Revista Vino
Lo mejor de moverse es que pasan cosas. Sentado en casa o en una mesa de cata, también pueden pasar, por supuesto. Pero si te mueves, ésa es mi experiencia, pasan muchas más. La mayoría no son lo que parecen. Por ejemplo, el bocadillo de orza (ya no me atreví a pedir vino, lo tomé con una cerveza que me salvó en parte) que comí en el Hogar del Jubilado de Casas de Moya fue tremendo: seco, basto, rancio, disgustado y desabrido. Hecho con cariño, sí, servido con unas aceitunas, pero tremendo. Y en cambio, a la gente que lo vio en Twitter le pareció de escándalo, qué buena pinta. ¡Joan València casi se pone, vaya! Pero no...no era lo que parecía. Tendemos a despreciar o a minusvalorar aquello que se aleja mucho de nuestros gustos o de lo que consideramos nuestros estándares de calidad. Hacemos mal. Hay que ir a conocer las cosas y saber el valor que tienen para muchas personas. Me di cuenta el día que fui, por primera vez, a la lectura teatralizada con vinos, que hace la DOCat en colaboración con el Teatre Lliure. (Ya de paso: buscad la información en la web de la DO o en la del Teatre porque merece la pena la experiencia).
Asistía gente que estaba interesada en el hecho cultural de la mezcla de lecturas y el comentario de vinos. Pero que no sabía de vinos. Día peligroso, el de San Valentín, con alta probabilidad de ñoñería en el ambiente, Nada más lejos. Se arrancaron con una lectura salvaje de Fool of Love de Sam Shepard combinada con una chardonnay que me sorprendió, la de Joanne Cox (Celler Ronadelles en Cornudella de Montsant.) Pues aquella gente sensible, pero no preparada para descifrar el porqué de sus gustos vínicos, tenía muy claros cuáles eran esos gustos, Y estaban en las antípodas de los míos. Buena reflexión tuve que hacer. Como la que me propició el director general de la Unión Campesina Iniestense, Diego Paños, que me atendió una tarde para explicarme qué hacían y por qué lo hacían. Más de 6000 Ha, más de 1000 Ha en ecológico certificado (la mayor superficie de España en tinto), más de 1 millón de botellas vendidas el año pasado y con dos vocaciones claras: dar valor a los socios de la cooperativa; y atender a los gustos del mercado. Que no son los míos, joder, pero son aplastantemente superiores a lo que me gusta. A por ellos, pues: sauvignon blanc en ecológico a miles para Holanda, con tapón de rosca de alta calidad, etiqueta rústica pero amable ad hoc, y adelante. ¿China? Un desastre. En dos días ya harán allí el vino bueno y barato que nosotros hacemos y es mercado solo para los precios más altos, vino para millonarios. ¿El futuro? Los vinos ecológicos a buen precio y hechos al gusto del consumidor, por una parte. La gente ya no quiere maderazos, todos lo sabemos. Ellos arreglaron una nave histórica para 6000 barricas, que ahora sirve de almacén...poca, muy poca madera, y no de primer año. Y Estados Unidos, por supuesto. Pero no en botellas, no no...en ¡bag-in-box! Y ni de 3L, de 20L, para que los bares por copas puedan servir dosis con dignidad y calidad. Los americanos no son tan remilgados en según qué cosas. Su futuro también pasa por los mostos (auténticos maestros) y, por supuesto, trabajan tanto para los niños como para los adultos, tanto para los bares y restaurantes como para los supermercados.
Que sus vinos no me gustan? Cierto, no hablaré de ellos porque en ecológico prefiero otros perfiles de los que sí hablaré. Y uno no ha bebido en vano y tiene en la cabeza los sauvignon blanc que más le gustan en el mundo. Pero, caray, también me gustó un rosado de bobal ecológico de 2011, que estaba algo oxidado pero tenía una entidad sorprendente, y era goloso. No sé si venderán más del de 2012, pero merecería la pena. Pagué por él 2,48€ y, decían ellos, esa era la causa de por qué no se vendía: era caro! Pero me dieron una buena lección de cómo situarse en el mercado y hacer lo que éste pide, no lo que los gurus de la preceptoría aconsejan...Tampoco es lo que parece Vitis Natura, la bodega de Antonio Soler en Casas de Santa Cruz (en el territorio de la Manchuela, pero VT Castilla). Pequeña (apenas 5 Ha en ecológico), perdida en el llano entre Iniesta y La Jara (suyo es el roble centenario que adorna el viñedo y embellece el horizonte frente a la casa y este post), con una voluntad de sacar buen rendimiento a una tierra generosa que nada sabía de cabernets franc y sauvignon, petit verdot, merlot...Creo que llegarán, aunque les falta un largo trecho todavía: la bodega es de 2003 y todo es de plantación reciente. Creo que llegarán porque Antonio es un hombre sensible, sabe reconocer errores (la syrah en zona que era de cereales...mejor olvidarse de ella) y tiene como empleado a Andrés Kovinya, otro que es lo que no parece. Enfundado en su mono de trabajo en el campo, Andrés es el hombre de confianza de Antonio en el día a día del campo y de la bodega. Charlando charlando un par de buenas horas salió todo: ingeniero agrónomo y forestal en Ucrania, mecánico, enólogo a fuerza de aprender del maestro Antonio, carpintero, apicultor...En fin...solo digo una cosa: lo que sabe este hombre de maderas en relación con los vinos no lo había oído nunca. Porque se acerca a ellas desde la agronomía y sabe perfectamente qué madera que ha crecido en qué sitio y en qué condiciones puede dar qué resultados con sus vinos. Impresionante. Aprendí un montón con él y salí con dos firmes convicciones. Hay que trabajar mucho más para poder conocer la trazabilidad y vida exactas de las maderas que usamos. De otra forma, siempre daremos palos de ciego con nuestros vinos. Quien lo haga, enhorabuena. Pero la gente que yo conozco confía en los productores y en los resultados, pero no tiene certezas sobre los árboles con los que sus vinos van a convivir...La segunda convicción: probé un vino, Souvenir New Roots 2011, con cabernet franc, sauvignon y algo de merlot, que me gustó mucho: volumen, fruta, rusticidad. Será bueno. Y probé, sin etiqueta todavía, un espumoso brut hecho con bobal que me entusiasmó. Ahí me di cuenta del potencial de la bodega y de lo que puede llegar a hacer. También me di cuenta de que La Manchuela parece enormemente grande y vacía, pero no lo está, no. Las cosas se esconden, se camuflan, viven con discreción, pero son y en esta zona, con seguridad, seguirán siendo y cada vez mejor. Las cosas, sobre todo en sitios tan grandes, no suelen ser lo que parecen.