Revista Vino

Le Mont Benoit 2007 (20%) + 2008 (80%)

Por Jgomezp24
Este post, último de 2013 y primero de 2014, lleva un subtítulo: "Historia de dos generosidades".
En la primavera de 2012, Julien, un amigo suyo (viaja en el anonimato) y yo, tomamos un avión para pasar unos días en la Champagne. Teníamos varios objetivos reconocidos (Selosse y la recepción de exclusivos en su bodega, hotel y restaurante Les Avisés, en Avize; y Terres et Vins de Champagne: todavía no sé por qué me aceptaron...) y uno que yo desconocía, en el que Julien me embarcó. No quiero hacer un panegírico de la personalidad de Julien (La Part dels Àngels), pero forma parte de una de las dos generosidades de las que hablo hoy: siempre dispuesto a compartir todo, a explicar todo, a escuchar tus preguntas, a rellenar mis ignorancias con sus palabras medidas. Había empezado a tratar con Emmanuel Brochet pero quería conocerle mejor y pasar unas horas en su casa, en Villiers-aux-Noeuds, un poco al suroeste de Reims (primeras estribaciones norte de la Montagne).
Cuando llegamos hacía ese frío tan sano de principios de primavera en la Champagne. El pueblo, cuatro casas, estaba vacío. Junto a la iglesia, un padre jugaba con sus hijos casi en mangas de camisa. Era Emmanuel. Pasamos una tarde deliciosa con él y con su familia. El objetivo no era pisar viñedos, sino conocer cuvées, probar "vins clairs" , charlar largo y tendido, conocernos mejor y abrir las botellas que él quisiera abrir. Conocía ya sus vinos y me habían gustado mucho. Pero como suele suceder con los vinos que me enamoran, la persona me gustó mucho más. Humildad, aprendizaje constante, ofrecimiento, de nuevo enorme generosidad. Le añado sensibilidad y sentido profundo de pertenencia a un paisaje y a una cultura de vinos que está en franca minoría en su territorio. Pongamos algunos nombres: Agrapart, Laherte, Bedel, Bérèche, Doquet, Goutorbe, Demarne-Frisson, Vouette et Sorbée...pequeños productores, grandes vinos. Aunque haya quien no quiera verlo así, creo que alguno de los vinos de Emmanuel le sitúa ya entre ellos.
Yo tenía, además, un deseo que había compartido con Julien: intentar que Emmanuel viajara a Torroja del Priorat para participar en la Festa de la Verema 2012 que montaban Terroir al Límit y Trío Infernal. Lo había comentado con Dominik y a él le apetecía mucho también: sería la primera vez que un vigneron de la Champagne estaba en la fiesta. Con mucha discreción (y a la tercera botella), se lo planteé. No dijo que sí, pero el brillo en sus ojos le delató: le apetecía. No sabía yo que nunca, es decir nunca, había salido de su tierra para explicar su forma de embotellar Champagne. Y al final se decidió. Su familia no pudo acompañarle pero él tenía la gran ilusión de su vida: furgoneta, 1253 km, cuatro cajas, 24 botellas y hacia Torroja. Casi llegamos al mismo tiempo y pudimos ayudarle (con Julien y otros dos amigos con los que coincidimos) a llevar las botellas a Cal Compte, donde por la noche se hace una ya tradicional fiesta de mágnums y a la mañana siguiente, los bodegueros invitados (4 ó 5) ofrecen y explican sus vinos a todos los invitados. Todo el mundo sabe, todo el mundo, que los bodegueros invitados ofrecen sus vinos en mesas preparadas en la extraordinaria terraza de Cal Compte, al día siguiente.
Hacía frío, ese octubre de 2012 en Torroja, y decidimos (fatal error) que no era necesario llevar las botellas de Brochet a la nevera. En un rincón discreto del patio, al aire libre, pasarían (pensamos...) una fantástica noche para ser abiertas al día siguiente. Una fiesta de mágnums es lo que es y no voy a perder un segundo en describirla. Recuerdo sólo la cara de satisfacción y orgullo de Emmanuel que iba paseando entre los invitados y ofreciendo la doble botella que llevaba de su Mont Benoit. Le hacía mucha ilusión poder explicar su vino y su forma de trabajar a los profesionales que asistirían a la presentación del día siguiente.
