Revista Cultura y Ocio
Texto: © Carlos Navarrete Navarro
A partir de 1939, muchos de los poetas de la denominada Generación del 27 siguen con sus publicaciones, unos en España y la mayoría en el exilio. Pedro Salinas escribe en el exilio El contemplado, Todo más claro y Confianza. Jorge Guillén escribe Fe de vida, Clamor y Homenaje, Gerardo Diego, en España, Primera antología, Limbo, sus dos libros de índole religiosa Viacrucis y Ángeles de Compostela, y Alondra de verdad. Vicente Aleixandre, tras la Guerra Civil escribe Sombra del paraíso, Nacimiento último, Picasso o Retratos con nombre. Prados, desde el exilio, escribe Memoria del olvido Antología o La piedra escrita, donde se muestra de nuevo el panteísmo de sus primeras obras y Manuel Altolaguirre escribe Poemas de las islas invitadas, Nuevos poemas de las islas invitadas, Fin de un amor y Poemas en América. También Rafael Alberti escribe una vasta obra en el exilio: Cantata de la línea y el color, con la omnipresente pintura como tema, Ora marítima, recordando a su Cádiz natal, Baladas y canciones del Paraná, donde muestra la vida en Argentina y la poesía de intención social en Entre el clavel y la espada. También merecen citarse, Roma, peligro para caminantes y Canciones del alto valle del Anienne.
También prosiguen con su poesía en el destierro otros autores que no pertenecen a la Generación del 27 como León Felipe, (Español del éxodo y del llanto ) Pedro Garfias (Río de aguas amargas ) o Juan Gil-Albert (Las ilusiones ) que también escribió en España una vez regresado del exilio. (Fuentes de la constancia )
Durante los años 50 continúan su labor poética muchos de los poetas de posguerra, no obstante es predominante la poesía de intención social. Se concibe la poesía como una herramienta que debe ayudar a la toma de conciencia social. Interesa una poesía que vaya dirigida a la inmensa mayoría. Entre los poetas de esta etapa destacamos a Gabriel Celaya, que prefiere un lenguaje coloquial y cierta exposición narrativa, (Las cartas boca arriba, Cantos iberos, Las resistencias del diamante ) José Hierro, que con un tono nostálgico, expresa la amargura por las ilusiones no cumplidas, (Tierra sin nosotros, Con las piedras, con el viento, Cuanto sé de mí, Tierra de las alucinaciones ) y Blas de Otero, que es el más destacado representante de la poesía social. En 1955 publica Pido la paz y la palabra, con la que rompe con su poesía anterior, de corte existencial, y comienza a elaborar una crítica, sin caer en el pesimismo, de la situación de la España de su época. Más contundente en este sentido es En castellano. Insiste con Que trata de España en la línea de los dos poemarios anteriores. La obra poética de estos autores toma nuevos cauces en las décadas posteriores.
Durante los años 60 se produce una profunda renovación formal en la poesía. Se critica ahora de forma irónica y distanciada la situación política española y en todos los poetas hay una atención extrema hacia el lenguaje, aunque con un deseo sobre todo de naturalidad. Se caracterizan también por su carácter metapoético, es decir, de reflexión sobre la propia poesía y por la revalorización que hacen de Luis Cernuda. Podemos citar como relevantes a Ángel González, (Sin esperanza, sin convencimiento ) Jaime Gil de Biedma, (Moralidades, Poemas póstumos ) Francisco Brines (Palabras a la oscuridad ) y entre los denominados novísimos, a Pere Gimferrer, que desde 1970 publica sus versos sólo en catalán.
Pero sin duda, dentro de los poetas de esta generación, tiene especial relevancia José Ángel Valente. Para éste, la poesía es una forma de acceso a una realidad intuida y toda su obra es una depuración en busca del rigor expresivo y la pureza conceptual, aunque durante los 60 se acentúe en él el tono irónico y el tono conversacional. Destacamos sus obras: La memoria y los signos, Treinta y siete fragmentos, El fulgor o Nadie.
A partir de 1970 y hasta hoy, la multiplicidad de textos y autores es notoria en la lírica. A partir de la muerte de Franco, el grupo poético más importante sigue siendo el de los novísimos, aunque también se mantiene la línea metapoética comenzada por Gil de Biedma. Sin embargo se va dando paso cada vez más a muchos poetas que entroncan con la tradición poética como Luis Antonio de Villena o Antonio Carvajal. Otros novísimos como Manuel Vázquez Montalbán unen a estas tendencias las alusiones políticas y la intención social.
