"No sé muy bien por dónde empezar". Así da comienzo Almas grises, de Philippe Claudel, y así podría comenzar yo también la reseña esta otra novela del autor. Pero empecemos entonces, ante la duda, por el principio...
Así, con un comienzo de gran fuerza visual- casi una acotación teatral- y con la presentación del escenario y los personajes principales, se abre la historia de La nieta del señor Linh, una nouvelle construida básicamente de imágenes, con escasísimos diálogos y muchos silencios, los del señor Bark, los del señor Linh, los de su nieta. Silencio y desarraigo. Silencio y soledad. Silencio y amistad."Un anciano en la popa de un barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y a una criatura, todavía más ligera. El anciano se llama Linh. Es el único que lo sabe, porque el resto de las personas que lo sabían están muertas."
"(...) viento que sopla y lo zarandea como una marioneta."
Pero más que el viento lo que realmente zarandea al señor Linh es la vida. La vida y la muerte. La guerra que ha destruido su pequeña aldea, que se ha llevado a su hijo y a su nuera. La maldita guerra que le ha arrancado de su tierra- aunque haya podido conservar un puñado de ella- y le ha llevado a un país extranjero, extraño, desconocido, de coches y ruidos, de gente que no mira a la cara, de gente, mucha gente, que acentúa su desgarradora soledad. Solo le queda Sang Diu, su nieta, su "mañana dulce", que le da las fuerzas que le faltan para seguir adelante, para desear seguir vivo...
Philippe Claudel (Nancy, 1962)
Pero en ese zarandeo, en ese arrastre sin sentido, necesita, se le hace imprescindible un asidero, un referente. Y en una de sus salidas de la casa de refugiados en la que los han alojado, un día cualquiera sentado en un banco con su nieta sobre sus rodillas, abrigados los dos con numerosas prendas superpuestas para protegerse del intenso frío, conoce al señor Bark.El señor Linh y el señor Bark simbolizan dos soledades que se encuentran, dos de las múltiples facetas de la soledad. Los dos intentan recordar, volver. Desgraciadamente...
"No es posible volver a lo que se ha perdido"
Y forjan los dos, en idiomas diferentes, y sin entenderse verbalmente, una amistad de silencios y confesiones, de una mano sobre el hombre y un ¡buenos días!, una amistad de encuentros, palabras incomprendidas y escuchas cómplices. Los dos lograrán escapar del yugo de la soledad y su doloroso vacío. Bark además hallará en esta amistad una especie de redención y Linh aprenderá a confiar de nuevo en los hombres y en el futuro.
Apenas ciento veintiséis páginas componen esta pequeña gran novela. Es verdad que los temas no son del todo originales, que se intuye quizá en demasiadas ocasiones esa búsqueda deliberada por parte del autor de enternecer al lector, que el (sorpresivo) final podría haber sido menos de bombo y platillo y más melódico y armonioso, pero sin duda La nieta del señor Linh es una historia bien contada, con sencillez y sin alardes, una historia muy emotiva y que propicia una reflexión posterior del lector. El desarraigo, la amistad, la soledad, la culpa, la nostalgia de lo perdido, la muerte. Cada lector, cargado con su alforja de vivencias a la espalda, se sentirá de uno u otro modo tocado. La lectura de La nieta del señor Linh emociona y conmueve. Buena literatura."(...) rodea a su amigo con los brazos, sintiendo el cuerpo de Sang Diu protegido y no aplastado entre los suyos."