblemente volaran las hostias para los que no se quisieran convertir. La destrucción de monumentos y manuscritos budistas fue completa. Tanto que a partir de ese momento el ser musulmán se convertiría en el elemento identitario básico de los maldiveños.
Los maldiveños son sunníes y siguen la escuela shafií. Mal comunicado con los grandes centros musulmanes de Oriente Medio y de Asia, el Islam maldiveño absorbió muchas prácticas y costumbres tradicionales y el nivel de conocimiento teológico de buena parte de la población fue bajo. Para muchos el Islam se limitaba a cumplir con el ramadán y las oraciones y poco más.
Teniendo poco que ofrecer económicamente, las Maldivas sólo atrajeron un lejano interés por parte de los europeos: unos cuantos conquistadores portugueses tocando las narices durante algunos lustros en el siglo XVI y un suave protectorado holandés a finales del XVIII, que fue traspasado a los ingleses en el XIX. En 1887, mediante un tratado, los británicos formalizaron su protectorado sobre las islas, que fue suave y dejó pocas huellas.
La historia de las Maldivas durante el protectorado británico fue la historia de las luchas entre unos sultanes ineficaces y sus Primeros Ministros y las disputas sobre la presencia militar británica en Gan y Hittadu. También fue la historia de la redacción de Constituciones, práctica que a los maldiveños parece gustarles todavía más que a los thailandeses: entre 1932 y 1965, cuando accedieron a la independencia, Maldivas se dotó de 8 constituciones (1932, 1934, 1937, 2 en 1942, que fue un año muy productivo en lo que a constituciones se refiere, 2 en 1954 y 1964).
Hasta que a Maldivas le entró la fiebre constitucionalista, el sistema legal consistía en la shariah interpretada a la luz de las costumbres tradicionales. Los sultanes se hacían asesorar por una serie de consejeros, entre los que había sabios musulmanes. La posición de estos sabios era equívoca: podían ejercer mucha influencia sobre el gobierno del país, pero el día que al sultán se le cruzaban los cables, les daba la patada y a otra cosa. 
Hasta finales de los setenta, las Maldivas permanecieron al margen de los movimientos que, inspirados por los Hermanos Musulmanes de Egipto y por el Jamaat-e-Islami de Pakistán, agitaron al Islam global. La cosa cambió cuando Maumoon Abdul Gayoom llegó al poder en 1978.
Gayoom había sido uno de los primeros maldiveños en estudiar en la universidad cairota de El-Azhar en los cincuenta. Su área de estudio fue la jurisprudencia musulmana. Allí entabló contacto con los Hermanos Musulmanes y llegó a asistir a prédicas de su fundador, Sayyed Qutb. También se vio influido por el nacionalismo progresista de Nasser y uno sospecha que sus métodos expeditivos y autoritarios no le dejaron del todo indiferente.
Gayoom era básicamente un islamista moderado, nacionalista y autoritario. Yo encuentro que en la islamización que promovió hay muchos elementos comunes con la que Mahathir promovió en Malasia. En ambos hubo una combinación de convicción y cálculo político. Ambos creían firmemente en el Islam y ambos vieron cómo les podía ayudar a mantenerse en el poder. En el caso de Mahathir se trataba de evitar que la oposición del PAS pudiera hacer del Islam una bandera que utilizar en su contra. En el de Gayoom, se trataba de desacreditar al régimen de su predecesor y a las antiguas élites, que eran laicistas.
La promoción del Islam en los ochenta tomó formas que en principio pudieron parecer no muy amenazadoras: construcción masiva de mezquitas; establecimiento de escuelas coránicas; edificación de la gran mezquita de los viernes en Male, que fue financiada, entre otros, por capitales de los Estados del Golfo, Pakistán, Brunei y Malasia y fue una señal del creciente influjo de los países árabes sobre el Islam maldiveño; becas para cursar estudios islámicos en Oriente Medio y Pakistán (Gayoom viviría para lamentar la concesión de esas becas). Dado el bajo nivel de conocimiento de la religión musulmana que tenían los maldiveños las medidas podían ser vistas hasta con simpatía.
Gayoom hizo del Islam una herramienta para afianzar su poder. Primero le había ayudado a desacreditar y deslegitimizar a sus predecesores. Ahora le serviría para rodearse de una aureola de infalibilidad. Aprovechando sus credenciales de licenciado en estudios islámicos por la prestigiosa universidad de Al-Azhar, llegó a autodesignarse en el artículo 38 de la Constitución de 1998 como “la autoridad suprema para propagar los principios del Islam en las Maldivas.” Gayoom estableció una simbiosis con las madrasas y los predicadores: él los financiaría generosamente y ellos promoverían el tipo de Islam sunní estatalizado que él quería. En su afán controlador, Gayoom fue tan lejos como distribuir a las mezquitas los sermones que debían predicar los viernes.
No obstante, como también descubrieron los malasios, la religión es un genio que cuando lo sacas de la botella, ya no lo puedes volver a meter en ella. Algunos de esos jóvenes a los que Gayoom había becado con tanto entusiasmo, regresaron del extranjero imbuidos de wahabismo y salafismo, decididos a arabizar el Islam maldiveño. Gayoom reaccionó promulgando la Ley de Protección de la Unidad Religiosa de 1994 cuyo objetivo era unificar la práctica y la predicación del Islam, al tiempo que restringía la práctica y manifestación de cualquier otra religión. Con esta Ley y la Constitución de 1998 quien creyese en Allah de una manera que no fuese la prescrita por Gayoom lo llevaba jodido.
Con todo y con eso, para comienzos del siglo XXI, el ascenso del Islam radical ya era un hecho ante el cual el mismo Gayoom tenía que doblar la cerviz. En 2003 aparecieron posters con la cara de Osama bin Laden en Edhyafushi. En 2005 una tienda de Male fue atacada por haber exhibido un Santa Claus. Aparecieron centros de difusión del Islam radical, el más notable de los cuales fue la mezquita de Dar-ul Khair en Himandhoo. En octubre de 2006 el gobierno ordenó su demolición que hubo de hacerse frente a la resistencia de los lugareños, que poco después la reconstruyeron. En septiembre de 2007 se produjo el primer atentado terrorista en el país, cuando una bomba rudimentaria estalló en Sultan Park, en Male, e hirió a doce extranjeros.
Lo peor fue que los radicales maldiveños para entonces ya habían establecido contactos con las redes islamistas internacionales. Un momento clave para esos contactos fue el tsunami de diciembre de 2004. Una serie de organizaciones islámicas internacionales desembarcaron en las Maldivas con el pretexto de realizar tareas humanitarias. Entre ellas estaba Idara Khidnat-e-Khalq (IKK), que es el brazo “caritativo” del grupo pakistaní Lashkar-e-Tayyiba (alias también Jamaat-ud-Dawa). Parte de la ayuda humanitaria de IKK consistió en enviar a jóvenes maldiveños a que se “formaran” en madrasas radicales de Pakistán. La mejor muestra de que Maldivas había entrado en las redes del fundamentalismo islámico fue que empezó a detectarse la presencia de maldiveños en grupos extremistas internacionales. El primero fue Ibrahim Fauzee, un clérigo que fue capturado en 2002 en una casa que se sospechaba que era una base de al-Qaeda en Karachi. 

Volver a la Portada de Logo Paperblog