A partir de 1939, muchos de los poetas de la denominada Generación del 27 siguen con sus publicaciones, unos en España y la mayoría en el exilio. Pedro Salinas escribe en el exilio El contemplado, Todo más claro y Confianza. Jorge Guillén escribe Fe de vida, Clamor y Homenaje, Gerardo Diego, en España, Primera antología, Limbo, sus dos libros de índole religiosa Viacrucis y Ángeles de Compostela, y Alondra de verdad. Vicente Aleixandre, tras la Guerra Civil escribe Sombra del paraíso, Nacimiento último, Picasso o Retratos con nombre. Prados, desde el exilio, escribe Memoria del olvido Antología o La piedra escrita, donde se muestra de nuevo el panteísmo de sus primeras obras y Manuel Altolaguirre escribe Poemas de las islas invitadas, Nuevos poemas de las islas invitadas, Fin de un amor y Poemas en América. También Rafael Alberti escribe una vasta obra en el exilio: Cantata de la línea y el color, con la omnipresente pintura como tema, Ora marítima, recordando a su Cádiz natal, Baladas y canciones del Paraná, donde muestra la vida en Argentina y la poesía de intención social en Entre el clavel y la espada. También merecen citarse, Roma, peligro para caminantes y Canciones del alto valle del Anienne.
También prosiguen con su poesía en el destierro otros autores que no pertenecen a la Generación del 27 como León Felipe, (Español del éxodo y del llanto ) Pedro Garfias (Río de aguas amargas ) o Juan Gil-Albert (Las ilusiones ) que también escribió en España una vez regresado del exilio. (Fuentes de la constancia )
Durante los años 50 continúan su labor poética muchos de los poetas de posguerra, no obstante es predominante la poesía de intención social. Se concibe la poesía como una herramienta que debe ayudar a la toma de conciencia social. Interesa una poesía que vaya dirigida a la inmensa mayoría. Entre los poetas de esta etapa destacamos a Gabriel Celaya, que prefiere un lenguaje coloquial y cierta exposición narrativa, (Las cartas boca arriba, Cantos iberos, Las resistencias del diamante ) José Hierro, que con un tono nostálgico, expresa la amargura por las ilusiones no cumplidas, (Tierra sin nosotros, Con las piedras, con el viento, Cuanto sé de mí, Tierra de las alucinaciones ) y Blas de Otero, que es el más destacado representante de la poesía social. En 1955 publica Pido la paz y la palabra, con la que rompe con su poesía anterior, de corte existencial, y comienza a elaborar una crítica, sin caer en el pesimismo, de la situación de la España de su época. Más contundente en este sentido es En castellano. Insiste con Que trata de España en la línea de los dos poemarios anteriores. La obra poética de estos autores toma nuevos cauces en las décadas posteriores.
Durante los años 60 se produce una profunda renovación formal en la poesía. Se critica ahora de forma irónica y distanciada la situación política española y en todos los poetas hay una atención extrema hacia el lenguaje, aunque con un deseo sobre todo de naturalidad. Se caracterizan también por su carácter metapoético, es decir, de reflexión sobre la propia poesía y por la revalorización que hacen de Luis Cernuda. Podemos citar como relevantes a Ángel González, (Sin esperanza, sin convencimiento ) Jaime Gil de Biedma, (Moralidades, Poemas póstumos ) Francisco Brines (Palabras a la oscuridad ) y entre los denominados novísimos, a Pere Gimferrer, que desde 1970 publica sus versos sólo en catalán.
Pero sin duda, dentro de los poetas de esta generación, tiene especial relevancia José Ángel Valente. Para éste, la poesía es una forma de acceso a una realidad intuida y toda su obra es una depuración en busca del rigor expresivo y la pureza conceptual, aunque durante los 60 se acentúe en él el tono irónico y el tono conversacional. Destacamos sus obras: La memoria y los signos, Treinta y siete fragmentos, El fulgor o Nadie.
A partir de 1970 y hasta hoy, la multiplicidad de textos y autores es notoria en la lírica. A partir de la muerte de Franco, el grupo poético más importante sigue siendo el de los novísimos, aunque también se mantiene la línea metapoética comenzada por Gil de Biedma. Sin embargo se va dando paso cada vez más a muchos poetas que entroncan con la tradición poética como Luis Antonio de Villena o Antonio Carvajal. Otros novísimos como Manuel Vázquez Montalbán unen a estas tendencias las alusiones políticas y la intención social.