Revista Cultura y Ocio

LA LLUVIA AMARILLA. Julio Llamazares.

Publicado el 02 junio 2015 por Beatriz68

    El autor utiliza el monólogo de un hombre que se ha quedado solo completamente, y que está, como él mismo dice, ya derrotado, para hacer una profundas , tristes pero poéticas y bellísimas reflexiones sobre la vida, la muerte, el tiempo, la memoria,  el miedo, el olvido...Todo es noche, sol turbio y deshecho en sangre, nieve, hielo, niebla, lluvia, otoño, hojas que caen, casas q se derrumban, Color amarillo. Vapor de memoria. Tristeza y comienzo del fin.La vida no ha sido para él nada más que la continuación de la  de sus antecesores :  se sigue apoyando en el bastón en el que se apoyaba su padre, el mismo trabajo, la misma manera de vivir sin cuestionárselo ni por un momento. La vida ha sido para él eso y un continuo recibir la visita de la muerte, y lo que es peor, de la desaparición. Una vida sin dudas sobre cómo vivirla, como si no hubiera otro modo. Hasta que se queda solo, y su vida se vuelve nada más que recuerdo.La memoria. Nuestro hombre recoge desde niño la memoria de los hombres ancianos del pueblo. Asimila sus relatos y los hace suyos. Es una memoria heredada. Luego, sabe que va a morir pronto porque confunde la realidad con los recuerdos. La realidad con los sueños. Hasta sueña con lo que va a pasar cuando haya muerto. Su metáfora las sombras.Al tiempo se refiere con la metáfora del otoño y la lluvia amarilla que poco a poco va oxidándolo todo, incluido nuestro corazón.La muerte, su asidua visitante, que le llena de miedo a pesar de haber llegado su momento, a pesar de que acepta su derrota después de tanto resistirse, y a pesar de que la desea como único remedio. Sus metáforas el frío, las alas negras.Lo que le produce más miedo , no es la muerta en sí, sino que su muerte significa que ya nadie va a recordar todos sus recuerdos. No va existir nadie que herede su memoria. Él y todo lo que él recuerda, ve y siente van a caer en el olvido. También lo oscuro. Lo oscuro representado por las serpientes que ocupan el lecho de aquel pobre niño que vivió siempre atado. Algo conocido y consentido por todo el pueblo." El tejado y la luna. La ventana y el viento.¿Qué quedará de todo ello cuando yo me haya muerto? Y, si yo ya estoy muerto, cuando los hombres de Berbusa al fin me encuentren y me cierren los ojos para siempre, en qué mirada seguirán viviendo?"  Como he dicho antes , estos temas universales son tratados por alguien que está en absoluta soledad, alguien a quien esa soledad le lleva a dejar de ser persona, a ser sólo recuerdos, memoria, la sombra de sí mismo. Y como el hombre necesita de los demás, él ve fantasmas, sombras de todos los seres con los que convivió. Y al borde de su lecho de muerte ahí está sentada su madre, con él, como le ocurre a tantas personas.El tema amor no aparece, creo. Pero si el vínculo  que une a las personas, que aquí parece un vínculo forzado por la necesidad. La necesidad de los demás para hablar junto al fuego, beber y reír. Ese vínculo que nos ha hecho hombres, esa necesidad de comunicarnos, de cuchicheo, que seguramente nos llevó al lenguaje.  La novela se cierra con las mismas palabras que empieza :  " Cuando lleguen al alto de Sobrepuerto estará seguramente empezando a anochecer. Sombras espesas avanzarán como olas por las montañas y el sol, turbio y deshecho, lleno de sangre, se arrastrará ante ellas agarrándose ya sin fuerzas a las aliadas y al montón de ruinas y escombros de lo que, en tiempos, fuera ( antes de aquel incendio que sorprendió durmiendo a la familia entera y a todos sus animales) la solitaria Casa de Sobrepuerto. El que encabece el grupo se detendrá a su lado. Contemplará las ruinas, la soledad inmensa y tenebrosa del paraje. Se santiguará en silencio y esperará a que los demás le den alcance. Y, cuando todos estén juntos, junto a las viejas tapias del caserón quemado, se volverán al tiempo para ver cómo la noche se apodera un día más de las casas y los árboles de Ainielle,..."Sombras, ruinas, soledad, silencio, noche...caen sin remedio sobre el pueblo y su último habitante.

LA LLUVIA AMARILLA. Julio Llamazares.

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