Revista Vino
En el sentido del DRAE, "Exacto, que no tiene en número, peso o medida ni más ni menos que lo que debe tener." ¿Quién puede decidir cuáles y cuántas son las palabras justas, necesarias, medidas en la descripción de un vino? Asisto, perplejo, a una corriente intensa de opinión en los últimos tiempos. Curiosamente, por lo menos para mí, la veo animada sobre todo por profesionales de la prescripción, por gente que recomienda desde la sumillería, qué beber en una mesa o qué comprar en una tienda. Critican el lenguaje demasiado técnico, a ratos críptico, con que se suelen describir los vinos. Y lo hacen desde la perspectiva de que ese lenguaje aleja al consumidor potencial del consumo del vino, le asusta, le intimida.
Yo no creo en ese punto de vista. En primer lugar porque nunca he oído a un consumidor/lector quejándose de falta de entendimiento ni tampoco he leído quejas o críticas razonadas escritas por no profesionales del vino. Perdón, sí las he leído: no citaré nombres o fuentes porque ni me molesté en anotarlos, pero recuerdo la lectura de alguna columna firmada por grandes escritores que no tenían idea de qué estaban hablando, opinadores profesionales que tienen la obligación diaria o semanal de escribir sobre algo. No se pueden permitir el lujo de callar sobre cosas de las que no saben. Sucede en periódicos, en radios, en televisiones. En segundo lugar, no creo en él porque las palabras adecuadas, las necesarias, las decide quien escribe en función de las impresiones y de la información que tiene de un vino. Y cuando las publica, quien decide si funcionan o no, en relación a los parámetros que sea, es el lector, cada lector. Dos acciones, pues, individuales que, sumadas en el universo lingüístico que sea, dan una infinita variedad de posibilidades de acierto y desacierto, tantas que se me hace imposible aceptar una corriente de opinión que las reduzca o generalice.
Pongo, hoy, los ejemplos de mis vinos de ayer, en la comida de Navidad que es tan importante, para nosotros, como la de hoy, la de Sant Esteve. David Léclapart, L'Alchimiste 2008. De Trépail, pinot noir de premier cru. Sureste de la montaña de Reims, dentro de su parque natural. Léclapart es un hombre sensible, dedicado en cuerpo y alma a sus vinos a través de la biodinámica. Hoy me siento cansado de tanto digerir y mal dormir. Quizás me alargaría en la persona que es también un personaje. Pero elegí su vino para descubrir sensaciones con la escudella de Nadal y la carn d'olla. Funcionó, pero hay cavas y champagnes que funcionan mejor. Incluso si pienso en champañas rosados de pinot noir, el Cuvée Fidèle de Vouette&Sorbée me parece más adecuado para esos platos, menos maduro, más fresco. Es un vino con recuerdo grande de la madera, a ratos incluso parece un vino de Selosse. Arándano rojo, grosella también, aunque en nariz es madura. Cereza recién cogida. Tiene un tanino firme y delicado. Un vino especial en el que la burbuja es mera anécdota. Como champagne rosado, en mi experiencia suena a único, lo cual no es sinónimo de extraordinario. Es un vino de placer, con poder y garra, pero que acapara demasiada atención. Casi para beber solo, aunque su precio es excesivo. Vale menos de lo que cuesta.
Sigo cansado y aunque conozco y sé cómo es Léclapart, conozco mucho mejor a las personas que hicieron este vino en 2008. Terroir al Límit, L'Arbossar 2008. No me parece necesario describir su influencia sobre cómo es el vino, pero es evidente para mí que ellos (en esa época Huber, Sadie, Sabater en el campo) hicieron un Arbossar especial ese año. Es un viñedo especial también para la carinyena. Poco habitual que personas en esa época (cepas de más de 80 años) la plantaran con una orientación radicalmente norte y noroeste. Recibe sólo el sol de la tarde en una zona de Torroja, además (justo encima del pueblo), húmeda y con una fuente natural. Año fresco, además, con diferencias térmicas entre el día y la noche menores de lo habitual y buena lluvia en los meses cruciales. El resultado, por poco esperado (las condiciones, en esa zona y en 2008, puede que no fuesen las mejores para la carinyena) es espectacular. Ha integrado ya por completo la madera y ofrece las mejores características de un gran priorat, con aromas sutiles del campo (la vegetación que rodea y puebla ese viñedo, tomillo y orégano, hinojo) y de la fruta (moras en su punto de madurez, ni más ni menos; cerezas). Tiene un plus este vino: es ligero y fresco, tanto en nariz como en boca. Agilidad y frescura le convierten en un vino de gran placer y perfecto acompañante para el pollo relleno de Navidad. Es un vino que vale lo que cuesta.
Equipo Navazos, La Bota de Palo Cortado "bota punta", n.6. Para mí se trataba de otro experimento. Mi última botella del n.6. Sé que no habrá otra (salieron apenas 300 de esa saca de abril de 2007) y a pesar de ello, quiero tomarla con turrones, polvorones y barquillos. Hay frutos secos en ellos, tanto en el vino como en los dulces. Los polvorones, además, vienen de un convento de Morón de la Frontera. Sencillamente: me apetecía empezar en el norte tanto como terminar la comida en el sur. El vino de esta botella tiene una sutileza y una delicadeza tales que le sobra cualquier palabra. Si encuentran una botella, no dejen pasar la ocasión. Vale mucho más de lo que cuesta. ¿Han sido éstas las palabras justas? ¿Las que cada vino bebido y descrito necesitaba para que se hagan ustedes una idea? No lo sé, por la sencilla razón de que cada uno de ustedes es distinto y va a recibirlas de manera distinta. Sí sé que fueron vinos escogidos con plena conciencia de por qué quería beberlos ayer. Pero han sido descritos tal y como me siento hoy, no ayer...También estoy seguro que si los bebiera pasado mañana, los vinos sabrían distinto y yo los bebería y describiría con matices y datos distintos a como lo he hecho hoy. Las generalizaciones no sirven para nada en la vida. Para los vinos, para beberlos, para hablar de ellos, menos.