La vida admite y reparte comillas a tutiplén, sin mesura ni piedad. Demasiadas a veces, pienso. Comillas o cursiva, tanto monta-monta tanto o a gusto del consumidor-escribiente. Qué «majicas».
Comillas que aportan infinitos sentidos. Multipliquen el capricho diario de cada sujeto por dos –doble sentido- y nos salen comillas como para poner en entredicho las 377.032 palabras de El Quijote de La Mancha.
El ciclo de la vida admite, y vaya que si admite, comillas.
Lo primero que aprende un estudiante de Periodismo es que la objetividad no existe (como tampoco la verdad). ¡Vaya chasco! Las comillas son intrínsecas al sujeto. Las reparten con generosidad individuos juguetones con la semántica, inconformistas, toca-narices, creativos de las letras, insumisos y otras variedades de sujetos muy sujetos.
¿Eres más de comillas o de cursiva?
Los informadores solemos reservar las comillas dobles para las citas textuales, con lo cual para los dobles sentidos, entredichos y otras piruetas del significado tendemos a la cursiva, gemela de las comillas en esta familia y, según el Libro de Estilo que el canal nos impone, también tiramos de comillas simples.
La TERAPEUTA simpatiza especialmente con la cursiva, por eso de ser torcida, un poco así como ella.
Qué bien tenerlos a mano, estos signos tipográficos, para expresar ironía y, otras veces, admitámoslo, para abrir la puerta a la absoluta libertad de interpretación, porque en ocasiones ¡ni el que los utiliza sabe lo que quiere decir! «Ahí va y que te presten» la cursiva/comillas y cada cuál, receptor, que se pelee con la palabrita mediante este recurso customizada.
De los tipos de comillas que en español manejamos me quedo con las denominadas «comillas bajas, latinas, españolas o angulares»: « », a veces resbaladizas en el teclado del ordenador. No me pregunten por qué las prefiero: cuestión de gustos. Las «comillas altas o inglesas (“ ”)» se me antojan más vulgares. Pura subjetividad, no me hagan caso…
Cursiva: gemela de las comillas.
Las comillas simples trato de evitarlas. Eso sí, son muy socorridas para blindar el significado que mediante ellas queríamos otorgarle a las palabras entre este recurso encerradas. Tengan en cuenta que las cursivas suelen perderse en el despiadado copy-paste de los editores de texto . Si en lugar de la cursiva empleamos las comillas simples, reduciremos la posibilidad de que nuestro texto se vea manipulado por el poco celo editor de terceros, humanos o software.
Como vivimos apabullados por la tecnología, las palabras inglesas campan en horda por los textos en castellano. Una cursivita para mezclar lenguas de manera que éstas estén juntas pero no revueltas en un mismo texto y tan amig@s. O para marcar los diminutivos y aumentativos, los neologismos, las cambios de registro (expresiones vulgares en un texto escrito en lenguaje formal o común, por ejemplo).
No abusar de las comillas para enfatizar o resaltar palabras. Huele a principiante ;-)
La comilla es bella. Y añado:
«Cuando tú las pones y con mano zurda. Que no te cuelen muchas comillas porque acabarán por disolverte. Proyectarás tantos sentidos que, al final, ¡carecerás de sentido!».