Hoy traigo una receta tradicional muy sencilla que a todo el mundo le gusta. No acostumbro a trabajar la sencillez porque me gusta experimentar y retarme a mí misma para descubrir hasta dónde puedo llegar y qué soy capaz de hacer. Sin embargo, a veces cuando cocino me encanta tener la sensación de que todo va a salir perfecto por una vez, resultando delicioso y muy fácil. Y eso es lo que ocurre precisamente con la leche frita. Todo el mundo puede hacerlo sin ningún problema y los que tengan pereza en la cocina, no demostrarán ni un ápice a la hora de hacer esta receta porque no se tarda nada de tiempo y los resultados son inmejorables. Estoy convencida de que os encantará y, como dice Karlos Arguiñano, de quien he sacado la receta, la leche condensada le aporta un sabor muy especial.
♥ Ingredientes:
- 400 ml. de leche
- 200 ml. de leche condensada
- 75 gr. de maicena
- la corteza de un limón
- 1 rama de canela
- harina y huevo batido para rebozar
- aceite para freír
- canela en polvo y azúcar para decorar
En un cazo calentamos la leche y la leche condensada con la corteza de limón y la rama de canela para aromatizarla. En un cuenco, echamos la maicena y colamos sobre ella la leche caliente. Removemos con unas varillas hasta que no queden grumos y la mezcla esté integrada. La echamos de nuevo al cazo y la cocinamos, sin dejar de remover, hasta que espese. Vertemos la crema en una fuente rectangular o cuadrada y dejamos que se enfríe y se cuaje en la nevera durante media hora.
Cortamos la mezcla en cuadraditos y los pasamos primero por harina y luego por huevo batido antes de freírlos en aceite caliente, con cuidado de que no se doren demasiado. Vamos depositando los cuadrados en un plato con papel absorbente para que no nos queden muy aceitosos. Y, por último, los pasamos por una mezcla de azúcar con canela, antes de servirlos.