Corría el año 1930 cuando se celebraba la primera edición de los Mundiales de fútbol, allí, el combinado americano se colocó en los puestos nobles logrando un tercer puesto del que poco o nada se conoce. Compartieron pódium con Uruguay y Argentina quedando por encima de selecciones como Francia, Bélgica, Yugoslavia, México o la propia anfitriona, Brasil.
Desde ese momento y prácticamente hasta la década de los noventa, donde en Puerto España frente a Trinidad y Tobago una volea de Caligiuri devolvía a USA a un Mundial, la historia del balón no tuvo líneas positivas para Estados Unidos. Entre tanto, la única página gloriosa tiene nombre y apellidos. Un capítulo escrito por Joe Gaetjens en 1950.
Corría el minuto 38 del segundo encuentro de la fase de grupos, España ya había pasado por encima de los americanos y los ingleses se disponían a hacer lo propio. Pero aquel 29 de junio la historia hacía un paréntesis con el fútbol estadounidense, la victoria más importante y de más renombre y recuerdo llegaba ante el país que inventó el fútbol. Inglaterra se despedía del Mundial tras caer derrotada en manos americanas. Joe Gaetjens fue el verdugo y grabó para siempre su firma en el recuerdo. Recuerdo eterno tras el tremendo bache que atravesaría en años posteriores.
Un largo viaje que ni los tiempos de lujos con la NASL pudieron evitar. Pelé, Carlos Alberto o Beckembauer desembarcaron en Estados Unidos hasta que la burbuja de lujo explotó dejando poco más que las sombras de aquellos jugadores que eligieron Norteamérica como escaparate futbolístico. Desde ese gol eterno de Gaetjens, un vacío prolongado, una historia que no apostaba por el deporte rey hasta prácticamente cuatro décadas después.
Landon Donovan, la estrella por excelencia, se despedía siendo la última pieza del puzzle americano. Un juego en el que el Mundial de 1994 en tierras yanquis supuso la ficha fundamental donde desarrollar la magia del fútbol. Desde entonces el crecimiento es innegable. Los frutos que se recogieron tras el Mundial americano propiciaron una liga más competitiva, una organización que permitió reunir a estrellas provenientes de todos los rincones del planeta y que también suponía la exportación de talento fuera de las fronteras del país.
Pero hasta USA 94 y su poderosa irrupción tras el gol de Paul Caligiuri en 1989, el de Gaetjens en el Mundial de Brasil en 1950 era el más importante para Estados Unidos. Inglaterra, favorita al torneo, decía adiós ante una frágil selección americana. Una catástrofe, como titulaban los medios británicos y un gol, el de Gaetjens, que lejos de cambiarle la vida sirvió para hacer su nombre eterno.
Este delantero nacido en Haití vivió el mejor momento de su carrera cuando tras celebrar el tanto que daba la victoria a los suyos frente al combinado inglés salía al hombros del estadio donde decidió dejar su sello. Desde entonces, 'Jo', vivió un auténtico suplicio.
Su fama tras el primer Mundial celebrado tras la II Guerra Mundial le llevó a Francia. Firmaba por el Racing Club de París, dos goles y un paso efímero. En 1952 regresaba a su Haití natal para desempañar la labor de comerciante. El fútbol había acabado. La tintorería familiar era su negocio y el deporte un mero pasatiempo.
Pero la política volvió a cruzarse en el camino de un futbolista. El 8 de julio de 1964, una milicia de Duvalier, dictador haitiano de la época y rival de los ideales de la familia de 'Jo', lo sacó de su coche pistola en mano. Desde aquel momento nadie supo más de Gaetjens. Un triste final que probablemente acabó con su vida. En 1976 fue incluido en el Salón de la Fama del fútbol de USA. Un héroe americano sin final feliz. Mejor dicho, un héroe americano, el primero, de quien nadie supo su final.