Revista Cultura y Ocio

Lágrimas de cocodrilo

Publicado el 12 noviembre 2012 por Alberto CaÑas @albertocmolina

No me gustan los sábados. Si tengo que elegir entre sábados y domingos para actualizar el blog, me quedo con los domingos. Además, creo que nunca había publicado antes de uno de mis 10.000, pero tampoco esta es la excepción. Qué poco faltó para que lo fuera. Horas antes del penúltimo madrugón dominical antes de la San Silvestre de Vallecas (#objetivoSanSilvestre), me asaltó la necesidad casi moral de redactar algo como lo que lees en estos momentos. ¿Por qué? Buen intento, despejo ahora la incógnita y hasta el siguiente post, ¿eh? De eso nada, aguanta ahí un poco más y te cuento por qué motivo preferí esperar de nuevo a terminar la carrera, regresar a casa hora y pico después, despegarme los calcetines de los pies... ya sabes por dónde voy.
LÁGRIMAS DE COCODRILO
Apenas recuerdo cuándo comencé a correr. También he olvidado el porqué de aquella primera incursión en el running, así lo llaman los cursis. No, espera, no he olvidado el porqué; lo que ocurre es que la naturaleza es sabia y la memoria, selectiva. Afortunadamente para ti la historia es larga y triste, te libras de los detalles. Tiempos difíciles, por resumir de alguna manera. Sí, tiempos sombríos aquellos del Imperio, cuando la ira llevó al odio, el odio, al sufrimiento... En serio, friquismos aparte, muy pocos naipes resistieron en pie. Tocó empezar de cero, mirar hacia adelante, confiar y creer en uno mismo y reinventarse. Me dio por correr. Desconocía esa forma de ponerte a prueba y explorar tus límites. Cuando lo probé, me enganché a esa sensación de libertad y de superación.
La terapia funcionó, ya lo creo, pero no dejé el running. ¿Miedo a ser alcanzado por algún fantasma del pasado? Alguna vez lo he pensado... no, demasiado freudiano incluso para mí. Y así llegó el citado penúltimo madrugón dominical, la primera carrera después de. En la cabeza más cosas de la cuenta como para visualizar todas y cada una de las pisadas y detener el crono justo cuando quería. Sombras que me han hecho recordar los tiempos del Imperio.
No se trata de ser el malo malísimo de la película o dejar de serlo, sino de ser capaz de confiar y creer en uno mismo más que nunca mientras, delante de tus narices, el castillo de naipes vuelve a tambalearse. La calma que precede a la tempestad no es nada comparada con el silencio que reina después. La hora de los valientes, porque mientras unos derraman lágrimas de cocodrilo y su vergüenza amenaza con anegarlo todo, hay quienes aprietan los dientes dispuestos a poner a prueba principios y valores de nuevo. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga.
No sé si me has entendido. De hecho apostaría lo que sea por un NO en mayúsculas porque precisamente esa era mi intención. Así que para compensar tamaño sinsentido, el videoclip de Let Yourself Go de Green Day. Celebremos que es domingo (y no sábado) con una de las canciones que sonaron hoy en cierto mp3 entre pisada y pisada mientras quizás tú también estabas con la cabeza en otra parte, ¿quizás en Fráncfort con Heidi Klum?


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