Este es el libro que más le ha costado escribir a la psicóloga María Jesús Álava Reyes. Esta experta se inclinó por escribir sobre este tema al verlo continuamente tanto en consulta.
«Vivimos en una sociedad donde la mentira tiene cada vez más fuerza. Está en auge porque no hay consecuencia para los que mienten. Somos tremendamente tolerantes con ellos y esto hace que los mentirosos vayan avanzando y ganando más espacio en un mundo en el que se premia triunfar por medio de trampas», advierte.
El perfil de ese mentiroso casi patológico pero a la vez, exitoso.
Lo que nosotros llamamos la triada oscura. Es el narcisista, el egoísta, agresivo… Son aquellas personas que son un poco maquiavélicas, que persiguen sus objetivos sin importarles los medios, y que tienen una puntuación alta en psicopatía (entendida como que no le importa la otra persona). Son egoístas, hacen lo que quieren y se autorizan a realizar cualquier cosa. No se sienten mal cuando abusan o manipulan a otras. Son personas triunfadoras que abusan olímpicamente y encima se autojustifican la mentira.
Algunas personas pueden pensar que les resultará más fácil conseguir determinados fines si mienten, pero ese es un camino erróneo, que tarde o temprano se volverá en su contra. Porque cuando se descubre la mentira, la primera consecuencia directa es el deterioro de la credibilidad y de la confianza. Todos sabemos que la mentira daña o deteriora las relaciones.
Los mentirosos abusan de la buena educación que por lo general tienen las personas, y suelen elegir bien a sus víctimas. Los manipuladores, los agresivos… no buscan a alguien como ellos. Escogen a una persona sensible, empática, afectiva, generosa… a la presa fácil, en definitiva.
Existe una dificultad intrínseca para detectar señales eficaces de mentira. La gente no suele descubrir al que miente, porque no está preparada para ello, pero en esta sociedad en la que vivimos, o entrenamos para detectar la mentira, o esta inundará nuestras vidas.
Al mentiroso se le suele pillar por una contradicción entre lo que ha dicho y los hechos posteriores. ¿Pero qué ocurre aquí? Que incluso cuando lo descubrimos, nos suele resultar violento señalarlo, a pesar de estar viendo al otro crecido y tan campante. La cuestión es que cuando alguien miente debe tener consecuencias para no volver a hacerlo.
Las mentiras que nos hacemos a nosotros mismos son las que mas duelen. Nos decimos: «parece mentira lo que me han hecho»… Responsabilizar a los demás de lo que nos pasa es también mentirnos a nosotros mismos, aunque es verdad que muchas personas no son conscientes de esto. Le siguen muy de cerca las que hacemos a los que más queremos: A nuestros hijos, a nuestra pareja… Cuando una persona ha conquistado tu intimidad, es tan sencillo mentirle… Son muchas las manipulaciones que se hacen en el ámbito de la pareja.
Mentimos para caer bien, para impresionar, por inseguridad, por humanidad, por ayudar a alguien, para alcanzar objetivos… Lo cierto es que la mayoría de la gente lo hace para manipular… De hecho, desde la psicología sabemos que las mentiras son culpables de gran parte de nuestro sufrimiento. La mentira es tan habitual que mentimos en una de cada cuatro interacciones sociales.
Hay pocas mentiras imprescindibles. Es mejor no manifestar o expresar lo que sientes antes que mentir para no herir a la otra persona. No es lo mismo que un amigo sea infiel a una amiga y no lo digas, a que cuando te pregunten por esta infidelidad, mientas.
Hay mentiras que pueden justificarse (las llamadas “mentiras piadosas”), incluso que son necesarias si con ellas, lejos de provocar un daño, evitamos un dolor estéril y un sufrimiento inútil y prolongado. En las mentiras «altruistas» decimos que el emisor intenta «ayudar, favorecer o proteger los intereses de otras personas, o evitar alguna situación desagradable para los demás».
Cuando la gente está en situación límite por una enfermedad, debes dar esperanza: «ya verás como puedes estar un poquito mejor», «disfruta de cada día», «intenta vivirlo con ánimo»…. En este caso, decir la verdad puede ser una crueldad. No se puede decir aquello que no se puede asimilar.
A los niños, hay cosas que se les dan fatal, porque les puedes crear una inseguridad muy grande y repercutir en su vida presente y futura. En estas situaciones decir la verdad de nuevo es una crueldad. Lo recomendable sería poner el foco en lo que se les da bien.
Muy pocas son las “mentiras buenas”. Muchas veces es mejor callarse, no expresar tus sentimientos. ¿Para qué, si con ello solo se logra un nivel de agresividad y crispación tremenda? ¿Qué se adelanta con eso?
Fuente: ABC.es