Revista Vino
Había abierto la botella de un viticultor al que tenía ganas de veras (Hilberg-Pasquero), tomé un primer sorbo de su Barbera d'Alba 2008 y el efecto "Ratatouille" fue inmediato. Empecé a pensar en los colores sublimes del otoño en Le Langhe: los he visto una sola vez en esa época del año, pero me bastó para tener, para siempre ya, un lugar al que poder evadirme en tiempos de zozobra. Un lugar que no tiene por qué ser siempre físico. Ya me gustaría que mi evasión fuera real, pero casi siempre los paseos por Asti, Alessandria, Acqui Terme, Bra, Barolo, Barbaresco, Nizza Monferrato, Monchiero...son espirituales. Así ha sido también en esta ocasión. Pensé en ese paisaje en otoño, busqué una hermosa fotografía (extraordinaria, ésta de anteriorechiuso), retuve los colores y perpetré una receta. Sencilla, sabrosa, pero con los colores básicos de los viñedos teñidos de otoño.
Ravioloni rellenos de calabaza y ricotta. No sé por qué pero la calabaza es uno de mis iconos otoñales. Un poco de frío, el fuego lento, la cebolla, las especias, la cuchara, parmesano rallado...En esta ocasión, la colaboración de uno de mis pastificci de guardia (la parada de Los Italianos de la C/ Amigó, en el mercat del Ninot; el otro, es La Castafiore) fue crucial. Habíamos pactado un relleno de pera y gorgonzola (¡ya llegará, ya!), pero al saber de nuestra pasión por la calabaza, Nuri nos reservó lo que véis en la foto inferior. Cebolla de Figueres cortada a lo "sauvage" (a lo mío, vamos, con pedazos de cebolla que, al final, puedan comerse enteros), mezclada con cebolla tierna. Fuego bastante rápido para fijar colores. Sal y pimienta. unas láminas de nabo (si es negro, mejor, más sabroso, pero no siempre lo encuentro en el Ninot) que añado al rato, con algo de orégano. Los dados de calabaza, finalmente, siempre a buen fuego: me gusta que el tubérculo muestre su color y que, en la boca, su entereza contraste con la suavidad de la pasta rellena.
El Barbera d'Alba de Miklo Pasquero me gusta más que su Langhe Nebbiolo. La fama se la lleva este último (Tre Bicchieri del Gambero Rosso no sé cuantos años seguidos...), pero es un vino necesitado de botella y de buenas circunstancias. Su Barbera 2008 es un todoterreno de gran poder. Los que seguís este cuaderno, sabéis que he probado casi todas los barbera del mundo (que no sólo en Italia está plantada esta prolífica y generosa cepa) y puedo asegurar que ésta es una de las más atractivas que he bebido. Me ha llevado directo al corazón de esas Langas, al Roero, a sus colinas. Y al corazón del barbera, que creía casi perdido...es un vino seco, austero, pero al mismo tiempo suave, completo, casi redondo. Es húmedo también, fresco, sin concesiones a la sobremaduración o a la vinificación excesiva, con aromas de arándano negro, de romero, de ciprés y seto. Es un vino muy bien integrado. Reconforta reencontrarse, en Barcelona y gracias a los esfuerzos de mis amigos de la Enoteca d'Italia, con este pedazo otoñal del corazón de las Langas. Por 16 € y esta sencilla receta, he hecho un viaje silencioso, reparador, delicioso.