Revista Pareja

La pareja de hielo

Por Cristina Lago @CrisMalago

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Le quieres, es una bellísima persona (crees), es dedicado, responsable y formal…pero por alguna enigmática razón, no es capaz de manifestar el menor cariño. Si alguna vez has sentido la tentación de practicarle el Voight-Kampff a tu media naranja para averiguar si es humano, no lo dudes: estás con una pareja de hielo. 

Porque curiosamente, la pareja de hielo no se une a otras parejas de hielo con las que pueda comunicarse -suponemos que telepáticamente- el profundo amor que siente. La pareja de hielo suele encontrarse al lado de una persona demostrativa, abierta, expresiva…y con un buen bagaje de dependencia emocional. A sus espaldas, puede haber otras relaciones con personas similares, o algún padre o madre ausentes en el cariño, a través de los cuales repite patrón afectivo.

La contraparte ideal de la pareja de hielo es la pareja ONG. Ambos tienen algo en común: uno reprime sus emociones y el otro reprime sus deseos. Existen personas que, en efecto, no saben o no pueden mostrar afecto por los demás. También hay quienes que no muestran afecto a sus parejas, simplemente porque no lo sienten. Y los hay que no tienen contacto alguno con sus emociones y aunque desearan hacerlo, de momento no conocen el camino. A efectos prácticos, las razones son lo de menos. ¿Estás en una relación con un rey o reina de las nieves? ¿Tu pareja parece respetarte y tratarte bien (¡qué menos!) pero no recibes el feedback de ternura, empatía o calidez que te gustaría?

Antes que nada, la primera pregunta que debes hacerte es si realmente quieres a tu témpano tal cual es. Lo que significa que no vives en la obsesión de cambiarle, curarle, salvarle, psicoanalizarle y disculparle, porque lo amas y amar significa tener que decir siempre te acepto (y si no me gusta y no tiene arreglo, me marcho). Si la respuesta en un sí: no sigas leyendo.

Si, en cambio, te has visto reflejado/a en la frustración constante de estar estrellándote contra un muro en el que no se abre la más ínfima brecha y tienes la sensación de estar yendo contra tus propios deseos y anhelos aguantando en una relación con una persona cuya forma de mostrar amor es virtualmente inapreciable, entonces harás o habrás hecho lo siguiente:

1- Intentar convencerle para que cambie: y aunque tus razones, sobre el papel, sean que esta persona aprenda a expresar su afecto para su propio bienestar, lo cierto es que el mensaje de base no es cambia por ti, sino cambia por mí.

2- Intentar autoconvencerte para aceptarlo: clásico dilema de cabeza versus corazón. Mientras la cabeza intenta asumir que el otro es así y hay que aprender a ser feliz con su manera de ser y sentir, el corazón (ergo, las emociones), que es más honesto, acusa las consecuencias en forma de insatisfacción crónica, preocupación continua e incluso ansiedad y estrés.

En el primer caso, nunca está de más recordar que el cambio es algo que sólo se produce cuando quien lo ejecuta siente la necesidad de hacerlo. Nadie cambia a petición de otra persona. Si la pareja de hielo está perfectamente bien con su forma de obrar o no experimenta las ganas o motivación que se precisarían para trabajar en su comportamiento, insistir en que lo haga es perder energía y tiempo.

En el segundo caso, vivir contrariamente a los propios sentimientos, negarse el tipo de relación que se desea en favor de mantener un vínculo a toda costa, es un atentado contra la propia salud emocional. Si el compañero témpano tiene Asperger, alexitimia, o su madre no le dio el pecho, o siempre ha sido así, o es que le han roto muchas veces el corazón y tiene miedo de entregarse, no es problema tuyo. Tu problema es que no estás viviendo el amor de pareja plenamente y como a ti te gustaría; que esta relación en lugar de aportarte, te está quitando algo. Y que puede que haya cosas que no se pueden escoger en la vida, pero a la pareja se la escoge libremente. No la conviertas en tu trabajo y menos a cambio de tan magro sueldo afectivo.

Contaba Bruce Lee que había llegado a ser un buen luchador el día que aprendió a dejar de luchar y empezó a fluir. ¿Qué tal si en lugar de intentar fundir el hielo, nos convertimos en agua y fluimos hacia donde nos lleven nuestras propias emociones? No nos preocupemos si otros no pueden expresarse: hagamos simplemente por expresarnos nosotros, empezando por escoger lo que no queremos en nuestra vida.

En ocasiones, estamos tan obcecados en esperar algo de alguien que no puede o no quiere darlo, que nos olvidamos de las pequeñas cosas que sí nos ofrecen, día a día, las personas más inesperadas


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