¿Estar al lado de alguien que se queja, lo ve todo negro y se hunde lentamente sin ponerse soluciones, sin motivarse y sin encontrarle sabor a la vida? Todo un reto.
Quien haya conocido la depresión en un ser querido (o en carnes propias), sabe de primera mano lo poco útiles que resultan los ánimos, los ¡piensa en positivo! y los buenos propósitos.
Una depresión no es una elección. Es una enfermedad. A veces es como un catarro, leve y de escasa duración: otras veces se cronifica y te arrastra lentamente hacia un mundo de sombras sin que tú puedas decir en qué momento empezó a producirse esta invasión silenciosa que se fue colando por los intersticios de tu ser. Hasta que se apoderó de ti.
La mayoría de las personas viven algún episodio depresivo a lo largo de su vida. Vivimos tan enfocados a cumplir con el exterior – trabajo, pareja, familia, amigos, etcétera…- que nos hemos acostumbrado a ignorar las necesidades y las peticiiones de ayuda de nuestro interior. El resultado es que llegamos a un punto en el que acumulamos polilla, trapos sucios, traumas latentes, frustraciones y mucha rabia, pero eso sí, todo bien condensado y escondido para poder seguir funcionando.
Quitando el detallito de querer morirnos todos los días, todo lo demás luce estupendo.
La depresión no biológica es lo que acaba llegando, cuando nos olvidamos de construir nuestro interior para volcarnos a cumplir una determinadas expectativas externas. No es un enemigo: es un mecanismo de defensa. Si pudiera hablar, diría algo así como:
Se acabó, majete. Si tú no vas a parar la máquina, lo haré yo.
¿Estás con alguien que vive este proceso? Comprende que tu pareja no escoge sentirse de esta manera. La depresión no sigue unas pautas lógicas y por tanto, no tiene una determinadas soluciones que se pueden aplicar de forma infalible. Es difícil no frustrarse cuando vemos que las sugerencias, buenos consejos y las palabras alegres surgen el mismo efecto que lanzar un globo de agua contra una pared.
No ejercer de superhéroe salvador no significa desentenderse por completo de la pareja o aguantar resignadamente a ver si se le quitan esos sentimientos. Y luego todo se soluciona y sois felices para siempre.
Si sigues apostando por la relación, debes de tener en cuenta estos factores:
- Sin expectativas: en este momento, tu pareja se está queriendo muy poquito y no va tener demasiado que ofrecerte. No deposites tu autoestima en el estado anímico de alguien que ahora mismo tampoco puede ni ocuparse de la suya.
- Cuida otros aspectos de tu vida: busca el apoyo de personas fuertes y positivas que te transmitan energía. Concédete un espacio para ti, para expresarte, escucharte y entenderte. Aprende a desconectar de tanto en tanto. Si te vuelcas en exceso en la enfermedad de tu pareja, serán dos depresiones. Una por cabeza.
- Intenta no juzgar: tenemos la mala costumbre de reaccionar ante la tristeza, el vacío o la desmotivación como si fueran cucharachas a las que hay que espantar rápidamente con el DDT de los ánimos y los consejos. Estos estados son normales en todo ser humano. Con la excepción de las personalidades psicópatas, no somos emocionalmente planos ni tenemos ninguna obligación de sentirnos siempre bien para no molestar a los demás.
- Aprender a escuchar: la pareja depresiva, como cualquier persona que está sufriendo, se beneficia más de ser comprendida y aceptada, que de ser tratada como un problema a erradicar. Sentirse mal no es raro, ni inadecuado, ni inaceptable. Un buen abrazo y un oído dispuesto y sin prejuicios es la mejor ayuda del mundo.
- Ser realista: si la persona ya acarreaba problemas de depresión antes de conocerle, olvídate de películas Disney. Tu amor no le curará. Como mucho, pondrá un parche durante un tiempo. Tarde o temprano, las carencias que hubiese antes, volverán a salir a la superficie.
- Infórmate sobre la enfermedad: la depresión afecta a los procesos cognitivos, ofreciendo una imagen distorsionada de la realidad. La persona deprimida no razona normalmente: puede utilizar mecanismos de chantaje emocional, victimismo y ser asfixiantemente dependiente. Es importante conservar en todo momento una cierta distancia objetiva que nos permita ver desde fuera que lo que vemos no es un ataque personal o una forma de hacernos daño o manipularnos. No entremos en la vía de la comunicación enferma.
- Proponer sin forzar: tanto si se trata de sugerir una terapia o de incorporar planes y actividades, se ha de hacer desde el cariño, no desde la presión y preferentemente a pequeñas dosis. Intimida mucho menos proponer un pequeño paseo por un parque cercano que no meterle a saco con un fin de semana de senderismo. Si la persona no está dispuesta a hacerlo, se impone el respeto. Intentar evitar caer en el rol de padre/madre. No es tu bebé indefenso, es tu pareja y es adulto.
- No desesperes: ¿es fácil decirlo, no?. Seguramente te cabrearás alguna vez y sentirás las ganas de zarandear a tu pareja para que espabile de una buena vez. Te comerás la cabeza, te plantearás mil veces dejarlo, te sentirás culpable y responsable…Si prefieres quedarte e intentarlo, ármate de paciencia, paciencia y más paciencia. No hay otra.
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Aunque las depresiones de origen psicológico, pueden sanarse, estar con una persona sumida en este proceso, no ofrece ninguna garantía de nada. Por ello, la decisión de luchar debe nacer ante todo no de unas expectativas con respecto al otro, sino de un compromiso personal profundo y consistente con nosotros mismos.
No ayudamos sin estar en situación de ayudarnos, lo que significa: entendernos, aceptar que no somos Robocop, que no podemos meternos dentro de la persona y hacer las cosas por él o por ella, que meternos presión no nos ayuda, y que toca aceptar nuestras dudas, nuestras limitaciones humanas y entender que todo amor bien entendido empieza por uno mismo.
Ni eres mejor persona por quedarte, ni eres peor persona por marcharte. Nadie más puede ponerse en tu lugar – ni siquiera tu pareja- y mucho menos señalarte con un gigantesco dedo divino, lo que está bien o está mal. Y quién lo haga, no es la persona a la que necesitas tener cerca en estos momentos.
Que la libertad y la consciencia guíen cualquiera que sea tu elección.