Cada vez tengo más claro que la menda es lo primero. Que debo agradarme fundamentalmente a mí. Ser fiel a mí misma y a mis ideas. Decir lo que pienso y como lo pienso. Servirme de las metáforas que considere oportunas. Y si en un desliz literario alguien que no debe se da por aludido, mala suerte. Para ambos, supongo, que a una tampoco le hace excesiva gracia no resultar bien entendida.
Esto viene a colación de la firma invitada que ha publicado hace unas horas Burladero.com. Se titula "Naturales de canela en el ruedo del cielo" y es mi homenaje póstumo al que considero un gran ganadero y, en lo poco que pude conocerlo, una buena persona. Un gentleman.
En un momento dado, se me ha ocurrido mentar a un "cercado de borregos de identidad difusa" para el que "estaba mucho mejor visto despreciar, sin otro argumento que el de la perfidia del supuesto 'monoencaste', la causa de un ganadero clave en la historia reciente del campo bravo español".
El primero en decirme que no le habían gustado mis palabras ha sido Chulo de Toriles (del blog El portón de los miedos). Le he explicado que por "borregos" entiendo a los que van siempre en la dirección que les ordena el pastor de turno, sin preguntarse por qué le siguen ni a dónde van, simplemente dejándose llevar por la marea. O sea, como refleja la RAE en la tercera acepción de la palabra, "hombre [o mujer, añado yo] que se somete gregaria o dócilmente a la voluntad ajena".
Después ha venido un post en Toro, torero y afición, titulado "Desde el cercado de los borregos". Y otra vez a contar lo mismo.
Aunque barrunto que da igual lo que explique, hoy tengo poco sueño y muchas ganas de darle a la tecla, así que ahí va (por tercera vez) la explicación.
- Entiendo por borrego/-a la persona que se deja llevar, sin criterio propio y sin personalidad.
- No considero un borrego/-a al aficionado que expresa su opinión con razones fundadas y con conocimiento de causa (tanto si le encanta lo de Juan Pedro como si le privan los hierros toristas).
- Creo ante todo en el respeto y me parece lamentable que entre los propios aficionados nos dediquemos a faltarnos el ídem entre nosotros y a los profesionales de la cosa.
- No aplaudo ni el torismo ni el torerismo: el toreo en el que yo creo es una justa medida de ambas cosas, un compendio sin dicotomías perversas en el que tanta importancia tiene la bravura de un toro digno de ser lidiado como el torero que es capaz de convertir esa bravura en arte. Cuando falla una de las dos opciones, mal vamos. Si sólo hay hierros "toristas" intoreables, dudo que se mantenga la afición. Y si las figuras se anuncian con corridas becerriles e impresentables, ídem de lo mismo.