(Paco Soto, Varsovia, 19/07/2012, Correo Diplomático)
Polonia es el único país de la Unión Europea (UE) que no ha sufrido recesión y el crecimiento del PIB fue superior al 4% en 2011. En términos macroeconómicos, Polonia va viento en popa, pero no todo es oro lo que reluce. El ex país comunista ha experimentado un crecimiento económico considerable en los últimos años en gran medida gracias a las inversiones extranjeras y las ayudas comunitarias, pero en el terreno social Polonia está muy lejos de los niveles medios de bienestar y protección social, y hay amplios colectivos, millones de personas, que viven apartados de la sociedad de consumo y tienen como compañeros de infortunio a la pobreza, la soledad, las enfermedades como el alcoholismo y el desprecio de los que han conseguido un buen nivel de vida en los últimos años.
Las personas sin hogar o que viven en condiciones insalubres son legión en Polonia. ¿Cuánta gente vive en esas condiciones? Los datos son contradictorios. Los más alarmantes, que son los que ofrecen algunas organizaciones caritativas de la Iglesia, aseguran que unos 500.000 polacos son indigentes, viven en la calle y duermen en casas abandonadas y en ruina, debajo de los puentes, en cartones, y cuando no hace frío a la intemperie. Muchos están enfermos y son alcohólicos, viven de la mendicidad y de los escasos recursos que ponen a su servicio los poderes públicos y las asociaciones de beneficencia, la mayoría de ellas pertenecientes a la Iglesia católica.
Cada año, cuando llega el frío, con temperaturas que en Polonia pueden bajar hasta 20 o 25 grados bajo cero, muchos indigentes mueren en plena calle ante la pasividad de una ciudadanía que quiere a toda costa alcanzar el mismo nivel de vida que en Europa occidental y, mayoritariamente no se preocupa por los numerosos problemas sociales que existen en el país. Este invierno han muerto de frío al menos unas 60 personas. Beata, una voluntaria de Cáritas de Varsovia, cuenta que “los indigentes viven un poco en la clandestinidad. Son invisibles, porque la gente no los quiere ver, y ellos saben que molestan. Los polacos son muy individualistas y en los últimos años han descubierto el consumo masivo. Los que pueden, sólo se preocupan por comprar y tener. No les interesa la pobreza en la que viven millones de personas”.
Basura para comer
En la ciudad de Varsovia, miles de indigentes malviven a diario rebuscando en la basura. Su presencia es más frecuente en los barrios obreros y populares que en el centro de la capital. Viven en casas en ruina o en parques abandonados y muchas veces en medio de la basura. En una zona como el distrito de Praga, con un alto nivel de pobreza, desempleo, alcoholismo y marginación, “los indigentes están en todas partes, aunque muchos no lo quieran ver. Algunos piden dinero para comer o beber, pero muchos no se atreven ni a eso”, explica Beata. Los trabajadores sociales y los voluntarios de entidades privadas hacen lo que pueden para paliar el dolor y la miseria de estos seres humanos sin trabajo, sin casa y sin recursos.
Agnieszka, una compañera de Beata, pone de manifiesto que “algunos indigentes viven en cabañas de madera en el bosque y a orillas del río Vístula”, que separa Varsovia en dos. Suelen ser los más desafortunados de los pobres sin hogar y sobreviven gracias a las personas que les dan de comer y de beber una taza de sopa caliente con un trozo de pan y un vaso de te o de café con leche. Los que tienen más suerte pueden recibir asistencia en los refugios de la ciudad, que no son muchos. Algunos indigentes viven de la recogida y venta de latas y botes de conserva; reciben el equivalente de un euro por kilo recogido. “La basura es su modo de subsistencia”, recalca Beata.