Revista Cultura y Ocio

Legado, de Christopher Paolini

Por Eltiramilla

Legado, de Christopher Paolini

Tras doce años repletos de dragones, intrigas, reyes y jinetes, llegamos al final del largo viaje de Eragon por las castigadas tierras de Alagäesia. En este último episodio, la rebelión que el joven jinete lidera contra el taimado Galbatorix adquiere la categoría de hazaña épica digna de ser recordada. Por primera vez parece que la alianza de los distintos reinos y razas puede tener una oportunidad frente al malvado gobernante del imperio. Esa oportunidad tiene su expresión física en Saphira y Eragon, los únicos que consiguen que se mantengan las fuerzas para seguir luchando y en quienes todos depositan sus esperanzas. Se trata de una batalla sin cuartel que les llevará a sitiar las principales ciudades del continente, como Belatona o Dras-Leona, en un avance que les dejará continuamente al borde del desfallecimiento. Además, fuera del campo de batalla también se libran numerosos capítulos de una guerra que liberará poderosas fuerzas mágicas que hasta entonces se creían perdidas. Mientras, desde Uru’baen, Galbatorix aguarda a sus enemigos…

En este último libro de la saga, Christopher Paolini retrata lo peor y lo mejor de las posibilidades de la condición humana, y consigue que una trama compleja y enredada no sea un obstáculo para el conocimiento verdadero de los personajes. En este sentido, se aprecia un excelente equilibrio entre el avance de la historia y los pensamientos, gestos y emociones de los personajes, algo sin duda complicado que queda bien resuelto. Como siempre, resulta entrañable la relación de profunda amistad entre Eragon y Saphira, si bien es cierto que en esta entrega final este lazo ya afianzado se mantiene en un segundo plano, eclipsado por el formado entre Arya y Eragon. De una forma u otra, el joven jinete siempre se había encontrado en inferioridad de condiciones frente a la princesa elfa, lo que había anulado las posibilidades de que esta tomara en serio sus proposiciones de una vida juntos; sin embargo, esa desigualdad queda por fin más que compensada y los dos deberán hacer frente a la situación de forma definitiva a lo largo de los momentos que comparten en Legado. Pero la trama de esta historia habla de algo más que de amor. Se trata de una complicada madeja que no para de entrecruzar sus hilos y que encuentra algunos de sus momentos más brillantes en las descripciones de las relaciones políticas entre los líderes de la revuelta, es decir, los reyes acompañados de sus consejeros. Al hilo de esto, la reina Nasuada se erige como una mujer de decisiones a vida o muerte, una mujer de armas tomar que lucha ferozmente por el bienestar de su pueblo. Y si descendemos al fango de la batalla, nos encontramos con los soldados y sus oficiales, quienes ciudad tras ciudad van recuperando las tierras del imperio (no sin la ayuda de Roran, primo de Eragon, claro). Estos escenarios de guerra se encuentran dibujados al detalle, así como las tácticas utilizadas por los combatientes, algo por lo que reconozco su mérito al autor, aunque es cierto que en ocasiones las descripciones son un tanto extensas para mi gusto. Pero la parte más interesante de esta historia es, y ha sido así desde el primer libro, la del aprendizaje de Eragon, que sigue poniendo a prueba su mente y su cuerpo para alcanzar el dominio de la lucha y ser cada vez más fuerte. Y no se detiene ahí, pues una parte primordial de ese aprendizaje lo consigue a través de la observación de amigos y enemigos, de los humanos, enanos, elfos, úrgalos, animales y plantas a su alrededor. Su constante necesidad de mejorar nos recuerda que la meta tan solo es el final, que lo importante es el camino, y cuando uno llega a las últimas líneas de la saga, es una sensación que queda más patente que nunca. De esta manera llegamos al desenlace del viaje de vida de un joven cazador que junto a su dragón nos ha demostrado que la mente y las emociones son las armas más poderosas.


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