Revista Coaching

La productividad personal no es un juego

Por Elgachupas

Ya sabemos lo que dice la Biblia “—Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Juan 8:1-7), así que no seré yo quien juzgue a otros por haber experimentado con esto de la productividad personal. Pero precisamente por haber sido pecador creo que puedo hablar con cierta autoridad sobre el pecado. Sin nombres, pero también sin piedad.

Cada cierto tiempo me preguntan en las redes sociales, a través del blog o en los talleres de productividad personal que facilito, por qué me he convertido en un “talibán” de GTD. No deja de ser paradójico que, habiendo ensalzado públicamente Autofocus, el sistema de productividad de Mark Forster, ilustrado la manera de completar las tareas pesadas con la técnica Pomodoro —hasta lo incluí en mi libro Productividad personal en una semana—, o promovido activamente el uso de las tareas más importantes (TMI), por nombrar solo algunos ejemplos notables, ahora tenga reparos, cuando no rechace frontalmente, la práctica de algunas de estas técnicas en favor de GTD genuino.

 

No me inicié en esto de la productividad personal por una acuciante necesidad, como fue el caso de algunos de mis colegas consultores artesanos y de muchos de los que me seguís habitualmente. Mi caso es bastante prosaico: una tarde de 2007 me topé por casualidad con el primer libro de David Allen, Organízate con eficacia, en una librería. Tras echarle un vistazo, me pareció lo suficientemente interesante como para comprarlo, y me lo leí entero de una sentada aquella misma noche. Hasta ese momento no sentía que tuviera un problema serio de productividad, pero mi deseo constante de aprender y mejorar hizo que empezara a poner en práctica la nueva metodología. Esa decisión supuso un antes y un después en mi forma de trabajar, y el primero de una serie de eventos que me han llevado a donde estoy hoy en día, personal y profesionalmente.

Los dos primeros años tras la primera lectura del libro fueron de contantes subidas y bajadas del “carro de GTD”, como le gusta decir a David Allen. Durante ese periodo creo que abandoné y volví a empezar no menos de cinco o seis veces, hasta que finalmente conseguí alcanzar cierta constancia en la práctica de la metodología. Esa etapa se cerró con la puesta en marcha de este blog, en otoño de 2009, con la idea de compartir mi aprendizaje y experiencias. El problema fue que, con esa “falsa” seguridad de tener dominada la situación, en los siguientes meses me sumergí poco a poco en una espiral anti-productiva, en la que probaba cualquier herramienta, truco y método que se me cruzaba por delante, y sobre los que di buena cuenta en este blog como muchos de vosotros recordaréis.

Cada nuevo descubrimiento que hacía me parecía genial, y quería ponerlo en práctica inmediatamente. Por supuesto, para ponerlo en práctica sin abandonar GTD me veía obligado a “tunear” mi sistema, quitando esto y modificando aquello, para que las piezas encajaran de manera más o menos coherente. Ingenuo de mi, asumía que la ecuación GTD + “cualquier otra cosa”, necesariamente tenía que dar como resultado algo mejor.

Ya no recuerdo cuántas cosas probé, pero lo que sí recuerdo es que, invariablemente, con cada cambio se producía un descenso de la eficiencia, cuando no también de la eficacia de mi sistema. Lejos de obtener alguna mejora, lo único que conseguía era empeorar mi nivel de control, perder perspectiva y tomar peores decisiones. Durante breves periodos parecía que los cambios funcionaban, pero generalmente era debido a que la actividad en mi trabajo se había ralentizado y no demandaba demasiado nivel de control. En cuanto había que pisar el acelerador, el sistema empezaba a hacer aguas de nuevo.

Finalmente, en un proceso que duró varios años, llegué a la conclusión de que GTD es el camino. No puedo decir que haya tenido una revelación o algo parecido, simplemente la realidad se ha ido imponiendo lenta pero inexorablemente. Incluso después de haber llegado a esta conclusión allá por 2011, he seguido probando cosas de vez en cuando, o he mantenido algunos hábitos productivos anti-GTD que sólo hace relativamente poco he decidido erradicar por completo. Actualmente llevo utilizando GTD puro desde mediados de 2014, y puedo decir honestamente que nunca antes había conseguido los niveles de eficacia y eficiencia que he tenido estos últimos meses, que se dice fácil.

La conclusión a la que quiero llegar con toda esta historia es que, para bien o para mal, la forma en que trabajamos —en el sentido más amplio de la palabra—, determina la rapidez, pertinencia y calidad de los resultados que obtenemos, tanto en la esfera personal como profesional. Y ninguna otra metodología de productividad personal es tan completa —cubriendo aspectos de control y perspectiva—, ha conseguido el respaldo científico y es practicada por una base de usuarios tan universal como Getting Things Done. Hay demasiado en juego como para andar perdiendo el tiempo intentando mejorar algo que ya ha sido probado por cientos de miles de personas en todo el mundo durante más de 15 años. Créeme, GTD funciona, y funciona muy bien.

Hazte un favor a ti mismo y no te tomes tu productividad personal como un juego. Ve a lo seguro. Adopta GTD genuino, haz un esfuerzo honesto por ponerlo en práctica de manera completa y consistente, sin versionarlo, y tú mismo verás los resultados muy pronto. Si alguien me hubiera dado este consejo cuando empecé, hace más de 5 años que estaría donde estoy ahora.


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