Transgénesis, experimentación genética. La comunidad científica que sabe de sobra hasta donde puede llegar el ser humano, legisla duramente sobre el tema. Pero aquí un médico cirujano exitoso y reconocido en la comunidad académica decide por venganza, saltarse la norma y tomar un conejillo de indias... humano (Jan Cornet).
Lo que sucede supera toda ética y escrúpulos. Vera (Helena Anaya) vive recluida en una enorme casa mientras su carcelero ejerce un dominio en todo sentido: físico, psicológico y hasta sexual. A la pobre solo le queda el yoga para sobrevivir y al parecer le funciona de maravilla, en tanto es cuidada por una mujer mayor (Marisa Paredes) que se encarga de asegurarse de que se alimenta y además, no se escapa.La serenidad almodovariana se sirve hasta el final aunque en el transcurso del film salga muy poco en realidad el lúdico y sarcástico mundo marca Almodóvar. Lo que si hay es cinismo y desesperanza. Crueldad pura.
Antonio Banderas es casi siempre creíble aunque a ratos el papel de erudito no le calce. En tanto, Helena Anaya se descubre cada vez como actriz y sobre todo en este caso, en que todo el tiempo deja entrever quien verdaderamente es.
Redonda y buena película que hace extrañar en gran parte al viejo Almodóvar capaz de ser duro sin perder la ternura de los diferentes, valientes y por fuera de los cánones establecidos personajes, que plagan su universo.
