El director de esta fabulosa y sencilla comedia, Jean-Pierre Améris, está acostumbrado a tratar el tema del miedo, en sus múltiples manifestaciones, en todas sus películas. En esta ocasión descubrió en un hospital un grupo de emotivos, hipersensibles, para los que cruzarse en la calle con un conocido o hablar con alguien, suponía un verdadero momento de pánico. Algunos incluso llegaban a mirar, antes de doblar la esquina, para cerciorarse de que no se encontrarían con alguien. Un problema que les incapacitaba en su vida diaria y les imposibilitaba acometer las más básicas tareas, profesional y personalmente.
Jean-René es el dueño de una fábrica de chocolate con un pasado de gloria que no se ha renovado. Angélique, una chocolatera de talento, se presenta a una oferta de trabajo publicada por la fábrica de chocolate. En la entrevista su timidez le impide reconocer que busca un puesto en el horno, y no como representante comercial de la marca. La pobre, bastantes problemas tiene para hablar normalmente con alguien, pero el trabajo de comercial es lo más alejado de sus competencias laborales que se puede imaginar. Sin embargo Angélique prefiere asumir sus nuevas funciones que tener que volver a entrevistarse con el dueño.
Isabelle Carré y Benoît Poelvoorde, los dos protagonistas, bordan sus papeles de emotivos anónimos. Entre la ternura, el miedo, el descubrimiento del amor, la atracción y la imposibilidad de expresarla, el guión nos conduce por una serie de hazañas divertidas y dulces aventuras. A veces el cine tiene la magia de agrandar una sencilla historia como ésta, gracias a las virtudes de los actores y a la magia de la escritura. Hoy escenas, como la entrevista de trabajo o la primera cena de los protagonistas, que recuerdan los tiempos llenos de sensibilidad e inteligencia de la comedia clásica americana.
Uno de los aspectos más interesantes de la película es el tratamiento que ha recibido la fotografía. Los tonos rojos y verdes empleados a lo largo de todo el film le dan un toque cálido y suave. En la actualidad es tan poco frecuente este género cinematográfico que esta comedia romántica, con los dos personajes más tímidos de la historia del cine, nos deja un gusto dulce que no empalaga en ningún momento, y que es de agradecer entre tanto drama y tragedia. Buen provecho.
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