Cobertura de Espectadores.
“La mirada del silencio es, espero, un poema sobre el extremo silencioso del terror, sobre la necesidad de romper ese silencio pero también sobre el trauma provocado por la ruptura de ese silencio. Quizás el film sea un monumento al silencio, un recordatorio de que -aún cuando queramos cambiar de tema, mirar hacia otro lado, pensar en otra cosa- nada reparará lo que se ha roto. Nada despertará a los muertos. Debemos detenernos, reconocer las vidas que hemos destruido, esforzarnos por escuchar el silencio que sobrevino después”.
Sin dudas, el nuevo documental de Joshua Oppenheimer es a la vez poema, monumento, recordatorio, tal como el realizador apuntó en el sitio oficial del largometraje que días atrás compitió (y no ganó) en la sección Derechos Humanos del 17º BAFICI. Cuando El acto de matar parecía un trabajo insuperable, se impone esta, no secuela, sino vuelta de tuerca capaz de precisar (todavía mejor) la envergadura del daño que el pueblo indonesio sufrió -sigue sufriendo- a manos del terrorismo de Estado.
La recomendación de olvidar el pasado aparece indefectiblemente en boca de los victimarios, sus parientes y del sobreviviente que Adi frecuenta para saber más sobre la purga anti-comunista que Suharto, alias Dady Dushi, ordenó apenas derrocó al Presidente Sukarno en 1965, y para reconstruir los últimos minutos de (sobre)vida de su hermano Ramli, uno de los más de 500 mil indonesios asesinados brutalmente por patotas al servicio del gobierno de facto (y de los intereses norteamericanos en la región). En lugar de Oppenheimer, asume el rol de entrevistador este ciudadano de 44 años, de profesión óptico, casado, padre de una hija pequeña, y a cargo de sus progenitores ya centenarios.
Indiferente a la sugerencia de sus compatriotas, el protagonista repasa fragmentos de declaraciones filmadas y se reúne con sus interlocutores, alguno de ellos vecinos y pacientes/clientes, para intentar romper el pacto de silencio que la sociedad indonesia mantiene hace medio siglo. Oppenheimer los retrata con primeros planos que, sin ser agresivos, consiguen desnudar las miradas, mostrar los sentimientos que las atraviesan: dolor, pena, indignación, desconsuelo, incomprensión, impotencia en Adi y su madre; morbo, molestia, enojo, arrogancia en los asesinos; algún destello de vergüenza ajena en los parientes de los victimarios; luto, dolor, remordimiento en el sobreviviente.
Acaso por sus virtudes poéticas, The look of silence sensibiliza más allá de la conmoción que pueda causar el repaso de una masacre ocurrida en tierras lejanas, cincuenta años atrás. A su manera, Oppenheimer invita a reflexionar sobre el “lado oscuro” del ser humano en palabras de Elisabeth Roudinesco y/o sobre la “banalidad del mal” que Hannah Arendt describió tras haber asistido al juicio contra Adolf Eichmann.