Revista Cultura y Ocio

Leer, una aventura sin límite de edad

Por Eltiramilla

Leer, una aventura sin límite de edadEste mes de febrero me estreno en la novela infantil y juvenil con El reino de las Tres Lunas (Alfaguara), un género en el que mi aterrizaje ha sido un tanto casual o, por lo menos, no premeditado. Siempre me pareció un gran reto -¿qué se necesita para conectar con un público tan exigente como el infantil?- y jamás me habría animado si no hubiera sido por dos hechos esenciales en mi biografía.

El primero de ellos guarda relación con la literatura y tiene nombre propio: La edad de la ira. Una novela –pensada para el público adulto y publicada por Espasa en 2011- que, desde que salió a la luz, contó con muchísimos lectores entre alumnos de todos los niveles de Secundaria y Bachillerato. Mientras la escribía, confieso que jamás pensé que les pudiera interesar y, mucho menos, que fuese a mantener con ellos algunos coloquios y charlas como los que surgieron desde que la novela llegó a las librerías. Aún hoy, entre los mejores recuerdos que guardo de esta experiencia, se incluyen los tuits, e-mails o mensajes de Facebook que he recibidido –y sigo recibiendo- de los adolescentes que se han acercado hasta sus páginas.

El segundo hecho tiene que ver con mi otra faceta profesional, la docente. Aunque comencé trabajando en el mundo editorial, pronto decidí –de nuevo, casi por azar- dar el salto a la enseñanza y, sin ser consciente de lo que iba a encontrar allí, me di de bruces con una de esas palabras que te cambian la vida: vocación. Siete años llevo ya en las aulas. Siete años en los que siento que me realizo cada día y donde encuentro, en mis alumnos, una fuente inagotable de inspiración y, más aún, un motivo fundamental para seguir creando, luchando y comprometiéndome –en lo educativo y lo social- con todo cuanto me importa.

Así que, sumados estos dos factores, supongo que era inevitable que me decidiese a abordar la posibilidad de escribir un texto destinado a los lectores más jóvenes,  en especial a aquellos que están viviendo la transición de sus lecturas infantiles a sus primeras lecturas adultas. En mi cabeza se agolpaban todos esos chicos y chicas de 1º de la ESO a los que doy clase, gente llena de ganas de conocer nuevas propuestas y con una capacidad de entusiasmo descomunal. Con ellos era con los que quería conectar en mi nuevo libro, así que me puse a buscar el lenguaje y la historia para poder hacerlo.

Y ahí, en ese mismo instante, surgió la gran pregunta. Una cuestión para la que no tenía respuesta… ¿Cómo debía escribir una novela pensada para lectores de once y doce años en adelante? Tuve que componer muchas páginas –y borrar otras tantas- hasta dar con la solución al enigma. Una solución que, de puro evidente, no era capaz de ver: el único modo de escribir para ellos era escribir para mí. Si quería conectar con su mundo no podía subestimar su capacidad lectora, ni sus intereses. No podía infantilizar mi lenguaje, ni mis inquietudes creativas, porque entonces les estaría ofreciendo una parte de mí que no sería real y esa falta de sinceridad es algo que no concibo como parte del intercambio literario.

Podría haberme distanciado más de Malkiel, su adolescente protagonista. O de Estrella y Laura, sus valientes compañeras de aventuras. O de Aldo, el juglar enamorado que reivindica la música y la palabra como las más poderosas de las armas. Sí, podría haber renunciado a dejar pistas sobre mí mismo –mi amor por la poesía, mi pasión por los amigos, mi eterna insatisfacción y hasta mi lado más infantil y caprichoso- en todos y cada uno de ellos, pero entonces no habría disfrutado tanto fundiéndome con esos personajes y dejándoles vivir algunas de esas aventuras que, a su edad o a la mía, no me importaría haber compartido.

Ahora, cuando apenas falta nada para que El reino de las Tres Lunas llegue a las librerías, solo espero que los lectores que se acerquen al mundo de mi novela –sea cual sea su edad- sientan las emociones que encierran sus páginas con la misma pasión con la que están escritas. Y ojalá este sea el principio de muchas charlas, coloquios y encuentros en todo tipo de colegios e institutos, pues pocas experiencias son tan positivas como esas conversaciones con uno de los públicos lectores más exigentes, sinceros y, a la vez, agradecidos: los adolescentes.

A su manera, esta novela es mi forma de agradecerles todo cuanto me han aportado en estos años. Y es también mi forma de confesar algo que mis alumnos y ex alumnos saben bien: a pesar de lo que diga mi fecha de nacimiento, sigo siendo uno ellos. Un adolescente más que continúa buscando su lugar en el mundo y que espera, de mano de la literatura, conseguir hallarlo.


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