Salió el barça desde el primer minuto con la intención de jugar a lo que sabe; a tocar, apretar, y triangular. Sin embargo, esta noche no sonó la canción de felicidad a la que nos tiene acostumbrados. Hoy no se hizo música con el balón. Se habían hecho campañas de todos los colores para intentar la remontada, el equipo había recibido apoyo desde todos los rincones, los seguidores arroparon en todo momento a sus once guerreros, y estos, saltaron al campo verde de batalla con ira en sus miradas y con el uniforme de guerrilleros hambrientos de victoria, pero no lograron derrotar al enemigo. Se debió en gran parte al fútbol rácano que planteó el inter desde que sonara el pitido inical. Con Samuel Eto’o jugando de lateral izquierdo, una posición en la que no se le ha visto nunca, y Diego Milito de centrocampista defensivo, el ejército de Milán armó, blindó y revistió de cemento la trinchera en el área de Julio Cesar. Snejder era su solitario soldado en campo enemigo, intentando pelear con el resto de azulgranas.
Guardiola y Mourinho jugaron una partida de ajedrez desde el inicio, una guerra de inteligencia, donde el más mínimo error podía ser fatal. Tanto fue así que el de Santpedor alineó una defensa transformers, con Yaya Touré de central y Gaby Milito de lateral izquierdo falsos; a lo largo de los minutos en los que estuvieron juntos se vio claramente como uno subía de centrocampista defensivo y hasta ofensivo y el otro corría su posición para acompañar al general Piqué. El luso, al ver la posición del enemigo, movió ficha de emergencia y cambió cromos: camiseta de titular para Chivú y de suplente para Pandev. Leyó las intenciones de su colega, y desde entonces empezó a reforzar el caparazón anti misiles blaugranas que tenía preparado.
Los primeros 45 minutos de lucha se agotaron a favor de lo italianos. El barça lo intentó, pero no encontró nunca portería. El Inter defendió la pelota hasta de los recogebolas y le salió bien la apuesta. El guerrillero número uno, no se terminó de encontrar cómodo. El Che Messi no brilló con luz propia y no lo haría en todo el encuentro. Un Cambiasso imperial y un Samuel brillante se encargaron de quitarle su fusil favorito, la pelota. Sólo en una ocasión logró el Che Messi lanzar un misil a la portería contraria. En una jugada firma de la casa, fue tirando en diagonal hacia la izquierda y sacó el zurdazo ajustado, pero el guardameta interista respondió mejor y desvió el peligro a corner. Para entonces ya habían pasado cinco minutos desde que el equipo milanés había perdido al soldado Motta por doble amarilla. En la primera la mereció, en la segunda, el brasileño estiró el brazo para proteger la pelota, pero tuvo la mala fortuna de que su mano fuera a parar en la cara de Busquets, quien no dudó en sacar provecho de la situación y se revolvió de dolor en el suelo. Motta tuvo mala fortuna, Busquets vendió cera por ternera y el árbitro compró.
Esa fue la puntilla perfecta para que los de Mou se resguardaran aún más en la trinchera, a estas alturas ya ni siquiera Snijder inquietaba a la defensa contraria. Esa actitud y la de perder todo el tiempo posible en todas las acciones posibles fue el guión que siguieron los que esta noche vistieron de blanco. Incluso en el minuto 34, Julio Cesar ve la amarilla por parar el reloj por enésima vez. Más de lo mismo en el segundo acto. El Barça siguió jugando su partido, con una dosis extra de agresividad y el Inter siguió jugando a todo menos al fútbol con una dosis extra de gente defensiva. Guardiola conciente de la ventaja numérica saca a Milito y mete a Maxwell, buscando profundidad. Quince minutos más tarde, viendo que el reloj se le acababa, llama a la masia producciones y realiza un doble cambio: saca a Ibra, que poco hizo, por el joven Bojan y mete en el terreno a Jeffren por Busquets. Más ataque que defensa, buscando la victoria heroica a falta de treinta minutos. Mourinho, que no se pierde una, cinco minutos después quita a su único referente en punta, Snejder y mete a otro al área, Muntari. A partir de allí más de lo mismo, la guerrilla blaugrana lo intentaba y cabalga una y otra vez a la trinchera contraria, pero rebota y volvía a rebotar con el ejército de Milán. El Inter llegaba a cuenta gotas a campo contrario y cuando lo hacía, le regalaba la pelota al barça, porque no quería jugar. En el minuto ochenta, llegó la declaración final del entrenador luso, envió al defensa Iván Córdoba al campo y llamó a sentarse al atacante Diego Milito.
Con tal escenario, parecía imposible que los azulgrana lograrán siquiera meter un gol en el partido. Con los italianos jugando en su área y Valdés en la línea que señala el mediocampo, Piqué, general en defensa, comandante en delantera, se situaba de delantero centro, ganando centímetros en los centros. Piqué, el mejor defensa central de Europa, corazón y cabeza, luchaba con garbo y garra cada balón que recibía. Su tenacidad y sacrificio tuvieron recompensa. Recibió un balón, en una posición dudosa, encaró hacia adentro, giró sobre si mismo en plena área chica, dejando a Córdoba y a Julio Cesar desperdigados en otra dirección y cayéndose y a placer lanza el derechazo hacia la gloria. Luchó, defendió, atacó, sacó una genialidad impropia de un central, e infló las redes con todo su orgullo de culé. No celebró el gol: no había tiempo ni demasiados motivos, corrió rápidamente hacia su lugar de origen y ordenó que se saqué inmediatamente. Era el minuto 84, a esta batalla poco tiempo le quedaba.
En los minutos siguientes el equipo guerrillero lo siguió intentado. Messi, Bojan, Jeffren, Alves, Maxwell, Pedro, Touré, Xavi, todos buscaban el último y definitivo gol que los llevara a la final en el Bernabeu. Bojan en el minuto 91 hizo gritar gol a todo el Camp now, a toda Cataluña y a todos los hinchas del Barça en el resto del mundo. Falsa Alarma. El árbitro anuló el gol, por previa mano de Touré Yaya, que en las inmediatas repeticiones se vio que fue, pero que intención no llevaba ninguna. Por un momento se recordó el famoso iniestazo del año pasado, pero no en todas las “semis” se obran milagros. Se quemaron los últimos tres minutos restantes con el mismo juego del principio: el Inter con el autobús y el Barça intentándolo desde todos los ángulos. El árbitro pitó el final y se acabó la guerra y la batalla para los blaugranas. La guerrilla catalana terminó el enfrentamiento con las botas puestas. Estos once guerrilleros hicieron valer las palabras que alguna vez dijo el máximo de los guerrillos de todos los tiempos, el Che Guevara: “prefiero morir de pie que vivir de rodillas”. Así lo hicieron, porque lucharon con corazón y cabeza, porque nunca renunciaron a su estilo, porque lanzaron misiles desde todos los ángulos. Ellos prefirieron morir de pie, luchando hasta el último suspiro, que seguir vivos y de rodillas, doblegados por el rival.