Pasé un par de días en Madrid porque se casaba allí mi hermano un sábado resplandeciente. Pasé otra vez por la Venencia, esta vez con Ana y Antonio, y tomamos el jerez, amontillado, y las aceitunas, encurtidas, entre paredes de nicotina idiosincrática. Pasamos después por la galería en la que trabaja Antonio, que nos dijo que da a la ventana del despacho de Zapatero, y comentamos no sé qué de Adolfo Suárez. Habíamos quedado un par de horas antes en CentroCentro, que se define como un espacio nuevo para la reflexión colectiva sobre la vida y las culturas urbanas contemporaénas, en el emblemático y neoplateresco Palacio de Telecomunicaciones de Antionio Palacios en Cibeles. Madrid está montado. En el vestíbulo una becaria me contó que el ala trasera del palacio se sigue utilizando para tareas administrativas del Ayuntamiento de Madrid, y que le pusieron ese nombre porque está en el centro de Madrid y en el centro del paseo de las artes, que a lo mejor va con mayúsculas. También me contó que había estudiado Historia del Arte en Colombia y que lo echaba de menos. Parecía que algo le preocupaba, como el recuerdo de alguna felicidad frustrada, ya no lo sabré. Antonio me dijo más tarde que Trotsky había llamado al edificio Nuestra Señora de las Telecomunicaciones en una visita en los años 30, pero no recuerdo la razón. Estuvimos buscando el escudo de Galicia que habíamos leído en El País que habían encontrado en la fachada en una restauración reciente, y lo encontramos. Dentro vimos la exposición de Francesc Torres Memoria fragmentada 11S. Artefactos en el hangar 17. La instalación reflexiona sobre la memoria histórica, la memoria nacional, el luto social e individual y el proceso continuo para asimilar los traumas más profundos, a partir de las fotografías de algunos de los restos materiales recuperados de la Zona Cero, almacenados temporalmente en el Hangar 17 del aeropuerto JFKde Nueva York. En abril de 2009, Francesc Torres recibió el encargo del National September 11 Memorial Museum de fotografiar este espacio cerrado al público. Un lugar singular, de gran poder visual y emocional, transformado de forma espontánea y temporal en un “Museo de Historia Innatural”, como el propio artista lo define. Es un montaje sin alardes, sencillo y de contenido ambicioso. La mayoría son fotografías de espacios grandes y tono cinematográfico, tendencia dominante en la fotografía contemporánea. Estas escenificaciones, repensadas, le permiten expandir la potencialidad narrativa de unas cuantas historias que se congelaron el 11 de septiembre de 2001, cuando la cotidianidad quedó suspendida. Un par de horas antes de todo esto caminaba con mis padres y mis hermanas por la calle Felipe IV, y al ver que pasábamos por delante de la sede de la RAE nos detuvimos y gritamos a coro: ¡almóndigas! ¡cederrones! ¡Alemaña! ¡corquetas!