Estaba yo enfrascado en terminar ese libro del que ya he hablado en otra ocasión anterior... el de Alice Feiring dedicado a demostrar el como R. Parker y su modo de puntuar los vinos influye (¡Y cómo!) en la actitud y elaboración de vinos en todo el mundo, y me dió por pensar en esto. Dice Feiring que mientras entrevistaba a R. Parker, despues de encontrarse con un crítico (el susodicho) enfadado y respondón, harto al parecer de que se le acuse de provocar que vinos de todo el mundo se parezcan hasta el extremo de no ser capaces de identificar el terroir y las características especificas de ciertas uvas en ciertas zonas, después, digo, de tener que eludir el caracter del norteamericano, Feiring afirma que "lo que desee poder decirle fue; Querido Sr. Parker. Por favor, no contribuya mas a bajar el nivel del mundo del vino. Si el cabernet del valle del Loira, o cot, o pineau d`aunis o gamay que bebo empiezan a tener el mismo gusto que los shiraz del Valle de Barossa, tendre que pasarme al Calvados. No es que tenga nada en contra de un buen Calvados, pero una dieta constante a base de el resultaría demasiado triste y tampoco seria demasiado bueno para mi higado."
Y pienso. "Vale, ¿y qué?". Y pienso esto por una razón principalmente. Porque pienso que la escritora neoyorquina y yo mismo muchas veces, equivocamos la dirección de nuestra crítica al hablar de Parker. Mejor que al hablar de el, al pensar que el es culpable, directa o indirectamente de lo que sucede, de la standarización del vino como vulgar bebida, preparado quimico a base de uva mas bien. El ha sido solo, ahora lo veo, el vehículo, pero la auténtica culpa la tienen, en primer lugar, la industria. O mejor, la existencia de una industria. Un ejemplo.
Existía en plena DO Rias Baixas un viñedo. La finca, conocida como Figueiró, albergó y alberga un viñedo de tinto autóctono, Caiño, Souson y Brancellao que dió en muy buenos vinos durante un tiempo. Estos vinos eran los Torroxal, conocidos y probados por algunos de los que por aquí se pasan. En Junio de 2009 el grupo Valmiñor, autor de varios albariños y encuadrable en lo que yo considero que es, sin lugar a dudas "industria" del vino, compro Torroxal y todo su viñedo, incluida la finca Figueiró y sus uvas tintas. Hasta aquí todo correcto. Hasta aquí.
Ayer, después de algún tiempo, tuve ocasión de probar el nuevo tinto de Valmiñor (Valmiñor tinto, a secas). No voy a extenderme, simplemente diré que a mi no me gusta, que tras una nariz con notas generales a las variedades (atlántica, según define la propia bodega) pero sin peso de fruta ni rasgos especialmente llamativos, se esconde una boca vacía, ausente, sin carne, sin peso y sin vino. Nada de la presencia, la frescura si, pero tambien el cuerpo y el sabor que si tenia, por ejemplo, el Torroxal de 2004 o 2005. Vinos de presencia, caracter, nariz abierta, aroma limpio y profundo, muy expresivo de fruta roja madura, con notas florales y de especias. Vinos raciales, que en boca daban o quitaban, pero muy personales, dignos representantes de las uvas atlánticas de las que procedían. Nada que ver con este producto nuevo. Nada que ver con lo que ofreció el mismo viñedo en otras manos y bajo otros criterios.
Dicho esto, no dudo lo mas minimo que se venderá todo. Seguro. No sé ni su precio ni cuanto se hizo pero se venderá. ¿Por qué?. Pues porque responde a un criterio, a una linea, marcada por un mercado y por un equipo de marketing. El criterio es que sea fácil de beber, dejando a un lado si es o no representativo de las uvas de las que se supone que viene. La linea, que encaje en un formato, en un "nicho" de mercado, el de los vinos sencillos y sin complicaciones. El mercado, el de los que buscan cierto grado de "identidad" pero no tienen demasiado conocimiento o interes en el mundo del vino. Solo beber, un dia, en grupo o en pareja, con un pulpo a feira o picando algo. El marketing hará lo demás, seguro. Y a vender.
Ahora bien, todo esto es puramente relativo. ¿A quien le importa que esas uvas y su estilo, su racial calidez, su nariz explosiva, respondan a las pautas naturales de la uva y el suelo donde se asienta?, ¿alguien, fuera de un pequeño círculo, cree imprescindible que la Brancellao, la Caiño Tinta o la Sousón sean consideradas por si mismas y no tras las formulaciones o acciones de un tipo de industria?. Seguro que no. La rentabilidad de un proyecto vinícola no depende para nada de esto. Ni de Parker. Ni por supuesto de Peñin. La rentabilidad de un vino, por desgracia, depende solo de cuantas personas están dispuestas a pagar por el. Y por ciertos vinos, por razones que poco o nada tienen que ver con como esta hecho, hay mucha gente dispuesta a pagar mientras que por otros, menos publicitados, menos extendidos y posicionados en el mercado, menos ajustados en precio porque las prácticas para su producción son mas caras, por estos últimos, el número de compradores dispuestos a pagar lo que sea, es mucho menor.
La opinión de Parker es tan relativa como muchos de los vinos que puntúa. Tan relativa como la mía... aunque seguro que a mí me sigue menos gente que a el. Lógicamente...