Revista Cultura y Ocio

Lengua de gato, de José A. Ramírez Lozano

Por Eltiramilla

Lengua de gato, de José A. Ramírez Lozano

Farfián es un gato sabio. Y, como todo buen gato sabio, puede hablar, aunque por prudencia no exhiba su habilidad más que con aquellos humanos que están cerca de él, como Basir y su hija Eminé. Estos se ganan la vida tejiendo alfombras, aunque el trabajo de Eminé es algo especial: como es muda puede trabajar con el hilo más frágil de todos, el del silencio. El mayor anhelo de Farfián es llegar a la máxima sabiduría, y para ello debe convencer con sus palabras a una carpa, pero su tarea se verá interrumpida cuando Eminé reciba dos encargos que cambiarán sus vidas: una red tejida de sombras para un joven pescador y una alfombra de silencio para el mismísimo sultán. Cuentan las voces más antiguas que existe una novela peculiar en la mesa de novedades. Extraña y muy suya, es ajena a las miradas comerciales y recelosas de Night School y Olvidados. Cuentan que es una novela sin edad: marcada como juvenil, en realidad posee un espíritu de anciana sabiduría y la bordan enrevesadas palabras en plata que los más pequeños no pueden descifrar. Una fábula, dirían muchos, como las de Las mil y una noches; y, podría ser, ambientada en la mítica Estambul, una ciudad que parece un personaje más y que posee múltiples capas y personalidades adquiridas gracias a las gentes diversas que la han poblado a lo largo de los años. Una fábula, dirían muchos, y con razón, pues hay gatos y carpas que hablan, un intenso amor a primera vista con tintes irreales que surge de la nada, y una joven muda que puede utilizar hilos de silencio y de oscuridad para tejer las más insospechadas alfombras. Elementos ya conocidos que son el sustento de una historia algo previsible pero rica e imaginativa. Rica porque posee infinitas metáforas y un lenguaje exquisito y cuidado, aunque en ocasiones excesivamente engalanado y repleto de adjetivos. E imaginativa porque juega con esas metáforas para crear imágenes oníricas, fantasear con situaciones imposibles y formar una metaliteratura sobre los silencios, las palabras, su valor y cómo el lenguaje modifica la realidad. Sobre esta fábula dicen las buenas lenguas que hay palabras que puede desconocer el lector de a pie, aunque por el contexto pueda intuirse su significado, y que sus dos primeros capítulos pueden ser tediosos, pesados e incluso resultar pedantes hasta que uno se habitúa al estilo y se adentra en la historia. Entre todo lo que se escucha parece que hay dos verdades irrevocables: el texto fue galardonado por su calidad con el premio Lazarillo 2011 y está adornado con bellos inicios de capítulo, con dibujos relacionados con el contenido y títulos escritos con caracteres que imitan la escritura árabe. Una novela atípica requiere un tratamiento atípico. Lengua de gato lo es, y por eso os hablo de ella así y no de ningún otro modo. Lengua de gato es extraña y no apta para una gran cantidad de paladares, ni siquiera para el de los felinos. Debe degustarse con cuidado y dejando que nuestro cerebro deshaga sin prisa los nudos que la entretejen. Si eso se logra puede resultar exquisita.


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