Había probado algún Goliardo y sabía de la alianza entre Rodri Méndez y Raúl Pérez. Pensaba en cómo sería alguien que bautiza un vino como "goliardo" (DRAE, acepción primera: "Dado a la gula y a la vida desordenada; seguidor del vicio y del demonio personificado en el gigante bíblico Goliat") y pensaba, también, en aquello de "Dios los cria y ellos se juntan..." Los vinos me gustaban mucho y el tipo olía bien. El hambre se unió a las ganas de comer y Mariano y Xoan pusieron el resto. Mi viaje relámpago de noviembre pasado a Pontevedra para probar un montón de vinos por debajo de los 10€ tuvo varias recompensas. Una de las más sonadas para mí fue la de conocer y compartir horas con Rodri Méndez. Fueron las de la tarde del 4 de noviembre de 2011 en el extraordinario templo de la gastronomía que es Pepe Vieira, en el Camiño da Serpe. Fueron las de la cena en uno de aquellos lugares imprescindibles que un amante del buen comer y beber debiera pisar en España (Bagos, Rúa do Laranxo, 21, Pontevedra, telf. 986852460: centollos de la madre de Rodri, zamburiñas a la antigua, almejas a la tal cual, langostinos en tempura...). Y fueron las de las horas de la cata para el concurso, al día siguiente, en que tuve la suerte de compartir mesa y copas con él (entre otros maestros). Me fui de Galicia con una sensación clara, que hace veinte años vengo construyendo y voy a confirmar en los próximos veinte: el Génesis se equivocó al situar el Paraíso entre el Tigris y el Eufrates. El Paraíso en la tierra está entre la hondarrabi beltza (pongamos de Gorrondona: otro vino que todos debieran beber) y la albariño que crece junto a Sanxenxo (pongamos la de las Forjas del Salnés, de los Méndez, la del fudre 5 que probamos en esa cena, por favor). El Paraíso donde todo es posible en términos de gastronomía, es decir, del más sugestivo y rico comer y beber, está a lo largo de toda la Cornisa Cantábrica, como muy bien se han encargado de demostrar unos amigos míos, apóstoles ellos en tierra de infieles.
El potencial que se conoce en la zona, unido al que se intuye en ejemplos como el de los vinos de Rodri, es espectacular, tanto en tintos como en blancos. Con el tiempo caerán otras cosas que, quizás por su cultura vinícola, les quedan algo más lejos (espumosos, vinos dulces: ojo al Itsasmendi Urezti 2008 de vendimia tardía). Todo llegará: no hay más que estar atento. El caso de Rodri y el progreso de sus vinos dice todo sobre lo que seguirá pasando: de una herencia de viñedos prefiloxéricos (entre los de sus abuelos y los de la Sra. Lola salen unos vinazos...) y de más reciente plantación (años 80 y hasta ahora), distribuidos en multitud de pequeñas parcelas (en la zona de Meaño, en Xesteira, Dena, O Torno...) y cuya uva era vendida o se consumía para vino que no se comercializaban, pasamos a la bodega de las Forjas del Salnés que en siete años (primeras botellas de Goliardo Caíño y Goliardo Loureiro en 2005) se sitúa en lo más alto de la viticultura gallega. El abuelo de Rodri, Francisco Méndez Laredo, es la piedra angular sobre la que reposa este edificio. En tierra de albariño, él fue quien apostó por los tintos del mar, tintos atlánticos que en Loire tienen una larga tradición, pero no en Galicia...Tintos, además, que tienen el valor de las variedades autóctonas: caíño, loureiro, espadeiro. Otro día hablaré de alguno de ellos. Hoy no. Hoy quería escribir sobre lo que alguien podría considerar su vino básico.
El Leirana albariño 2010, que no toca madera. Es del que más botellas produce, sí; hay otros blancos que se podrían considerar más "elaborados" (Leirana Barrica; Leirana A Escusa; Goliardo A Telleira), quizás. Pero yo he tenido la suerte (en diez días) de beber dos botellas de este albariño, en lugares bien distintos y con recetas distintas también (siempre pescado), y me ha gustado tanto que decidí escribir algo por tres razones: el tipo detrás de los vinos es realmente cojonudo y sabe qué se lleva entre manos; el precio es realmente bueno para la calidad que ofrece; el vino, sin otra cosa que la fermentación en acero, algo de lías con el vino, la estabilización, un ligero filtrado y unos meses de reposo en botella, representa la quintaesencia de las Rías Baixas: albariño en estado puro, vamos, sin matices tropicales ni cosas raras que vaya Usted a saber gracias a qué han entrado en esa uva. 12,5% para un servicio sobre los 9-10ºC, que nos presenta un vino limpio y suavemente dorado, con unos primeros aromas de manzana algo verde y una firme estructura en boca. Es un vino que parece vestido de seda verde: fresco, con musgo, ácido con moderación y discreta mineralidad (arcilla tras la lluvia). Por apenas algo más de 10€ en tienda merece la pena. Busquen los vinos de Rodri Méndez y disfruten. Entrarán directos a la mejor Galicia que ya existe y la que nos espera. (Y para los "locos del vino", el día que encuentren una botella -quizás sin etiquetar- de pinot noir de Rodri o de ese albariño que reposaba en noviembre de 2011 en el fudre numerado 5, descubrirán una nueva dimensión de la Galicia vinícola.)
Nota bene. La foto de Rodri "emparrado" procede del estupendo blog Vino en Casa.