(Varsovia, 24/05/2011, EFE, Nacho Temiño)
La lucha contra la violencia en los estadios protagoniza el final de la liga polaca, mientras los aficionados lamentan haber sido demonizados por la policía, y la UEFA exige más medidas de seguridad en las gradas, preocupada por la futura Eurocopa que organizará este país centroeuropeo.
La final de la Copa de Polonia, celebrada el pasado tres de mayo, no será recordada por la victoria del Legia de Varsovia, sino por los cientos de vándalos que invadieron el terreno de juego, entre el temor de los jugadores, las agresiones a la prensa y la impotencia de los servicios de seguridad.
Lo cierto es que los enfrentamientos entre policía e hinchas radicales, las peleas entre aficionados y los destrozos en los estadios rivales son noticia habitual en Polonia, donde el Gobierno se ha propuesto ahora “pacificar” las gradas y demostrar a la UEFA que existen suficientes condiciones de seguridad para la Eurocopa.
La policía polaca ya ha arrestado a más de setenta de esos vándalos que reventaron la final de Copa, mientras que la Federación decidió recientemente limitar el acceso a los estadios a las hinchadas visitantes durante los últimos partidos de Liga, e incluso se ordenó que algunos encuentros se celebrasen a puerta cerrada ante el riesgo de disturbios.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha reconocido que el vandalismo en los estadios de Polonia perjudican la imagen de un país que acogerá la Eurocopa de 2012, y se ha comprometido a poner fin a los desmanes cometidos por algunos hinchas.
La reacción gubernamental ha puesto en pie de guerra a muchos aficionados polacos, que consideran que el Gobierno está demonizando a todos los aficionados y utiliza su “guerra” contra los hinchas radicales para distraer la atención sobre otros problemas.
“La realidad es que el Gobierno de Polonia no desarrolla la logística para la Eurocopa 2012 y nos echa toda la culpa a nosotros, a los hinchas”, aseguró a Efe Jan, uno de los forofos a los que la policía prohíbe el acceso al campo, al parecer por sus antecedentes violentos.
Jan no duda en atacar al primer ministro, el liberal Donald Tusk, a la vez que exalta su amor al Legia, expresado en un tatuaje que atraviesa su pecho identificándole como “Legionista”, el nombre que tienen los seguidores de este equipo de Varsovia, donde juega un español, el defensa navarro Iñaki Astiz.
“No hay estadios, no hay carreteras, hay corrupción en Polonia y, sin embargo, no se culpa de eso a los miembros vendidos de la PZPN (Federación Polaca de Fútbol) o a los responsables de los clubes, sino a los aficionados”, lamenta.
“Ahora a todos los consideran hinchas radicales, el Gobierno piensa que todos los aficionados son hinchas radicales”, explica indignado Konrad, otro fiel del Legia de Varsovia que acude cada domingo al estadio junto a su hijo, y que insiste en que presenciar un partido en Polonia no es peligroso, aunque al mismo tiempo reconoce que en ocasiones sí se dan momentos de “intranquilidad”.
Pawel es otro de los forofos del Legia que también lamentan la “caza de brujas” que el Gobierno ha declarado al vandalismo, una política que califica de “propaganda del Ejecutivo de Donald Tusk”.
No hay hinchas radicales, y si los hay se debe luchar contra ellos, pero no contra todos los aficionados que van a animar y divertirse, ni tampoco cerrar estadios, dice.
Mientras Pawel critica las medidas adoptadas contra la violencia en las gradas, cientos de hinchas beben grandes vasos de cerveza en los aledaños del club y cantan himnos contra los equipos rivales, siempre bajo la atenta mirada de la policía.
Las medidas de seguridad también se han incrementado después de los últimos incidentes, y en las entradas al campo se cachea concienzudamente a los seguidores para evitar que accedan al recinto con objetos peligrosos.
“Creo que con estas medidas (para “pacificar” los estadios) han salido perjudicados algunos equipos, aunque entiendo que el Gobierno debe hace algo con vistas a la Eurocopa, sobre todo teniendo en cuenta la imagen tan negativa que dejaron los incidentes de la final de Copa”, apunta el segundo entrenador del Zaglebie Lubin (equipo del Sureste de Polonia), el español José Antonio Vicuña “Kibu”.
Para “Kibu” son “escandalosos” disturbios como los que se registraron durante esa final de Copa que, “lamentablemente, no son hechos aislados”, sino que se trata de situaciones que se producen con relativa frecuencia en la competición polaca.
Sin embargo la mayoría de hinchas se muestran condescendientes con los aficionados radicales, y muchos cuestionan su existencia o señalan a los medios como los instigadores de una polémica que, en su opinión, nada tiene que ver con la realidad del fútbol polaco.