Revista Cine

Las ovejas no pierden el tren

Publicado el 09 febrero 2015 por Pablito

Un escritor poco inspirado que hace tiempo que no saborea las mieles del éxito;  una mujer que intenta desafiar a su reloj biológico quedándose embarazada y otra desesperada por encontrar al amor de su vida; un anciano que padece Alzhéimer; la historia de un amor imposible… ¿El mayor drama de todos los tiempos? No: la última comedia de Álvaro Fernández Armero. Las ovejas no pierden el tren (2014), el regreso del cineasta madrileño a la gran pantalla tras 7 años dedicado a la televisión, es de esas películas con la habilidad de contarte cosas serias con risas; uno de esos trabajos que utilizan el humor como herramienta para reflexionar sobre temas de envergadura, como la madurez, la familia, la búsqueda del amor, las falsas expectativas… y, por encima de todo, la autodeterminación para romper con lo políticamente correcto. En efecto: el nuevo trabajo del director de las chispeantes e ingeniosas Todo es mentira (1994) o Nada en la nevera (1998)  es un  llamamiento a dar de lado a los cánones y a los plazos determinados que parece fijar la sociedad para triunfar, cuando lo único que ésto trae consigo es infelicidad y frustración. 

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Narrada en clave de humor, Las ovejas no pierden el tren es una película coral, con personajes de los que no tardas en encariñarte. Los que capitanean la función son Luisa (Inma Cuesta) y Alberto (Raúl Arévalo), un matrimonio cuya nueva vida en el campo no resulta tan idílica como al principio imaginaban. Buena parte de culpa la tendrán sus conflictos personales: Luisa no consigue quedarse embarazada del que sería su segundo hijo y Luis se encuentra estancado en un bache creativo en su profesión de escritor. Sara (Candela Peña), la hermana de Luisa, que trata de canalizar su ansiedad a través de los hombres o Juan (Alberto San Juan), hermano de Alberto, que intenta rehacer su vida al lado de su joven (Irene Escolar) aunque no haya olvidado aún a su ex, son otras de las figuras de un reparto en estado de gracia. Del primero al último. Cada uno de los actores parecen haber nacido para dar vida a unos personajes con los que ríes, te emocionas y de los que no te importaría ser su amigo, a pesar de que se encuentran consumidos por la frustración y la baja autoestima. O precisamente por esto: la película conecta tan bien con el público porque todos nos hemos sentido alguna vez insatisfechos con nosotros mismos, con la sensación de que, en vez de comernos el mundo, era éste quien nos comía a nosotros, máxime en una situación de crisis económica como la actual.

Una de las mayores bazas del éxito de la película, es la habilidad de Fernández Armero en construir el guión, logrando el equilibrio perfecto para que las situaciones no parezcan demasiado rocambolescas o surrealistas ni tampoco intrascendentes, inocuas. Combina la mesura con el alboroto con absoluta brillantez, manejándose en esta delicada línea, tan difícil de conseguir, como pez en el agua. Y, aunque se podía haber sacado más brillo en algunas situaciones, resolver mejor otras y explotar más a algún que otro personaje, en líneas generales el espectáculo no defrauda.  Al revés: a su reparto compacto -citemos con especial ínfasis a Candela Peña, que dota de unos matices, una fuerza y una humanidad a su personaje que va más allá de cualquier elogio-, su tejido emocional y lo bien que se disfruta, se suma el brillante trabajo de fotografía de David Azcano, que logra estampas rurales de incontestable belleza, y un diseño de producción más que acertado. 

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Armada de esperanza y preconcebida para ser disfrutada en familia, Las ovejas no pierden el tren nos conquista a pesar de sus tópicos y algún bache arrítmico porque es un espectáculo fresco, vivaz y está armada de talento en cada uno de sus frentes. No es de extrañar que haya despertado el unánime aplauso de la crítica en nuestro país: pocas veces se ofrecen propuestas tan lúcidas como estas. Pocas veces se sienten tantas ganas de dar un abrazo a quien tienes al lado de la butaza al finalizar un pase. O de aplaudir. No pierdan el tren y vayan a verla. 


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