Una no se da cuenta de lo difícil que es moverse por la vida hasta que no le pone ruedas a su condición de peatona.
Y es que el suelo urbano peatonal (al menos el de Madrid) no está pensado para rodar... A veces tampoco para caminar, pero eso es otra historia.
Basta coger una maleta con ruedines y emprender el camino hacia el aeropuerto para percibir lo hostil que puede ser la realidad para el viajero. O algo más prosaico y con menos glamour, ir al súper con un carrito de la compra, también se convierte en una gymkana de la que sólo por milagro consigues que los huevos lleguen intactos.
Caso aparte es ir empujando un carrito de bebé... la mama o la 'nani' que va con el McLaren o el Bugaboo último diseño y que tiene que transitar por aceritas ridículas, sortear bordillos que parecen desfiladeros o socavones en los pasos de cebra del tamaño de agujeros negros... A la velocidad a la que suelo caminar yo el pequeñajo pega unos botes en el carro dignos de alguno de los cacharritos del parque de atracciones. Menos mal que le mola...
Vivo en pleno centro, en una zona muy comunicada y rodeada de estaciones de metro de las que ninguna, y son cinco -'por el culo te la hinco', nunca mejor dicho- cuenta con ascensor para ayudarte a descender a los infiernos: Ni Bilbao, ni San Bernardo, ni Tribunal, ni Quevedo, ni Noviciado... Por no mencionar lo difícil que resulta sortear con ruedas las cacas de perro que siembran las calles como si estuviésemos en un campo de minas... que hay veces que pongo el carrito a dos ruedas y hago cada acrobacia que ni Jorge Lorenzo...
Al menos yo tengo capacidad de dejar las ruedas aparcadas en algún momento y usar los pies, algo que lamentablemente hay gente que no puede hacer. Es absolutamente in-tolerable que en una ciudad occidental en pleno siglo XXI siga sin pensarse en ese porcentaje de ciudadanía que necesita de las ruedas para moverse, like a rolling stone.
Bob Dylan - 'Like a Rolling Stone'