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La puerta abierta: Hablemos de Sudáfrica (VI). Metamorfosis fallida.

Publicado el 02 julio 2010 por Damsam
La puerta abierta: Hablemos de Sudáfrica (VI). Metamorfosis fallida. Al igual que su rival histórico Argentina, aunque sin pasar tantos apuros, la selección de Brasil ha ido sufriendo una metamorfosis a lo largo de su etapa en las eliminatorias sudamericanas, que ha continuado en este mundial. Dunga comenzó por matar la samba. La enterró boca abajo, empeñado en construir una selección más rocosa. Lo consiguió. En un principio, no encontraba la tecla final, pero mezcla de necesidad y experimento, metió a Dani Alves en el medio y pareció encontrar la fórmula mágica.

Brasil era pura piedra atrás, apenas se le hacían ocasiones, y un torbellino arriba, con un puñado de rayos que cuando conectaban eran pura chispa. Así se le vio en el primer tiempo, en su partido de hoy frente a Holanda. El conjunto sudamericano dominaba a placer el encuentro. Con un gol tempranero de Robinho, un alacrán con aguijones de seda cuando está calmo, la nave amarilla, hoy de azul, navegaba entre la solidez defensiva y la magia ofensiva. Sin embargo, la escena de felicidad carioca se convirtió en drama al comenzar el segundo acto. A estas alturas nadie apostaba un céntimo por la holanda, que sin hacer ruido, se dejaba la piel en el encuentro. Fue así que producto de un error entre Julio cesar y Felipe Melo, después de un saque de “pillos”, entre Robben y Sneijder, la pelota acabó por morir en las redes brasileñas, para sorpresa de todo el mundo.


Desde ese momento Holanda cambió, creyó en sus posibilidades y empezó a cabalgar hacia área rival. Robben, el príncipe de cristal, empezó a encontrar espacios, a mostrarse y a sacar de sus casillas a Bastos. El lateral brasileño, que tuvo que haberse ido hace mucho, siguió repartiéndole patadas a su víctima favorita de la tarde, pero fue sustituido antes de que el árbitro lo mandara a ducharse antes de tiempo. Felipe Melo, un animal de cuerpo y alma, no quiso dejar el trabajo de su compañero inconcluso y pisoteó a Robben de una forma tan descarada, que el árbitro japonés no dudó y le mostró justamente la roja. Felipe que no da “melo”, estaba nervioso porque vio impotente como su Brasil se hundía definitivamente cinco minutos antes, cuando Sneijder cabeceó una pelota peinada por Kuyt y teledirigida por Robben desde el banderín de corner. Jugada de libro; funeral carioca.


De ahí en más, el encuentro nos dejó minutos electrizantes, con ambas selecciones yendo y viniendo, con Brasil desarticulada, jugando a la desesperada, sin identidad, porque la previa la perdió y la actual la desajustó y con Holanda perdonando demasiado para dar el golpe de gracia. Nos dejó ver a Kuyt todo pulmón y corazón, a ese fantasma que cabalga a tortuga por el medio del campo llamado Van Bommel repartir patadas a todo el que se le acercaba, al demonio de Tasmania Dani Alves correr hasta el último segundo… Nos dejó de todo menos más goles.

Holanda está en semifinales con justo merecimiento y Brasil regresa a casa porque cosecha lo que sembró. Dunga se empecinó en transformar a la verde amarela, en convertirla a algo que jamás ha sido, quizás buscando la perfección que nunca encontró. Sepultó la samba de su juego y asesinó el “jogo bonito”, para buscar el “jogo resultado” que hoy no hizo acto de presencia. Se regresa a casa con el deber no cumplido rumiando un veredicto de su Brasil que no estaba en sus cálculos: Metamorfosis fallida.


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