Revista Cultura y Ocio

La llanura pampeana, escenario de western argento y contemporáneo

Publicado el 26 febrero 2015 por María Bertoni
La película de Juan Schmidt desembarca al miércoles 4 de marzo en el Centro cultural de la Cooperación.

La película de Juan Schmidt desembarca al miércoles 4 de marzo en el Centro Cultural de la Cooperación.

Tras asaltar una financiera en la gran ciudad y dejar en el camino a un compañero muerto, cuatro tipos malos se esconden en el pueblo natal de dos de ellos -el líder y su hermano- para pasar desapercibidos mientras aguardan los pasaportes falsos con los que abandonarán el país. Los entretelones de esta espera constituyen el eje central de Polvareda, ópera prima del argentino Juan Schmidt que ambienta en nuestro campo (concretamente en la localidad bonaerense de Carlos Keen) una rara combinación de western con género yakuza. Ganadora de una distinción en el 28° Festival de Cine de Mar del Plata (premio al actor revelación, José Manuel Espeche), la película desensillará la semana próxima en la sala González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, donde se proyectará los miércoles de marzo a las 20.

La dosis de western es muy superior a la de género yakuza. Así lo adelanta el título del film (el nombre del pueblo devenido en aguantadero) y lo confirman las vueltas narrativas que incluyen la intervención de la Ley (o The Law), representada por la figura del comisario veterano que encarna el galardonado Espeche.

La música original de Pablo Sala establece una primera articulación formal entre el género puro y la ambientación local. De hecho, a lo largo de la película conviven melodías propias del Lejano Oeste y otras tantas de nuestra llanura pampeana. El segundo engranaje pivotea en torno a la hermosa fotografía de Rodrigo Ottaviano, que le da color autóctono a la crónica de una espera con final casi-casi anunciado.

La dosis yakuza se manifiesta en los códigos mafiosos de la banda, en el hecho de que dos integrantes son hermanos, en los trajes oscuros que los cuatro visten la mayoría de las veces. También aplica el presunto pasado policíaco del cabecilla, aunque algunos espectadores entenderán este detalle como otra pincelada de color local.

Además de rendirles homenaje a los géneros en cuestión, Polvadera coquetea con un tema igual de clásico: la relación que los seres humanos mantenemos con nuestro pasado y con el lugar donde nacimos y nos criamos. En este sentido, las reacciones que provoca el regreso -en este caso forzado- al pueblo natal constituyen el segundo gran eje narrativo del guión que Schmidt escribió con Fabián Roberti y Marcos Vieytes.

Da gusto reencontrar a Horacio Camadulle Luna y a Eduardo Cutuli entre los actores que encarnan a los delincuentes. Al primero lo buscamos desde que lo descubrimos años atrás en la entrañable Gigante; al segundo lo reconocemos enseguida, gracias a su trayectoria televisiva sobre todo en Pol-ka.

Por otra parte, cabe destacar el trabajo de Enrique Papatino y Leandro Coccaro, que interpretan a los hermanos malandras. También el de Pedro Jerez, que hace del torpe subalterno del comisario Roque.


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