Año 1629. El joven Juan Bautista embarca hacia Italia como discípulo de Velázquez en compañía del general Spínola y completamente ajeno a la conspiración que está a punto de acabar con Felipe IV, el conde-duque de Olivares y la expedición en la que participa. En España, su padre, herrero de profesión, del que Juan heredó sueños proféticos, descubre el percal y se aventura a galope en busca de su hijo, dejando en manos de su mujer la tarea de salvar al rey y protagonizando una carrera épica que el arte español se encargará de recordar por los siglos de los siglos.
Para que luego digan que la novela histórica aburre a los jóvenes. La novela histórica, cuando además pretende ser juvenil, es tan entretenida, adictiva y apasionante como cualquier otra. Y no sólo eso, sino que además, si es lo suficientemente buena, te enseña sin necesidad de que te des cuenta. Esto es lo que ocurre con La misteriosa fragua de Vulcano, una obra corta que asienta su base en la Historia de España, juega a placer por momentos e incluye un componente fantástico que, aunque a mi modo de ver era innecesario y podría haberse suplido de una forma realista, innegablemente enriquece la aventura de cara al lector adolescente más prejuicioso: sueños proféticos, eso es todo. El autor se sirve de ellos para resolver el conflicto del reino e introducirnos en un episodio la mar de ágil, con un ritmo subyugante y una prosa rica, adecuada y experimentada. Esto último sorprende, ya que estamos ante la primera incursión de Jorge M. Juárez en la literatura; sin embargo, es evidente que sabe de lo que habla, por algo es historiador de arte, y ese conocimiento de la época se refleja en las páginas y se agradece, claro que se agradece. Los personajes, la mayoría reales, no dan de sí mismos todo lo que podrían dar, quizá debido a la breve extensión del libro, pero es importante señalar que esta novela no se limita a reproducir perfiles históricos que ya conocemos, sino que invita a reinventar un poco a estas personas que existieron en otro tiempo y las dota de caracteres originales, además, por supuesto, de imaginar personajes nuevos que cruzan sus vidas con las de ellos. Este trabajo de caracterización resulta interesante, aunque es cierto que también encontramos algunos personajes que sobran, como es el caso de los compañeros de aprendizaje del protagonista, y otros que simplemente estorban más que ayudan y por tanto no habrían sido tan necesarios si se hubiera toqueteado un poco la trama. Pero dejando a un lado esto, la obra merece la pena. No digo que sea imprescindible, ni mucho menos, pero entretiene y encima aprendes cosas interesantes. ¿Qué más se le puede pedir a una lectura de domingo por la tarde? Ah, y por cierto, si digo que después de leer este libro no miraréis el cuadro homónimo de Velázquez de la misma forma, no penséis que estoy empleando una frase típica por rellenar espacio, porque en absoluto.
Una novela histórico-fantástica, narrada en diferentes perspectivas, de aventuras, guerras y traiciones, dirigida a lectores mayores de catorce años y que cumple con creces con lo que se propone, que, todo hay que decirlo, dudosamente dejará huella en el lector pero que, vaya, es buena candidata para la prescripción escolar. Con ella, eso es seguro, los chavales no terminarán detestando la literatura, como desgraciadamente ocurre de forma habitual tras la elección del profesor.