En términos oscarianos (con perdón del neologismo), Lazos de sangre aparece como falsa contracara de El discurso del rey. Si la película de Tom Hooper conquista a Hollywood porque reedita viejas fórmulas que la Academia suele premiar por fidelidad a sí misma, la de Debra Granik explota las premisas de independencia o libertad creativa para sobarle el lomo a un gran jurado convencido de poseer un gusto heterogéneo.
Winter´s bone (así es el título original) revela la existencia de otro Estados Unidos. Un submundo (¿subpaís?) con ciudadanos de segunda que ignoran las bondades del american dream. Un country marginal cuyos habitantes semianalfabetos, desahuciados, asustados y violentos se atrincheran en sus ranchos o trailers para “cocinar” droga y esconderse de la Ley (representación única y fiera de un Estado perverso).
El drama de Ree desmiente la condición de primera potencia, el culto a la igualdad de oportunidades, la preeminencia de una Justicia proba, la belleza WASP, el glamour de Los Ángeles, Boston y Nueva York. Jennifer Lawrence se esfuerza por reflejar el sufrimiento y la entereza no sólo de su personaje sino de tantos compatriotas librados a la buena de Dios.
Por su parte, John Hawkes se esmera en encarnar otro estereotipo. El del hombre duro, border pero también jugado y leal (incluso tierno).
Las virtudes de sobrina y tío en la ficción conforman un tributo a los lazos de sangre: al ADN que heredamos, que nos define, y que según la ocasión nos hunde o rescata. Por extensión, la propuesta de Granik (que, dicho sea de paso, adaptó la novela homónima de Daniel Woodrell) retrata a parte de la gran familia americana, asomada al abismo de la perdición pero siempre aguerrida, dispuesta a luchar hasta el final.
En este sentido, Winter´s bone es una película oscariana (las cuatro nominaciones despejan cualquier duda). Sin tanto presupuesto, sin un elenco multiestelar, sin personajes monárquicos pero con la infaltable y férrea intención de contar una conmovedora fábula de (auto)superación.
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PD. Otra vez, la autora de este post cae en la tentación de evocar a Luc y Jean Pierre Dardenne y de comparar Lazos de sangre con Rosetta. Otra vez, los hermanos belgas son ganadores indiscutibles de la comparación.