Víctor Alvarado (publicado en www.paginasdigital.es)
El otro día leía un artículo en el que se decía que los grandes directores americanos se estaban pasando al mundo de la televisión por culpa de que la gran industria del cine se estaba infantilizando, mientras que Tim Burton, coincidiendo con esta línea de pensamiento, ha creado una historia partiendo de una serie de televisión de la ABC estadounidense [Sombras tenebrosas (1200 episodios)] que, además, es bastante aburrida y decepcionante. Por esa razón, esta semana me refugio en una perla francesa como Las nieves del Kilimanjaro de la que no había tenido oportunidad de escribir hasta ahora.
Las nieves del Kilimanjaro (2011) narra las andanzas de un sindicalista que pierde su trabajo en los astilleros y que justo después de celebrar su aniversario de boda, recibirá la visita de un par de desesperados ladrones.
Las interpretaciones de la pareja principal Jean-Pierre Darroussin y Ariane Ascaride resultan deliciosas. La química funciona. Uno tiene la sensación de que se conocen de toda la vida porque parece que están en la misma sintonía por la complicidad de sus miradas.
Robert Guediguian es un prolífico cineasta, pues, desde 1997, ya ha dirigido diez largometrajes. De este director se puede decir que hace cine de denuncia social (esperanzador), pero sin la amargura ni la carga ideológica que, generalmente, aunque no siempre, abandera Ken Loach. Su crítica es más amable que la de otros que se mueven en el ambiente de la izquierda porque Guedeguian rompió a los 27 años con el Partido Comunista Francés para hacer política por su cuenta. A través de uno de los personajes, el citado realizador deja caer una cita de Jean Jaurés que se deduce que sirve para explicar en que consiste su proceso creativo: “Comprender lo real para ir hacia lo ideal.”
Detrás de esta sencilla historia (inspirada en el poema de Víctor Hugo: Gente pobre) que aparentemente puede parecer que no dice nada, se esconden valores verdaderamente interesantes, que merecen nuestra atención: En primer lugar, el cineasta ha querido destacar la importancia de la familia y construir una historia de amor, basada en sólidos principios y en la capacidad de mirarse el uno al otro, pero siguiendo el mismo camino, aunque con las sanas parcelas de independencia. Por cierto, nos parece excelente la metáfora de su viaje a África, utilizando para ello la imaginación y relacionándolo con los veraneantes en una playa de Marsella.
En segundo lugar, resulta llamativo el planteamiento de la pareja protagonista cuando se enfrentan a un dilema moral en el que tendrán que decidir cual es el modo de hacer justicia y donde la caridad tiene la última palabra.
En tercer lugar, no deben perderse esta cinta porque hace una crítica a la pasividad de la sociedad ante una crisis económica que asola a las clases menos cualificadas y, en especial, hacia los sindicalistas. La frase que a continuación les mostramos lo dice todo: “Nos hemos vuelto burgueses. Vamos al mar el domingo, somos propietarios y miramos la televisión.”
Por último, nos quedamos con el guiño del autor de esta película, que hace referencia a una utopia, al cómic de Spiderman, pues este arácnido es un idealista que al igual que Michel, el protagonista de la historia, se sacrifica como no lo haría un sindicalista de nuestro país.