No le dejaron. Los profesionales y los amateurs (de todo había: yo estaba, aunque me retiré a la hora de la Cenicienta y me perdí lo peor) que prolongaron la fiesta hasta que les dio la gana (nada que decir, por supuesto) no tardaron muchas horas en descubrir las cajas guardadas en ese lugar discreto del patio. Y sabiendo que Emmanuel Brochet era uno de los invitados del día siguiente (todos habían recibido un tarjetón con el nombre de las bodegas y el símbolo que se usa para la fiesta: el que ven ustedes en la imagen inferior), decidieron que con los mágnums no les bastaba y empezaron a abrir las botellas, que Emmanuel había traído de su pueblo. Por supuesto, no pertenecían a la fiesta porque no eran mágnums. Se tragaron (no creo que bebieran) 18 botellas y dejaron a Emmanuel con 5 botellas, cinco, para descorchar a la mañana siguiente.
Jamás en mi vida he pasado tanta vergüenza ajena: por la mañana temprano, me levanté para ayudar en los preparativos de la cata (Cal Compte y Terroir al Límit son amigos míos) y topé con las caras de Julien y Emmanuel. Acababan de descubrir lo que había sucedido con las botellas de Mont Benoit. No sabían qué hacer, no sabían dónde mirar. Yo no sabía qué decirles. No había consuelo posible. Pero ellos reaccionaron e hicieron lo justo, lo que su generosidad les mandaba: subir la caja que quedaba con 5, cinco, botellas a la terraza y esperar a que empezara la sesión. "The show must go always on". Emmanuel racionó tan bien como supo y pudo esas cinco botellas, pero a las 11 y algo más ya no quedaba nada. En apenas una hora había terminado su terrible primer viaje para contar su espléndido vino. Nos despedimos al cabo de un rato. Emmanuel no paraba de dar las gracias por la invitación y por la oportunidad que le habían dado. Julien y yo no quitábamos la vista del Montsant. Por primera vez no me quedé a la comida popular en la font. Lo que más me dolió: los borrachos, en su senda de destrucción, habían dejado un par de botellas abiertas y no consumidas en el camino hacia el coche. Durante mucho tiempo, meses, estuve dudando si escribiría alguna vez esta historia. Había decidido no hacerlo.
Hasta que la semana pasada entro en la tienda de Julien. Venía de beber el extraordinario Mont Benoit 2008 (20%) + 2009 (80%), etiqueta con una torre eléctrica (que Brochet nos había enseñado en boceto en su casa) y Julien me cuenta que Emmanuel había decidido sacar más tarde el cupaje que encabeza este post. Me dijo más, porque yo no daba crédito cuando vi la etiqueta. Había reconocido al instante las tijeras de vendimiar que son el icono de las tarjetas de invitación de la Festa de la Verema. Julien me dijo que Emmanuel se sentía tan agradecido, todavía, por la oportunidad que se le había dado de poder explicar su vino en Torroja, que había decidido reproducir las tijeras en ese cupaje. Yo me quedé sin palabras, la verdad. Porque les conozco y sé que no había ni ironía ni venganza en esa etiqueta. Había sinceridad, generosidad y bondad. Me llevé unas botellas  a casa. Anteayer bebí una y, aunque creo que este vino necesita más reposo en botella, lo encontré espléndido, soberbio. Y decidí que explicaba qué sentí cuando lo bebí. Decidí, además, que contaba esta larga historia de dos generosidades para que todo el mundo supiera por qué esas tijeras de vendimiar están en la etiqueta del último Mont Benoit en el mercado. Que tengan ustedes un buen 2014, lleno de salud y de cosas bonitas. Y si pueden y se les pone a mano, hagan ustedes el bien sin mirar a quien y sin esperar nada a cambio.
Mis sensaciones con Le Mont Benoit 2007 (20%) + 2008 (80%), 40% Pinot Meunier (la gran uva de Emmanuel), 35% Pinot Noir, 25% Chardonnay. 12,5%. Antes que oler, tomo un primer sorbo y noto la fuerza de este vino. Tiene una entrada en el paladar de caballo al galope. Fuerza y brío. Poder e intención. A lomos: las diosas de la acidez y la de la frescura saben dónde llevarle. Cabalgan al amanecer y recogen los aires de la ladera, la neblina, húmeda. Manzanas maduras: compromiso entre la acidez y el sabor dulzón de las lías. Pomelos: descubrimiento de una alma que es doble, cítrica y amarga. Infusión con corteza de naranja. Flor blanca en el prado de primavera. Burbuja delicada pero vino rampante, alegre y festivo. Miro mis manos y huelo los dedos manchados de tiza tras escribir en la pizarra. El poder y el vigor de este pinot meunier. Pera limonera. Energía y pasión discretas. Cultas. Sabias. Sensibles. Como es Emmanuel, así su vino.
 

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